Georg Friedrich Händel escribió gran parte de las arias de sus óperas para voces concretas.
Se cuenta que viajó por Italia buscando las voces femeninas que mejor se ajustasen a las necesidades expresivas de sus composiciones.
Posteriormente, hizo lo mismo en Gran Bretaña, donde vivió una parte importante de su vida.
Entre sus intérpretes preferidas figuran nombres como Faustina Bordoni y Kitty Clive, pero quizá la más sobresaliente fue la parmesana Francesca Cuzzoni.
Nacida en torno a 1700, ha pasado a la historia como una de las mejores sopranos del siglo XVIII, siendo muy celebrado la homogeneidad y la dulzura de su timbre y su ágil y luminoso vibrato.
Estas virtudes vocales le granjearon el sobrenombre de la voce d´angelo.
Hija de un violinista de la corte ducal de Parma, Cuzzoni estudió canto con el maestro napolitano Francesco Lanzi.
Hay bastante controversia sobre su debut en los escenarios; unos sitúan su bautismo en la escena interpretando a Galatea en la obra Dafni de Emanuele Astorga en 1716 en el teatro de la corte de Parma, mientras otros lo fechan en 1714 en la ópera anónima La virtù coronate.
Los años siguientes la cantante va cimentando su popularidad por toda Italia.
En 1717 Francesca Cuzzoni actúo en distintas óperas representadas en Mantua, Génova, Toscana, Siena y Florencia, y en 1718 interpretó el papel protagonista de Doneca en el estreno de Scanderbeg de Vivaldi, en el Teatro della Pergola de Florencia.
En otoño de ese mismo año Cuzzoni debuta en un teatro realmente importante, el San Giovanni Grisostomo de Venecia.
Hizo de Dalinda en la ópera Ariodante de Carlo Francesco Pollarolo, compartiendo escenario por vez primera con la que se convertiría en su rival y archienemiga Faustina Bordoni.
Gracias al éxito cosechado en Venecia le empiezan a llegar ofertas para actuar en el extranjero.
Su primera salida de Italia es para actuar en la corte austriaca de Viena y en 1719 interpreta en Dresde dos producciones sobre las obras de Antonio Lotti Giove in Argo y Teofane.
Parece ser que en esta ciudad alemana fue donde Händel la escuchó cantar por vez primera.
Los años siguientes los pasó Cuzzoni cantando en Italia y en 1722 aceptó la oferta que le hizo la Royal Academy de ir a trabajar a Londres.
Su primera interpretación en tierra inglesa fue en el Ottone de Händel en enero de 1723.
Allí contrajo matrimonio con el teclista Pier Giuseppe Sandoni.
No regresaría a Italia hasta 1729.
Los años en las islas británicas la convertirían en la reina de la Royal Academy y en la musa de Händel, que ejercía de master of musick en dicha institución.
Precisamente, una de las tareas del compositor consistía, aparte de aportar obras para la escena, en identificar y reclutar voces italianas sobresalientes para las producciones.
El escribir música escénica especificamente para una persona o voz en concreto era la práctica habitual en la ópera de entonces.
Las divas eran el eje alrededor del cual pivotaba todo el proceso de montar un espectáculo: primero era reunido el elenco de voces, después se seleccionaba un libreto que les gustase y, por último, se contrataba a un compositor para escribir la música.
Aunque el papel que representó Cuzzoni en su debut inglés con Ottone, la mayoría de las composiciones siguientes que llevó a escena si lo estuvieron.
En concreto, Georg Friedrich Händel compuso toda esta música para ella:
Ópera |
Estreno |
Número de arias |
Flavio | 1723 | 5 |
Giulio Cesare | 1724 | 8 |
Tamerlano | 1724 | 6 |
Rodelinda | 1725 | 8 |
Scipione | 1726 | 6 |
Alessandro | 1726 | 6 |
Admeto | 1726 | 8 |
Riccardo Primo | 1727 | 6 |
Siroe | 1728 | 5 |
Tolomeo | 1728 | 5 |
Sobre la personalidad caprichosa de la Cuzzoni, y también del fuerte carácter del mismo Händel, da cuenta una anécdota acaecida durante los ensayos de Ottone[1]. Parece ser que a la diva no le agradaba la primera aria que tenía que interpretar, Falsa immagine, y se negaba a hacerlo.
Se le acercó entonces el compositor y, agarrándola, le gritó en francés: “Señora, ya veo que sois una verdadera diablesa, pero habéis de saber que yo mismo soy Belcebú, el jefe de todos los diablos”.
Según cuentan, amenazó con arrojarla por la ventana para dar fe a sus palabras,
La soberbia de Francesca Cuzzoni también se hace patente en su rivalidad con la soprano Faustina Bordoni, cuya enemistad dio bastante que hablar a la alta sociedad inglesa de la época.
La culminación de este enfrentamiento llegó una noche de junio de 1727, en el escenario que compartían del King´s Theatre de Haymarket.
Delante del mismísimo Príncipe de Gales, que asistía a la representación, se enzarzaron en una pelea y acabaron arrancándose los tocados, insultándose mutuamente en italiano, hasta que consiguieron bajarlas del escenario.
Como consecuencia, la temporada de ópera fue clausurada,
A pesar de su carácter loco e impredecible, como fue juzgado en la época, Cuzzoni siguió cosechando éxitos, hasta que en 1724 alcanzó el que quizá fuese su mayor triunfo escénico, el estreno de la ópera Giulio Cesare, demostrando que su grandeza, combinada con el genio de Händel, la llevó a lo más alto.
Prueba de ello es que el diario francés Le Mercure de France escribió al respecto que “en Londres este trabajo está considerado como una obra maestra de la música incluso entre los italianos”.
Francesca Cuzzoni fue toda una figura de la ópera del barroco tardío, cuya voz nos describe el musicólogo de la época Johann Joachim Quantz:
“Su estilo de canto era inocente y calmante.
Su ornamentación no parecía artificial debido a su bello, agradable y ligero estilo de entrega, y con su ternura se ganó los corazones de los oyentes.”
[1] Jonathan Keates. Handel: the Man and His Music (1985)