¿Por qué pagar 10.000 euros por un violín italiano si puedo comprar uno chino por 100-200 euros?
Explica el gran violinista italiano Uto Ughi, quien estudió con Yehudi Menuhin, que «los violines italianos cantan».
Pero no todo el mundo tiene el oído educado musicalmente para hacer grandes distinciones entre instrumentos.
Así, los chinos se están haciendo con el mercado de los violines y otros instrumentos.
No hay posibilidad de competir con sus precios: en un mercado que produce anualmente en todo el mundo instrumentos de arco, de 30 millones de violines, solo 5.000, una insignificancia, son producidos en Italia.
Los chinos, y en parte los polacos, rumanos y estadounidenses, están amenazando la antigua tradición de los lutier de Cremona, ciudad de 72.000 habitantes en la región de Lombardía, escuela de los más célebres constructores de violines:
las familias Amati, Guarneri y Antonio Stradivari (1644-1737), el más famoso de todos, más conocido por Stradivarius, la forma latina de su apellido.
Cremona, donde se acaba de celebrar la Feria Internacional de la Música, tiene un magnifico Museo del Violín, visitado por 90.000 personas en el pasado año, y cuenta con 150 talleres, además de una escuela con 170 inscritos procedentes de 15 países para aprender el oficio de lutier.
La fabricación de violines sigue constituyendo una excelencia italiana.
Este país ha perdido el primado en la cantidad, pero no en la calidad, según explica Uto Ughi:
«Los mejores instrumentos deben tener las características de la voz humana. Cuando esto sucede, se dice que un instrumento “canta”. Por la belleza del sonido, la producción de los lutier italianos es sin duda la mejor».
Stradivarius, 10 millones de euros
Mientras Cremona, la ciudad de Stradivari, lucha por mantener alta su visibilidad, produciendo instrumentos de alta calidad que no están fabricados en serie, la realidad es que el mito de los Stradivarius, por los que se pagan cifras que pueden superar los 10 millones de euros, sí ha perdido algo de su antigua magia.
Un estudio de la investigadora y flautista francesa Claudia Fritz, de la Universidad de París, llegó en el 2011 a una sorprendente conclusión, después de dos años de experimentos con expertos de diversas nacionalidades:
No es verdad que un Stradivarius sea mejor que un violín moderno, por lo menos desde el punto de vista de la calidad del sonido.
«La contraposición entre antiguo y nuevo en este campo no tiene sentido», afirmó Claudia Fritz con datos en la mano, desmintiendo dogmáticas certezas mantenidas a lo largo de los siglos, al tiempo que aseguraba que «los violines antiguos tienen un precio insensato».
Algunos dieron credibilidad al estudio, otros disintieron, como Salvatore Accardo, uno de los más grandes violinistas del mundo: «Los violines hay que probarlos en la sala de concierto y el sonido lo debe juzgar quien lo escucha, no quien lo toca.
Cuando pruebo un violín, me llevo siempre un colega.
Incluso un Stradivarius que no esté en las mejores condiciones, su sonido es extraordinario.
Pero uno moderno, para que suene bien, debe tener al menos 70 años.
He tocado miles de instrumentos, ninguno sonaba mejor que los producidos por Stradivari y Guarneri».
Los violines antiguos se han convertido en un valor refugio: Los compran como inversión fondos de inversión, los nuevos ricos o quienes tienen necesidad de reciclar dinero sucio.
Es un mercado donde abundan mucho los falsos y el dar gato por liebre está a la orden del día.
Escrito por ÁNGEL GÓMEZ FUENTES | abc.es
Obrigada por divulgar preciosidades. Música antiga, sou fã!