Aquellos no demasiado versados en la historia de Inglaterra probablemente le recuerden solamente como el mayor maltratador de mujeres de todos los tiempos: de seis esposas que tuvo dos fueron ajusticiadas por él y de otras dos se divorció, algo que en su época suponía un rechazo público y una gran afrenta para la repudiada. A otros en cambio les sonará su nombre como el del monarca que rompió los lazos de su país con el Vaticano creando la Iglesia de Inglaterra, una variante local del culto protestante
Pero lo cierto es que Enrique VIII Tudor, aparte de la proyección de sus problemas con las mujeres y de sus decisiones políticas que nos ha llegado, fue con diferencia el rey europeo de su época más implicado con la música, albergando en su corte a la flor y nata de los músicos de aquella primera mitad del siglo XVI. Aparte de su faceta como mecenas de las artes, el propio Enrique fue un gran intérprete y un no menos destacado compositor.
Aunque es cierto que los manuales para monarcas que circulaban por las cortes renacentistas, como El príncipe de Maquiavelo o El libro del cortesano de Castiglione, establecían la obligación de que los mandatarios protegiesen y estimulasen el cultivo de las bellas artes, parece ser que la pasión musical del rey Tudor iba más allá que el mero fomento de la cultura, como diríamos hoy en día.
Enrique VIII, nacido en 1509, recibió una educación muy completa para la época en todos los sentidos, de forma que, como le describe Sagudino, el embajador de Venecia:
“Habla francés, inglés y latín, y un poco de italiano, toca bien el laúd y el clavicordio, canta leyendo de libro, tensa el arco con más fuerza que cualquier hombre de Inglaterra y justa de maravilla”.
Su afán de promover y apoyar la música le lleva a rodearse en su corte de un gran número de profesionales procedentes de toda Europa. Se cuenta que mientras su abuelo Eduardo IV solamente dio empleo a cinco músicos en la corte, él llegó a tener cincuenta y cuatro. Se puede detectar en los escritos de la época la presencia en Inglaterra entre otros de Philip van Wilder, compositor e intérprete de laúd; Domynyk y Adryan, trompetistas; Guillam Troche y Piero Guye, flautistas; Hans Aseneste, violero; y especialmente, Benedictus de Opitiis y Dionisio Memmo, organistas de su majestad,que gozaban de su amistad y del privilegio de acceder a sus aposentos.
Existe una obra que ha llegado hasta nosotros y que recoge las composiciones que sonaban en la corte del monarca Tudor. Se trata del llamado Libro o Manuscrito de Enrique VIII, que es el equivalente británico a nuestro Cancionero de palacio, y que incluye más de 100 melodías de los músicos cortesanos de las cuales 33 están firmadas por el rey Enrique. Por lo general son composiciones para ocasiones o eventos específicos, muchas de las cuales versan sobre el amor.
Gran parte de las piezas que contiene el Manuscrito son canciones para su interpretación vocal, aunque también están presentes los temas instrumentales que se denominan consorts. Existe un problema con las composiciones instrumentales del monarca y es que el libro no deja claro para qué instrumentos están escritas e incluso, en algunos casos, se presume que pueden ser ejercicios de práctica musical no destinados a la interpretación pública.
Corre la leyenda por los terrenos de la música antigua de que la popularísima canción Greensleves fue compuesta por Enrique VIII. Incluso se especuló con que la dama de mangas verdes que protagoniza la pieza era nada menos que Ana Bolena. Pero los expertos tienden a rechazar esta tesis pues la canción tiene una influencia italiana en su composición que es de una tendencia que llegó a las costas británicas después de la muerte del rey en 1547.
No obstante, Enrique VIII consiguió lanzar un megahit, como diríamos ahora, que se llamó Pastime with Good Company. Parece ser que la melodía pegadiza y la letra pronto se extendieron por toda la corte e incluso al inframundo de las tabernas y calles londinenses. Isabel I, la hija de Enrique, que era una excelente intérprete de tecla, siempre la distinguió como su canción favorita.
Por último destacar que Enrique VIII fue también un gran coleccionistas de instrumentos musicales. Se habla de que poseía 78 flautas, 10 trombones, 14 trompetas, 5 gaitas… y muchos más.
Se trata en suma de un hombre con un gran talento y sensibilidad artística. Una sensibilidad musical que no tuvo para con el género opuesto, este rey-músico que no amaba a las mujeres.