Aun siendo una novedad, los más insignes compositores desde el siglo XVI comenzaron a levantar sobre el texto de Jeremías algunos de los más importantes monumentos sonoros.
Todas conformaron auténticas colecciones de piezas musicales de una belleza extraordinaria, sólo comparable a la misma naturaleza poética de los textos bíblicos sobre los que se basan.
Músicas que, en los días centrales de la Semana de Pasión llenaron de lamentos, de música y poesía los templos de toda Europa.
Es el mismo Dufay quien se da cuenta de su creación a Piero y Juan de Medicis, en una carta cuya fecha es de 1456».
El texto original contenido en la Biblia, tras el Libro de Jeremías (Antiguo Testamento), se presentaba como base ideal para la composición.
Inicialmente las Lamentaciones es una colección de cinco composiciones (cantos de dolor) que reflejan en un tono difícilmente superable la destrucción de la Ciudad Santa y del templo (hecho ocurrido hacia el año 587 a. de C.). Ingeniosamente, Dufay comparaba la destrucción de Jerusalén con la caída de Constantinopla, realidad que históricamente tuvo importantes repercusiones en la Europa del momento.
Esta incorporación del texto original que cantaba la destrucción de Jerusalén fue realizada y adaptada bajo el halo de una amplia simbología como la que rodeaba al catolicismo del siglo XVI.
Para ello, siguiendo la teología de los profetas, se comparaba la destrucción de Jerusalén con un justo castigo de Dios por los pecados cometidos. Pero este castigo en la intención de Dios es un castigo purificador camino a la conversión y a la verdadera fe.
El castigo es duro pero detrás de él y de un seguro arrepentimiento se encuentran los brazos abiertos de Dios para acoger de nuevo a su pueblo.
Dada la naturaleza poética de estos lamentos, las Lamentaciones bíblicas se convirtieron en un elemento central de los tres días fundamentales de la Semana de la Pasión, y como terrible recordatorio de esta destrucción del templo que significaba la muerte de Cristo.
Estructura del Libro y composición de las Lamentaciones
Las cinco lamentaciones comienzan compuestas a su vez por una serie de versos encabezados por una serie de palabras cuya inicial recuerdan las palabras del alfabeto hebreo: Alef – Beth – Guimel – Dalet – He – Wau – Zain – Jet – Tet – Yod – Kaf – Lámed – Mem- Num – Sámec – Ayin – Pe – Sade – Qof – Res – Sin – Tau.
Todas poseen un tremendo tono desagarrador en el que se adivina la destrucción de un reino ejemplificado a través de la destrucción de la ciudad.
Quizá lo más interesante y «mágico» es que la totalidad de las lamentaciones están construidas conformando un acróstico, es decir, que las primeras letras, medias o las últimas forman una palabra u oración que a su vez son las que encabezan cada pasaje. Cuestión por otro lado habitual en una parte de los escritos de tradición antigua en el Oriente Medio.
De otra forma, era una música reservada para su interpretación durante los días claves de la Semana Santa. Inicialmente comenzó siendo un oficio matutino, es decir, que se interpretaba al alba, antes del amanecer, cuando el día aún rayaba las tinieblas. En el tránsito del siglo XVII al XVIII, cambiaron sustancialmente.
Éstos, los oficios o Lamentaciones, fueron trasladados al caer la tarde con lo cual se adelantaban un día: comenzaban el miércoles, para acabar el viernes. Los oficios compuestos por M.A. Charpentier, ya responden a esta modificación.
Las correspondientes al Viernes, in Feria VI in passione domini (la pasión del Señor, Viernes Santo), también integrada por tres lecciones: Het, Misericordiae, Lamed, Matribus, Aleph, Ego vir, Las correspondientes al Sábado Santo eran similares: Heth, misericordiae, Aleph, Quomodo sedet, y la lección tercera que Victoria intitula como Incipit Oratio, u oración de Jeremías, que es la quinta y última de las lamentaciones.
Las compuestas hacia 1564 por Cristóbal de Morales (de las cuales sólo las correspondientes al oficio del Sábado Santo y la Oratio Jeremiae son suyas, las otras pertenecen a Costanzo Festa) son una muestra de esta realidad.
Todas muestran una estructura similar, lo que nos permite afirmar la temprana consolidación del género en la primera mitad del siglo XVI. Básicamente siguen las fórmulas salmódicas en los que se refiere a los los esquemas tonales.
Las Lamentaciones de Morales conservadas en Toledo están basadas en un cantus firmus, que camina de forma independiente del resto de las voces en el sentido de que éstos rara vez toman de aquél algún motivo temático.
El uso del cantus firmus sigue en cierto sentido la tradición compositiva hispana y más concretamente la toledana.
No en vano, en las Lamentaciones los melismas gregorianos estuvieron muy presentes. Podríamos incluso señalar que fueron respetados (incluso en los siglos XVII-XVIII) por la práctica totalidad de los maestros compositores.
Lógicamente, éstas, aun conservando la forma, variaron en el fondo y se adaptaron perfectamente a la estética musical del barroco. Buenos ejemplos de las mismas las tenemos en las que compusieron los fanceses Marc-Antoine Charpentier, François Couperin (1714) aunque sólo el primer oficio y Michel-Richard Delalande (1730). En el caso español muy populares en su momento por su belleza fueron las que compuso Fray José de Vaquedano.
Entrada publicada por Luisa D. Camacho el 3 de febrero de 2013 en Resonare fibris
Juan Luis Montaña Conchiña
Excelente!! Que genial
muy relajante…. bella….
Un molt bon article