«La música es un consuelo extraordinario», dice el violagambista, director de orquesta y musicólogo Jordi Savall (Barcelona, 1941), quien ha podido comprobar cómo, incluso, alivia con su belleza el indomable dolor del que se hace acompañar la muerte cuando deja su tarjeta de visita a alguien a quien amamos.
Su compañera de vida, de escenarios de todo el mundo y de pasiones artísticas, la cantante Montserrat Figueras -¿es acaso posible cantar mejor que lo hacía ella ‘Yo soy la locura’?-, decidió, cuando supo que su enfermedad avanzaba como un ejército invencible, seguir cantando ante el público; él la acompañaba en sus actuaciones, y comprobó lo mucho que cantar la consolaba y le protegía de la desesperación.
Ella no quiso para sí terapias agresivas, y afrontó su final cantándole a la vida que se marchaba para siempre.
Su familia quedó para siempre impregnada de la fuerza con la que llegó a su fin, de la belleza que compartió a través de su voz milagrosamente libre, que parecía volar ajena al cuerpo que se iba agotando.
Cuando Montserrat Figueras falleció en 2011, Savall sintió que la espesura se apoderaba de él, pero paso a paso, ayudado también por la música, se produjo el regreso de la calma.
Volvió la luz y pudo rehacer su vida, también sentimentalmente. El lunes, al frente de la Capella Reial de Catalunya y de Hespèrion XXI, el maestro dirigirá el concierto ‘Alfonso X el Sabio.
Cantigas de Santa María’, programado con gran acierto en el festival Murcia Tres Culturas 2016.
Será en el Auditorio Víctor Villegas, a las 21.00 horas. «Tengo muy buenas referencias sobre su acústica», indica el maestro durante su entrevista con ‘La Verdad’.
-¿Qué le debemos a la música?
-¿Qué haría el hombre sin ella?
A lo largo de toda la historia de la Humanidad, la música le ha salvado la vida a muchísimas personas.
Sobre todo, en las situaciones dramáticas, la música es lo que ha permitido a la gente conservar la esperanza, encontrar algo de paz.
Fíjese: las músicas más entrañables y emotivas son, muy a menudo, músicas anónimas de pueblos que han sufrido mucho a lo largo de su historia: la experiencia del pueblo sefardí, del pueblo armenio o la de los esclavos, para quienes la música era el único espacio de libertad que les quedaba.
Cuando nos encontramos mal, la música nos permite continuar, seguir adelante aunque apenas mantengamos viva la esperanza.
-¿Afectarán las nuevas tecnologías a la supervivencia de la música clásica en vivo?
-Estamos deslumbrados por las modas, por lo novedoso, y eso es algo que, de algún modo, tiene su aliciente, su lógica. Pero ninguna tecnología podrá reemplazar al placer de cantar, de tocar música en directo o de escucharla en vivo. Tampoco ninguna red social podrá sustituir nunca el contacto real con otra persona.
-¿Qué relación mantiene usted con la soledad?
-La soledad es una de las situaciones más difíciles a las que se puede enfrentar un ser humano. Nadie busca estar solo. Pero, por otro lado, debemos aprender a convivir con ella porque la necesitamos; los espacios de soledad son una necesidad que debemos atender como hacemos con el comer y el dormir. La soledad es necesaria para el espíritu; la necesita para crecer, para poder poner orden. Cuando se está rodeado de mil cosas que te reclaman, se pierde el sentido de lo que verdaderamente es esencial.
-¿A qué se refiere?
-A tener las cosas claras. Por ejemplo, lo primero que hago al despertarme es ponerme muy contento por el hecho de seguir vivo. Seguidamente, cuando compruebo que mi casa sigue resultando un lugar confortable, me siento un privilegiado. Hay cosas vitales, cosas importantes, cosas necesarias y cosas prescindibles. Vitales son las que dan sentido a nuestra vida.
-Vayamos con ellas, entonces.
-Lo primero es tener buena salud, para lo cual tenemos que comer correctamente, ocuparnos de que nuestro cuerpo haga ejercicio y alimentar nuestro espíritu con buenas lecturas y buena música.
También debemos ocuparnos de atender los afectos, de estar pendientes de lo que necesitan los seres a los que amamos. Y es muy importante, como seres humanos que somos, saber que tenemos la responsabilidad de mostrar nuestro desacuerdo con las cosas que son inaceptables.
-¿En qué piensa cuando habla de cosas inaceptables?
-En este momento de mi vida pienso mucho en lo mal que lo estamos haciendo.
La realidad es que no reaccionamos ante tanta barbarie, tantas guerras, tanta gente que sufre. No estamos haciéndolo nada bien.
Esta mañana, hablando con unos amigos sobre todo lo que está ocurriendo en Siria, el calvario de su población y la tragedia de los miles y miles de refugiados sirios en busca de ayuda en nuestras fronteras, nos preguntábamos cómo estaríamos reaccionado si supiésemos que en Alemania están exterminando a los judíos, algo que ocurrió no hace tanto tiempo.
¿Nos quedaríamos de brazos cruzados? Estamos en una situación muy grave como sociedad, porque estamos cayendo en la inercia de no actuar, de acostumbrarnos al horror que vemos diariamente a través de la televisión, y no somos capaces de borrar esta especie de olvido casi instantáneo que aplicamos ante tragedias que afectan a millones de seres humanos. Estamos asistiendo cada día a centenares de muertes de personas inocentes.
Vemos sus muertes en directo y qué hacemos: decimos ‘qué pena’, ‘qué tristeza’, y ya está.
Lo dejamos todo en manos de unos estados que han demostrado siempre que en los momentos de genocidio y de barbarie no han reaccionado como deberían haberlo hecho. El exterminio de los armenios, de los judíos, el genocidio de Ruanda, la guerra de los Balcanes, la guerra de Irak. ¿Lo recuerda? Millones de personas nos opusimos en las calles a que España apoyase esa guerra. Pero el Gobierno [de José María Aznar] no hizo caso alguno. Ahora deberíamos unirnos para decir que lo que está pasando en Europa con los refugiados es una tragedia, una vergüenza.
-¿Y qué propone usted?
-Que tomemos conciencia de manera urgente.
Estamos en un momento en el que tendríamos que ser conscientes de que en este mundo que vivimos todo nos concierne: el clima, la violencia, el modo en que nos organizamos como sociedad, el futuro para nuestros jóvenes. Mientras, unos pocos en todo el mundo manejan enormes beneficios que no comparten con nadie.
Es importante, hoy en día, pensar que todos los seres humanos somos iguales. La Declaración de los Derechos Humanos no está ligada a ninguna nacionalidad.
Parece que nos olvidamos de que todo ser humano tiene derecho a ser respetado, a tener una vida digna, a poder formar una familia y a educar a sus hijos. Pero, ahora, incluso, en la propia Europa, en el primer mundo, cada vez hay más personas que malviven.
Junto a eso, la industria del lujo marcha muy bien y el negocio más lucrativo del mundo sigue siendo el armamentístico.
Vivimos en un mundo que se ha vuelto loco; si no hacemos nada, explotará.
-¿Qué ha aprendido usted?
-Que no hay una cultura más importante que otra, ni una religión más importante que otra. Si piensas que la tuya es más importante será difícil llegar a acuerdos.
Lo mejor posible
-¿Qué le parece que se anuncie Murcia Tres Culturas como una ‘gran fiesta de la tolerancia’?
-Yo no hablaría de tolerancia, sino de aceptación. El que tolera suele hacerlo desde una posición privilegiada. No se trata de aguantar al otro, sino de convivir juntos lo mejor posible. Conocernos, comprendernos.
-¿De qué no debemos olvidarnos?
-De la fuerza que cada uno de nosotros llevamos dentro, de la energía de que disponemos para salir adelante. Tener fe en uno mismo, qué importante es eso.
-¿Ha tenido usted mucha suerte?
-Bueno, han sido tantas las buenas personas que he podido conocer, que eso solo ya es una gran suerte; a algunas las he perdido, pero siguen en mi memoria y en mi corazón.
No me han dejado totalmente solo. Además, tengo que decirle que me siento un hombre libre, y eso tiene un valor extraordinario.
Mi tiempo lo pongo al servicio de las cosas que me gustan y en las que creo.
escrito por Antonio Arco | laverdad.es/murcia
Mtro Jordi Savall.
Muchas felicidades y agradecida por su aportación en la música y una especialidad fuerte y difícil de lograr éxito, la música antigua.
De acuerdo al 100% con usted. No solo tolerar sino aceptar al otro. Todos somos iguales. Todos los caminos llevan al fín.
El Mesías ya vino y no erigirnos dioses y jueces de nadie y de nada. el creernos la «raza » privilegiada.C
Felicito su valentía para rechazar grandes premios y que usted ha sustentado su incongruencia musical, política y social y no ha caído en la vanagloria personal y un egocentrismo.