Conocemos con bastante precisión las danzas que se ejecutaban en los siglos XVI y XVII y, sin embargo, tenemos más dudas cuando hablamos de las formas de baile que regían al final de la Baja Edad Media.

Por suerte han llegado hasta nosotros varios libros procedentes de distintos puntos de Europa, que nos pueden ilustrar al respecto.

A continuación reseñamos las referencias bibliográficas más representativas acerca de la danza en el siglo XV.

En primer lugar, destaca el Manuscript  des  Basses  Danses  de  la Bibliothèque de Bourgogne, que data de 1470 y que aparece en el inventario de colección de Margarita de Austria, la hija del emperador Maximiliano.

De acuerdo con los expertos en el tema, más que un texto pedagógico parecen los apuntes de un maestro de baile.

Está dividido en dos partes: en primer lugar, ofrece una serie de reglas generales sobre las denominadas Bajas Danzas y después enumera y describe hasta cincuenta y nueve tipos distintos de danzas.

Cuando habla de Bajas Danzas, el autor hace referencia a los bailes realizados por los señores y subraya que mantiene un estilo sereno y pausado.

Es una constante en siglos posteriores que, mientras que la forma de bailar del pueblo llano es descrita como violenta y extrema, las clases altas danzan siempre de una forma pomposa y contenida.

Otra de las cosas que llaman la atención del Manuscript es que, aunque hace referencia a casi sesenta formas de baile diferentes, los pasos que describe son reducidos y extremadamente sencillos.

De hecho, prácticamente se reducen a los denominados simples, dobles, dèmarche, reverencia y paso de Brabante.

Por otro lado, se especifica que las reverencias deben hacerse hacia la dama -sin más explicaciones-, por lo que se deduce que todas las danzas a las que se hace referencia se ejecutaban en pareja.

En Italia ya se había publicado en 1420 un verdadero tratado de danza del maestro Domenico de Piacenza titulado De arte saltandi e choreas ducendi (El arte de danzar y dirigir las danzas).

La obra consta de dos partes, una primera teórica que describe, entre otros conceptos, los cinco pasos elementales de la danza, que son el compás  de  medida,  manera,  memoria,  división  del  terreno  y  el  aire  o elevación futura.

En la segunda habla de las Bajas Danzas y de los Balli, mucho más complejos de ejecutar que las primeras.

Dos de los discípulos de Piacenza continuaron la labor del maestro de profundizar en la enseñanza del baile: el judío converso Guglidelmo Ebreo y Antonio Cornazzano.

Ebreo trabajo durante un tiempo en la corte de Lorenzo de Medici y escribió el tratado De pratica seu arte tripudii vulgare opusculum que circuló por todas las cortes europeas.

Su libro describe los balli que había compuesto con Domenico de Piacenza y también danzas como la piva, el saltarello, el passo doppio y la bassa danza nobile e misurata.

El otro discípulo de Piacenza, el poeta Antonio Cornazzano, publicó en 1465 el Libro dell’Arte del Danzare, cuya única copia existente se conserva en la biblioteca del Vaticano.

España seguía la tradición europea en las modas de baile cortesano y en 1496 aparece el Manuscrito de Cervera, considerado como el primer códice de danza de la Península Ibérica.

De acuerdo con Cecilia Nocilli (El manuscrito de Cervera.

Música y danza palaciega catalana del siglo XV, 2013), este libro catalán recoge la herencia de la tradición francesa y borgoñesa de la basse danse.

De acuerdo con esta experta, la danza en las cortes cumplía una función más amplia que la meramente lúdica y se convertía en una verdadera seña de identidad política y cultural.

En Inglaterra encontramos también el denominado Manuscrito de Salisbury en 1497, conservado en la catedral de dicha localidad, que muestra los pasos de veinte basse danses.

 

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