Es una de los pocas especialistas en música y danza antiguas, todo un mundo por investigar y divulgar que llenan una vida volcada en el arte.
Pilar Montoya (Zaragoza, 1963) sonríe constantemente y se apasiona al hablar de una vida que le llena, que descubrió casi de niña y que le abrió a un mundo inmenso.
Clavecinista y bailarina histórica, con una intensa actividad concertística nacional e internacional, catedrática de Clave y directora de la Orquesta Barroca del Conservatorio Superior de Salamanca,directora de Los Comediantes del Arte; investigadora y difusora de ese mundo casi infinito que es la música y la danza antiguas, es, sobre todo, una apasionada de la vida, que se dice nostálgica y que disfruta recordando y agradeciendo a todo aquel que le ha ido mostrando y abriendo caminos al placer de la música.
González Uriol, María Ángeles Cosculluela, Begoña Lolo, Ana Yepes…, sus años becada en la Schola Cantorum Basiliensis, en Suiza, «el paraíso de la música y la danza antiguas»; su vida en Salamanca, «una ciudad que nunca me cansa, bella, llena de estudiantes»; su casa en El Escorial, la de Zaragoza, y su mundo entre trenes y aviones, porque, dice, «rara vez estoy cuatro días en el mismo sitio».
Explica con vehemencia cómo una chacona del siglo XVI «te invita a bailar y es un placer para los sentidos», y cómo cada vez más le gusta hacer conciertos pedagógicos y difundir un arte que lo es todo.
Y es cuando, fijándote la mirada, te dice que «disfruto mucho siendo música, siendo instrumentista, siendo bailarina, siendo profesora, porque tus alumnos te siguen queriendo y recordando. Pero también investigando, viendo papeles antiguos; y dirigiendo, con tus manos moldear el sonido…
Todo ello me hace muy feliz no podría decidir qué es lo que más me gusta, porque Pilar Montoya es todo eso junto, todo se entremezcla».
¿Qué es para usted la música? La vive con tal intensidad que es usted misma?
Me emociona.
La música es mi vida.
Mi razón de existir, si no fuera músico no sabría qué hacer, ni a qué dedicarme.
¿Qué escucha?
Escucho poca como oyente.
Toda mi jornada es música y cuando tengo un rato libre casi prefiero descansar.
Mire, el silencio es música, sobre todo cuando vivimos en un mundo tan ruidoso.
Mi primera profesora, Marina Pesci, con la que comencé a tocar el piano de niña, me decía que me comía los silencios de la música y que el silencio es música, una frase que me quedó grabada y que trasmito a mis alumnos, porque el silencio puede tener tanta emoción, tanto afecto, tanta carga emocional, que, precisamente, la música tiene valor porque existe su ausencia que es el silencio, una música que estamos esperando que suene después.
Cuando estoy tranquila rara vez me pongo pero últimamente con mi pareja voy a conciertos y escucho conciertos de todo tipo, uno de los últimos fue uno de virtuosos con música de Chopin mezclada con jazz.
La música es esencial y forma parte de nuestras vidas. ¿Podemos imaginar un día sin ella? No sería posible porque va escribiendo nuestra vida.
Lleva 20 años en Salamanca, donde es catedrática en el conservatorio, y sigue muy unida a Zaragoza.
La llevo en mi corazón.
Viajo por el mundo y en cuanto puedo digo que soy de Zaragoza.
Cuanto más tiempo pasa más valoras tus raíces.
Soy hija de andaluces que llevan muchísimos años aquí, hablan con acento medio andaluz medio maño.
He tenido la suerte de haber nacido en un ambiente que me ha propiciado mi vocación, en una familia de músicos, porque mi padre y mis hermanas son músicos profesionales.
Cuando empecé con 15 años Zaragoza era uno de los pocos sitios donde podías estudiar clave gracias al maestro González Uriol, y él fue quien habló con mi familia y me apoyó muchísimo, porque mi padre decía que qué era eso del clave, entonces un instrumento poco conocido.
Mi padre hizo la carrera de violín y al ser músico militar tocaba el trombón, y la tecla, fue un músico todoterreno.
Mi hermana mayor es pianista y profesional de música y mi hermana pequeña violinista y violinista barroca.
Viven todos muy intensamente la música.
Recuerdo a mi tía, una mujer estupenda que bailaba y canturreaba canciones que había aprendido de niña… Nos gustaba mucho a los Montoya montar un sarao el día de Nochebuena, esos villancicos mitad andaluces y aragoneses. Sacábamos el órgano y el violín y cantábamos a voces.
Volvemos a sus 15 años, al descubrimiento de la música antigua.
Siempre digo que el primer contacto que tuve con ella fue revelador, me gustó tanto, me emocionó tanto que tuve muy claro que me quería dedicar a esto, y no era nada fácil porque apenas había sitios donde estudiar, apenas instrumentos y libros que nos tenían que enviar desde fuera. Gracias a González Uriol pude tener todo a mi disposición.
Aragón es muy rico en órganos históricos, con una larga tradición que se mantiene. Todo esto me llevó a la música antigua y a la danza antigua.
La descubrió en Suiza.
Fue antes de ir a la Schola Cantorum de Basilea, donde fui becada por la Diputación Provincial de Zaragoza y después por el gobierno suizo. Estuve 4 años.
Ahí seguí estudiando una pasión que descubrí en El Escorial en un taler de introducción de danza antigua, justo lo que hago ahora como profesora.
Me quede fascinada, los daba Ana Yepes, la hija de Narciso Yepes, un referente en este mundo y que me abrió a un mundo inmenso.
Me siento muy afortunada de poder ver una pieza de música desde las dos ópticas, desde el lado del movimiento y del sonido.
Es un mundo pequeño el de la música y la danza antiguas.
Sí, y siempre digo que deberíamos mezclarnos más entre los antiguos y los modernos, y que ya se está haciendo.
El movimiento de música histórica (o antigua) empezó con fuerza a mediados del siglo XX y ha evolucionado también, ahora no hay tabúes para mezclarnos unos con otros y hacer programas híbridos. Veo cada vez más música de Monteverdi tocada por saxofón o interpretada por una cantaora de flamenco, si esto se hubiera hecho hace 50 años la gente no lo hubiera admitido y los puristas habrían puesto el grito en el cielo, pero hoy no y hay muchos artistas, grandes artistas que lo están haciendo, y es una manera maravillosa de acercanos al público.
Porque de la sala tienen que salir con ganas de volver a un concierto y con la sensación de haber escuchado algo que les ha movido por dentro y que les ha parecido actual, aunque sea una música de hace 300 años, porque el repertorio bueno nunca pasa de moda, el Arte con mayúsculas es eterno.
¿Qué sueños tiene?
¡Tengo tantos y tantos proyectos! que no sé por dónde empezar.
Me gustaría hacer un espectáculo multidisciplinar, que ya he hecho alguno, en el que pudiera tocar, bailar, cantar, acompañar al clave una pieza de jazz… hacer un espectáculo todoterreno en el que se mezclen muchas cosas, de músicas, de siglos, de disciplinas.
Y cada vez me atrae más la idea de dirigir -tengo el título de dirección de orquesta-, y montar las sinfonía de Beethoven, o grandes obras de Bach, Haendel, hacer ópera… son grandes sueños.
Sí, son grandes sueños.