Para el maestro Jordi Savall, referente internacional de la interpretación e investigación de la música antigua, el contacto humano es fundamental, algo esencial.
“Cuando sales a tocar, lo primero que sientes es ese contacto con el público, que es lo que te sitúa en un estado de alerta. Porque todos los programas tienen un alto nivel de dominio, y puede haber un despiste, has de estar a la altura”.
Ese aplauso o incluso grito inicial que se produce en la sala cuando aparecen los músicos es lo que, según explica Savall, les lleva a esa inmersión necesaria para situarse al máximo nivel, para ofrecer lo máximo de sí mismos, “al tiempo que ves caras conocidas que te hacen sentir en casa”, añade.
A menudo sucede que el punto clave es el silencio que se crea en un momento dramático del discurso musical.
“Eso los intérpretes lo notamos”, prosigue Savall, quien confiesa que también disfruta mucho grabando en la colegiata de Cardona, el espacio idóneo al que siempre recurre.
“Allí, de madrugada, conecto también en cierto modo con el público: a aquellas horas y en el silencio más profundo estás en un estado de superación de la materia. Es eso que los franceses llaman el ‘suplemento de alma’, un suplemento que te hace olvidar el agotamiento y que te lleva a esa intensidad”.
A diferencia del concierto en vivo, al grabar puedes permitirte agotar ese límite, dice el maestro y violagambista.
“Ese límite es una fuente de emoción”.
Por lo que respecta a las iniciativas online que se ven estos días en las redes, Savall las ve como un signo de solidaridad, algo social.
“Pero un concierto supone otra dimensión, y esta dimensión interior del arte, ese acto creativo en que se produce el misterio del arte y la música, en el que puedes transmitir toda la belleza de una obra, no puede ser reemplazada”.
“Habrá que hallar soluciones de futuro –concluye–, aunque el mercantilismo no juega a favor: el valor de hacer un concierto en una pequeña sala como la capilla de Santa Àgata de Barcelona, por ejemplo, es maravilloso, pero hoy en día no se hace, porque no es rentable. Habrá que preguntarse si es que se puede comerciar con el arte, como no se hace con la sanidad o la educación, porque son esenciales”.
Jordi Savall
Jordi Savall es una de las personalidades musicales más polivalentes de su generación.
Da a conocer al mundo desde hace más de cincuenta años maravillas musicales abandonadas en la oscuridad de la indiferencia y el olvido.
Dedicado a la investigación de esas músicas antiguas, las lee y las interpreta con su viola de gamba, o como director.
Sus actividades como concertista, pedagogo, investigador y creador de nuevos proyectos, tanto musicales como culturales, lo sitúan entre los principales artífices del fenómeno de revalorización de la música histórica.
Como todo ciudadano, a Savall también le ha tocado guardar cuarentena en su casa debido al de estado de alarma decretado por el Gobierno como consecuencia de la pandemia de coronavirus.
El violagambista de Igualada quuiso enviar un mensaje de ánimo: «Todo mi afecto y solidaridad, estimados amigos, en estos momentos de incertidumbre de sufrimiento. Esperamos que la música nos ayude un poco a reencontrar la paz y la esperanza».
Y, por supuesto, el mensaje va a compañado de música, de la canción popular catalana El canto de los pájaros, que Savall toca aquí con eterna compañera, la viola da gamba, en una grabación casera realizada por su propia esposa, Maria Bartels.