Corazón mío, no te consumas, o en el original italiano, Cor mio, deh, non languire, es la excusa para acometer la epopeya musical que llevó a cabo The Consort of Musicke de grabar la evolución del madrigal sobre un mismo texto, en concreto, un poema de Giovanni Battista Guarini.

Un nuevo lanzamiento de Cantus Records recupera este fascinante trabajo llevado a cabo por el conjunto de música antigua dirigido por Anthony Rooley.

Guarini, nacido en Ferrara en 1538 y cortesano del duque Alfonso II d´Este, escribió numerosa poesía destinada a ser musicada, especialmente en forma de madrigales, y sus versos cobraron no poca popularidad a lo largo de los siglos XVI y XVII.

Una de sus creaciones más adaptadas fue el poema Cor mio, deh, non languire, que alcanzó a conocer hasta treinta versiones distintas (teniendo en cuenta las serias, pues también estuvo sujeto a parodias), de las cuales solamente veintiuna han llegado a nosotros completas.

Precisamente, son las que ocupan los cortes de este proyecto.

La fama internacional de Giambattista Guarini la recibe sobre todo de su drama pastoral Il pastor fido, pero son numerosas sus composiciones poéticas destinadas a servir de texto para madrigales y su renombre alcanzó tales cotas que, en 1590, él y su paisano Torquato Tasso fueron definidos como “de los poetas más celebrados de Italia”.

Cor mio, deh, non languire es un poema “aparentemente insignificante”, nos dice Anthony Rooley en las notas interiores del libreto, y quizá es por ello que el texto pide ser musicado.

En cualquier caso, estos son los versos que lo integran:

Cor mio, deh, non languire
Che fai teco languir l´alma mia.
Odi fai caldi sospiri: a te gl´invia
La pietate, e ´l desire.
Mira in questi d´amor languidi lumi
Come il duol mi consumi.
S´ i´ ti potessi dar morendo aita
Morrei por darte vita.
Ma vivi, oimè, ch´ingiustamente more
Chi vivo tien nel´altrui petto il core.

La traducción al castellano sería la siguiente:

Querido corazón, te lo ruego, no te consumas,
porque mi alma languidecerá contigo.
Escucha mis suspiros ardientes: van a ti
cargados de piedad y de tierno anhelo.
Mira en estos ojos languidecientes de amor
como me consume el dolor.
Si mi muerte pudiera traerte alivio,
moriría para que pudieras vivir.
Pero vive, te lo ruego, ya que injustamente muere
quien de otras vidas depende la suya.

Guarini vivió el esplendor de la corte de Ferrara bajo Alfonso d´Este, antes de que el ducado fuese incorporado por el papa Clemente VIII a los Estados Pontificios, lo que determinó su declive como enclave cultural y su pérdida de influencia política en la Europa de la época.

Nicholas R. Jones (A Poetry Precise and Free: Selected Madrigals of Guarini, 2018) describe gráficamente el auge de Ferrara:

 “Los últimos años del siglo XVI fueron un periodo vital para la cultura música y artística en Ferrara.

La ciudad y la corte ducal florecieron bajo el patronazgo de la familia d´Este, que habían transformado la vieja fortaleza en el centro de la ciudad en un palacio renacentista suntuosamente decorado y lujosamente amueblado para los entretenimientos.”

 

El poeta, profesor de retórica antes de los veinte años, estuvo al servicio del duque Alfonso desde 1567 como cortesano y diplomático.

Allí entabló amistad con Tasso y en 1579 le sustituyó como poeta de la corte cuando este cayó en desgracia y fue encarcelado por el duque.

Abandonó el puesto en la corte hacia 1582 y se retiró a su propiedad, Villa Guarini, donde escribió su obra más famosa, Il pastor fido.

Aparte de la influencia que ejercieron sus textos en los creadores de madrigales, también está considerado Guarini como una referencia ineludible de los libretistas de ópera de su tiempo hasta la llegada del poeta Metastasio en el siglo XVIII.

El ejercicio musical llevado a cabo por The Consort of Musicke nos permite apreciar la evolución de la técnica musical a través de los siglos XVI y XVII.

Las notas interiores lo describen con precisión:

“Además de trazar la suerte de un poema (relativamente insignificante), este proyecto también nos permite disfrutar del desarrollo histórico de al menos dos corrientes musicales: en primer lugar, la maduración del estilo de la prima prattica, el florecimiento más pleno de la polifonía secular renacentista, y en segundo lugar el surgimiento y emancipación de la canción solista con acompañamiento de continuo a principios del siglo XVII, la seconda prattica.”

Nos hallamos, por tanto, ante un valioso testimonio del cambio entre las formas musicales del Renacimiento y el Barroco, a través de las versiones del poema que fueron creando los distintos músicos que aparecen en esta obra.

Nos ofrece este magnífico trabajo, veintiuna versiones del poema de Guarini, veintiún madrigales obra de veintiún autores distintos, desde Luzzasco Luzzaschi a finales del siglo XVI hasta Alessandro Scarlatti, a principios del XVIII.

Un lista de nombres de compositores que, como reconoce el propio Anthony Rooley en las notas que acompañan, no nos resultan demasiado familiares.

Y es que, citando textualmente:

“Este periodo, más que ningún otro en la historia de la música europea, abunda en nombres olvidados que se revelan como, al menos, buenos artesanos del arte musical y, en el mejor de los casos, genios anónimos.”

De esta forma, The Consort Musicke no conduce por este apasionante viaje para  -sin cambiar el texto del poema- conocer la pericia musical de estos “genios anónimos” (algunos como Alessandro Scarlatti o Caccini no tan anónimos) y el arte con que plasmaron estos versos en música.

La exquisita interpretación que realiza en conjunto dirigido por Rooley permite apreciar la obra en toda su belleza.

The Consort Musicke está formado por las sopranos Emma Kirby y Evelyn Tubb, los tenores Andrew King y Paul Agnew, Mary Nichols (alto) y Alan Ewing (bajo).

En el texto Anthony Rooley se pregunta por qué Cor mio, deh, non languire fue tan popular en su época si realmente  parece un poema del montón, de los muchos sobre amantes melancólicos que se escribían entonces, sin el poder de una obra universal.

Y es precisamente esa simplicidad lo que lo convierte en un texto ideal para la música: “en resumen, la sencillez, la claridad, la brevedad (y, casi podríamos añadir, la “banalidad”) del poema lo convierten en un tema perfecto para el tratamiento musical”.

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