Hacia 1649 el monje benedictino florentino Severo Bonini considera cerrado su manuscrito Discorsi e retrole sovra la musica et il contrappunto.
En su momento el hecho no tiene mayor trascendencia: Bonini, aunque maestro de capilla en la iglesia de Santa Trinita y compositor de motetes y madrigales, era una figura bastante secundaria dentro del panorama musical de la época.
No obstante, dos siglos más tarde su Discorsi se convierte en una obra apreciada en el entorno académico porque supone un testimonio vivo de los años en que se extendió la monodia en la música italiana y en los que la ópera daba sus primeros pasos.
La intención de Bonini al escribir su obra era construir un gran tratado sobre la música, describiendo cómo surgió en la antigüedad, sus clasificaciones y el origen e historia de los diversos instrumentos.
En paralelo llevó a cabo una defensa de la superioridad de la música moderna que surgía en Italia a principios del siglo XVII sobre las formas anteriores y, más concretamente, de la técnica de canto del estilo recitativo, cuya invención atribuye a su maestro Giulio Caccini.
Aunque, como ha sido apuntado arriba, no es uno de los nombres de mayor brillo del principio del Barroco, Severo Bonini fue testigo vivo de la revolución que experimentaron las formas musicales, y en su modesta medida, tuvo su protagonismo como agente del cambio.
Entre sus logros se puede destacar el ser el primero en adoptar la nueva monodia a la música sacra, como hizo en las composiciones que integran sus Madrlgali e canzonette splrltuali, obra que vio la luz entre 1607 y 1608.
Escribió igualmente uno de los primeros motetes dialogados, Missus est Gabriel en 1609, y también probó suerte con el estilo recitativo en obras profanas, como el Lamento d´Arianna en 1613. Dos años después intentó combinar los estilos musicales florentinos de vanguardia con formas más clásicas, dando lugar a los motetes de “istile misto” de sus Affetti spiritualli.
Este año de 1615 marca el final de su vida dentro de la nueva ola musical puesto que pasará los siguientes veinticinco años viviendo en pequeñas comunidades eclesiásticas y primando las tareas monásticas sobre la composición.
Sin duda el Discorsi e retrole sovra la musica es la gran obra de Severo Bonini.
El primero que la referencia es Adrien de La Page en 1864 en sus Essais de Diphtêrogranhie Musicale. Este autor se muestra extremadamente crítico con el libro de Bonini resaltando su falta de percepción y su penoso estilo de redacción. Otros siguieron a La Page en destacar los defectos del Discorsi.
Maryann Teresa Bonino (Don Severo Bonini, 1972) investigó a fondo la obra en cuestión y concluyó que su mayor defecto es que el autor absorbió conceptos, nombres y eventos y los plasmó tal cual en el libro sin la mínima digestión, selección o evaluación.
Parece ser que no realizó la menor sistematización crítica de una cantidad ingente de información que no acababa de entender del todo. El resultado es un gran mural de personajes y actitudes del siglo XVII.
Cuatro son las tesis que defiende Bonini en Discorsi e retrole sovra la musica, a saber:
Que la música no es una mera “bufonada” sino una ciencia divina (“non e buffoneria … ma scientla propriamente divina”).
- Que la música moderna, especialmente el estilo recitativo, es mejor que la de los antiguos.
- Que Giulio Caccini inventó el estilo recitativo.
- Que, con algunas reservas, los conjuntos de instrumentos no deberían estar prohibidos en las iglesias.
Severo Bonini considera que los renovadores florentinos de la música en su época son superiores a cualquier compositor anterior.
Su catálogo de músicos contemporáneos es, no obstante, incompleto y fuertemente sesgado hacia los procedentes de la ciudad de Florencia.
Presenta una cronología desordenada y numerosos fallos y omisiones en los datos sobre los músicos de su época.
Por otro lado, su falta de criterio le hace destacar a músicos desconocidos y situarlos en lo más alto, como hace con Giovanni Orlandi al que coloca a la altura del mismísimo Monteverdi.
A pesar de la falta de exhaustividad de la obra de Bonini, sus estampas de la época y de sus gentes aportan cierto valor sociológico.
En su intento de reflejar la adopción de la monodia y los primeros tiempos de la ópera, consigue elaborar un fresco del ambiente musical de la época, si bien imperfecto y sesgado por sus prejuicios, aunque vivo y colorista.