Por fin me enfrento cara a cara con el responsable, el primero en cualquier caso, de mi desmedida afición a la música antigua. Luis de Milán, ese valenciano de la corte del duque de Calabria (dentro de ese maravilloso periodo cultural que tiene lugar en el Reino de Valencia entre 1526 y 1538), quizá el mejor de los grandes vihuelistas del XVI, compuso una de varias pavanas, danzas cortesanas de la época para el que no esté en este mundillo, que me llegó desde la primera escucha, probablemente por la capacidad evocadora de su sones elegantes.
El gran Luis de Milán. Como afirma el musicólogo y vihuelista australiano John Griffiths, al que tuve el inmenso placer de escuchar en un recitales que ofreció en Sigüenza en 2010 y otra vez en 2013, es un músico que destaca sobre los demás cordofonistas de su época por su capacidad para improvisar y sobre todo, incitar a la improvisación.. En concreto, literalmente dice que:
“El autor [Luis de Milán] afirma que sus obras son «de la vihuela sacadas y escritas», probablemente indicando que son improvisadas y luego pasadas a notación. Las fantasías están elaboradas según una misma fórmula que el autor desarrolla con gran variedad e ingenio, algo parecido a un discurso de alto nivel retórico en el cual se desarrolla una serie de temas inde¬pendientes con suma coherencia narrativa y dramática.”
Luis de Milán publicó el libro de cifra El maestro que consiste en cincuenta piezas para vihuela sola y veintidós canciones con acompañamiento de vihuela. Pero las piezas del volumen se conciben como un punto de partida para que el intérprete realice una aproximación personal a las obras, para que las haga suyas y les imprima su personalidad. La creación y ejecución de cada pieza estaban, según la visión de Milán, indisolublemente entretejidas. Prosigue John Griffihs:
“La mayoría de las canciones muestran texturas austeras, expresamente confeccionadas para que el cantante-vihuelista las ornamentara con sus propias glosas, una práctica que Milán denomina «hacer garganta».”
De seguro conocedor de la música polifónica de la corte valenciana, su música para vihuela sin embargo no pretende imitar dicha técnica, y rara vez emplea un verdadero contrapunto polifónico. No obstante, Luis de Milán desarrolla una suerte de “polifonía fingida” con su instrumento con gran acierto. En palabras del australiano:
“Como buen improvisador y sumo conocedor de su instrumento, sabía producir efectos ingeniosos en la vihuela con singular destreza, quimeras de polifonía casi fingida que no dejan de maravillar.”
Sin embargo, dejando de lado los tecnicismos, las melodías de Luis de Milán nos llegan incluso hoy con una frescura contemporánea. Sus sones son como una llamada lejana que despierta campanadas en nuestro ADN español.