El villancico se asocia tradicionalmente a la música religiosa que se canta en Navidad y que generalmente conmemora el nacimiento de Cristo.
Pero lo cierto es que es una forma o formato lírico que aparece en España en la segunda mitad del siglo XV y que entonces constituía un género de música popular laica.
Juan Vásquez, nacido en Badajoz en 1500 (más o menos, porque poco se sabe de su biografía), es uno de los máximos representantes de la composición de villancicos renacentistas, hasta el punto de que numerosas de sus piezas fueron adaptadas a cifra y publicadas en cancioneros por grandes vihuelistas de la época, como Enríquez de Valderrábano (Silva de las Sirenas, 1547), Diego Pisador (Libro de música para vihuela, 1552) o Miguel de Fuenllana (Orphenica Lyra, 1554).
Sus villancicos están concebidos para ser cantados a varias voces (cuatro o cinco), polifonía que se llama esta técnica, si recordamos; y para algunos estudiosos transformó el villancico polifónico tradicional patrio en el “madrigal castellano”, por las innovaciones que introdujo: repetición del estribillo y compases adicionales en forma de coda.
No todo el mundo está de acuerdo con esta afirmación: también se defiende que su música no difiere estructuralmente gran cosa de la de Juan del Encina, otro de los grandes compositores de canciones de la época.
No entro en tecnicismos de musicología de los que no entiendo.
Resulta curioso que a Vásquez se le redescubrió primero como poeta que como músico. A modo de ejemplo, reproduzco a continuación una de sus piezas amatorias que no está exenta de gracia:
Descendid al valle, la niña
que ya es venido el día.
Descendid, niña de amor,
que ya es venido el albor.
Veréis a vuestro amador,
qu´en veros, se alegraría,
que ya es venido el día.
Descendid al valle niña,
que ya es venido el día.
Vásquez gozó de gran popularidad en la primera mitad del siglo XVI, como demuestra la adaptación de sus obras por parte de los vihuelistas, los verdaderos rock stars de la época.
Siempre me pregunto por qué se han generado esas barreras entre nosotros y este tipo de música; por qué la vemos como algo elevado y distante, solamente apta para señores de pelo cano y mirada polvorienta.
A fin de cuentas, los villancicos de Vásquez son el equivalente a las canciones que escuchamos en las radiofórmulas actuales, tipo 40 Principales, y a pesar de lo lejano para nosotros de los temas que tratan, resulta apasionante y estimulante sumergirse en ese viaje al pasado del siglo XVI.