Impresiones íntimas. La flauta de Antonio Campillo, la viola da gamba de Jorge Miró el clave de Diego González inundan de belleza la Iglesia de las Mercedarias en Chueca.
El pasado sábado pudimos disfrutar de un concierto muy especial en Madrid.
Miradas de seda. Dieciocho íntimo evoca la experiencia de un concierto doméstico en la Europa del siglo XVIII.
El programa escogido constaba de piezas francesas y alemanas que fueron concebidas para ser disfrutadas en un espacio íntimo, privado, sin grandes aspavientos pero de una expresividad intensa.
El trío de excelentes intérpretes españoles de amplia trayectoria internacional estaba formado por Antonio Campillo, que tocaba una flauta de boj Martin Wenner, copia de un instrumento de Carlo Palanca de la primera mitad del siglo XVIII; Jorge Miró, con una viola da gamba Christian Brosse, copia de una Barak Norman de 1697; y Diego Fernández, que contaba con una copia de un clave de Bartolomeo Cristofori de inicios del XVIII realizada por Joop Klinkhamer.
El concierto se inició con obras que combinan rasgos italianos y franceses: el Segundo Concierto Real en Re mayor de François Couperin, compuesto para ser interpretado en Versalles, seguido por Jean-Marie Leclair, cuya Sonata en Mi menor emocionó a los asistentes con su característico melodismo.
Tras la Toccata en Mi menor de Johann Sebastian Bach se reunía de nuevo el trío para continuar con una obra de su hijo Carl Philipp Emanuel: la Sonata hamburguesa en Sol mayor, escrita durante sus años como maestro de capilla en la ciudad, que fue interpretada con virtuosismo por Campillo y con la flexibilidad y refinamiento propios del empfindsamer Stil.
Por último, sonaron obras del padrino de Carl Philipp y su antecesor en Hamburgo, el compositor y flautista Georg Philipp Telemann: la tremenda Fantasía para flauta en La mayor, primera pieza de su ciclo de 12 Fantasías para flauta, obra capital para el repertorio barroco del instrumento, y la Triosonata en La menor.
A la espectacular Iglesia de las Mercedarias Góngoras, situada en medio del bullicio del barrio de Chueca, le sentaba como un guante este concierto.
Enhorabuena a Aeterna Música por apostar por la interpretación histórica de calidad.
La música de cámara es diálogo, confrontación y acuerdo, es una construcción de relaciones humanas, y desde luego es una de las formas más placenteras de disfrutar de la música para ejecutantes aficionados o profesionales de cualquier edad.
Este concierto nos recuerda la práctica de los conciertos domésticos, que continúan siendo totalmente corrientes en nuestros días en muchos domicilios de Europa.
La excelente acogida que tuvo entre el abundante público, curioso y receptivo ante tal despliegue artístico, no hace sino demostrar el papel central que la música de cámara, el pequeño formato, la música secreta, entretenida, cercana, debe ocupar en la vida cultural de nuestras ciudades ˗y de nuestras casas.
Escrito por Paula Ríos