La iconografía musical presente en la arquitectura religiosa medieval es un tema que ya hemos tratado al hablar de la catedral de Pamplona y de la iglesia románica de Santo Domingo de Soria. En ambos casos se trata de representaciones pictóricas o escultóricas que reproducen figuras humanas interpretando diversos instrumentos. En el caso que hoy nos ocupa nos hemos desplazado algo más hacia el norte, hasta la Borgoña francesa, y más en concreto hasta la villa de Cluny, enclave de la abadía del mismo nombre.

La abadía de Cluny contiene uno de los ejemplos más famosos de ornamentación musical de la Edad Media, las ocho esculturas que representan los modos de la música. Consiste en escenas en las que aparecen personajes tañendo instrumentos o en actitud de danza. Están situados en el coro de la tercera iglesia construida en la abadía, denominada Cluny III, en cada lado de dos de los capiteles.

Cluny fue desde su creación en 909 un elemento singular dentro del mapa de la cristiandad europea medieval. Fue creada por Guillermo I El Piadoso, duque de Aquitania y conde de Auvernia, y desde el principio quedó establecido que la comunidad de monjes benedictinos que allí habitara solamente debían obediencia al papa (ni siquiera a Guillermo y su familia), como reza el acta de fundación:

“Nos ha placido también hacer constar en esta acta que, desde hoy, dichos monjes no estarán sometidos al yugo de ningún poder terrestre, ni nuestro ni de nuestros parientes, ni de la grandeza regia.”

Este grado de independencia tan sobresaliente, sin parangón en la época, será en gran parte el responsable del esplendor y la influencia que alcanza la abadía ya desde la Alta Edad Media. En algo más de ciento cincuenta años había más de mil monasterios que dependían directa o indirectamente de Cluny y de su regla de ordenación de la vida monástica, tanto en Francia como en Inglaterra, España e Italia.

Los abades que gobernaron dicho monacato han pasado a la historia como figuras de renombrado esplendor intelectual ostentadoras de un poder omnímodo, no sólo sobre los temas eclesiásticos, sino también sobre la política de la época. Destacan con letras grandes los nombres de Odo, Mayeul, Hugo o Pedro el Venerable.

Y por supuesto, un gran poder conlleva una gran ostentación, y la pompa que acompañaba la liturgia de la abadía de Cluny superaba con creces la de cualquier otro templo de la época. La celebración diaria del Oficio Divino y de la Misa conventual se llevaba a cabo con la debida pausa, con una gran complejidad ceremonial y con un esplendor en la puesta en escena casi teatral.

La orden cluniacense fue una herramienta decisiva en la difusión de la reforma gregoriana, cuyo objeto era eliminar una serie de vicios y malas costumbres adquiridos por el clero y garantizar una mayor independencia de los señores feudales a los monasterios. En paralelo, tendrá Cluny también responsabilidad en la difusión del canto gregoriano y en su adaptación a las formulas de la liturgia romana, renovando los modelos primigenios carolingios.

En el coro de la iglesia Cluny III había dos capiteles en cuyos lados estaban esculpidos los ocho modos del canto gregoriano y se sabe que ya estaban allí cuando el templo fue consagrado por el papa Urbano II en 1095. Se llamaba “modos” a las escalas musicales utilizadas en el canto llano.

De las ocho esculturas, solamente han llegado hasta nosotros las cuatro primeras, el resto han sufrido un deterioro irreparable a lo largo de los siglos. Sin embargo, han sobrevivido los textos que acompañaban a cada una.

La primera escultura representa a un intérprete afinando un instrumento parecido al laúd y expresa con su simbolismo que del primer tono dependen todos los demás. En la segunda nos encontramos con una mujer danzando, pues no hay danza sin música. El tercero presenta a un hombre barbudo con un instrumento en forma de V, como un salterio, y la leyenda indica que al tercero (al tercer día) Cristo ha resucitado. Finalmente, en el cuarto aparece un hombre que porta un yugo del que cuelgan tres campanas mientras tañe una cuarta con la mano.

Los textos que figuran debajo de cada una de las ocho imágenes son los siguientes:

Hic tonus orditur modulamina música primus Este primer tono comienza las armonías musicales
Subsequitur ptongus numero vel lege secundus Le sigue según número o ley el segundo
Tertius impingit Christumque resurgere fingit El tercero se impone y representa que Cristo ha resucitado
Succedit quartus simulans in carmine planctus Le sucede el cuarto que en su canto imita los lamentos
Ostendit quintus quam sit quisquis tumet imus El quinto muestra cómo baja quien se eleva
Si cupis affectum pietatis, respice sextum Si buscas el afecto de la piedad, mira al sexto
Insinuat flatum cum donis sptimus almum El séptimo recuerda al Espíritu con sus dones
Octavus santos omnes docet ese beatos El octavo enseña que todos los santos son beatos

Como podemos comprobar, a la técnica musical se le asoció un sentido moral y religioso de forma que los distintos sonidos que conforman los ocho modos esconden un consejo o una enseñanza.

Un comentario en «Los modos del gregoriano en los capiteles de la abadía de Cluny»
  1. Sabrá algo de la aplicación de los modos en la cuaresma? En esta semana santa grabé en un pueblo indígena de México el miserere en tres «tonos» distintos, que son tres distintos modos para cantar en los viernes de cuaresma, y precisamente el tercero se canta en semana mayor, cuando Cristo resucita

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