En las últimas décadas se ha puesto de moda en el mundo de la música hablar de «música antigua», «interpretaciones historicistas» e «instrumentos originales».
Existe toda una corriente de interpretación, revistas y sellos discográficos especializados que obedecen en nuestros días a estas etiquetas.
Suele definirse como «antigua» la música anterior a 1750, fecha de la muerte de Johann Sebastian Bach.
Este concepto abarcaría por tanto la música de la Edad Media, el Renacimiento y el Barroco.
El factor determinante en esta distinción es que esta música no tiene una tradición interpretativa.
Esto no ocurre con la música «clásica» de Mozart, Beethoven, etc., que sí posee una tradición interpretativa continua, que llega hasta nuestros días.
La música antigua, sin embargo, dejó de interpretarse una vez que su época pasó y necesita ser revivida reconstruyendo o suponiendo las condiciones en que entonces se interpretaba, recreando la sonoridad y los rasgos estilísticos de la época.
¿Es, por ejemplo, musicalmente correcto interpretar con el piano moderno, capaz de llenar con su potente sonido una sala de conciertos, la música del siglo XVII para clavicordio, un instrumento íntimo, de delicada sonoridad, pero incapaz de hacerse oír más allá de unos metros?
¿Puede interpretarse una obra orquestal de Vivaldi, pensada para no más de treinta instrumentistas, con una orquesta sinfónica de cien?
La interpretación auténtica trata de responder a estas preguntas basándose en el uso de instrumentos «originales», es decir, instrumentos de la época o copias fieles de los mismos, con los que presumiblemente el compositor se imaginaba interpretada su música, además del uso de las técnicas vocal e instrumental del período y nuevos acercamientos al tiempo y dinámica, basados en el estudio de los tratados musicales y otros documentos de la época.
Se ha dicho que este movimiento es moderno en muchos sentidos; efectivamente, aunque hace ya mucho tiempo que se trabaja en el redescubrimiento de la música antigua, somos la primera generación que persigue este objetivo con tanta convicción.
Pero también, desde otra perspectiva, es una idea nueva el que las «intenciones del compositor» deberían importar más que las decisiones y elecciones del intérprete.
De hecho, se ha sugerido en más de una ocasión que tal punto de vista no se corresponde con las intenciones del compositor en absoluto.
Y resulta también paradójico que una de las corrientes musicales más modernas sea precisamente la de la «música antigua».
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¿A quién se refieren que ese «somos»?