Uno escucha su música y se detiene, como si hubiese existido siempre, como si nos estuviesen contando una historia conocida, familiar, cercana y a la vez tan misteriosa como la misma existencia.
Escuchar la música de Bach en nuestra época, en el siglo XXI, es como recibir un soplo de aire fresco, sin contaminar, libre de la presión de los problemas y las angustias.
Como un padre que le habla al hijo de las experiencias, del dolor, de la esperanza, de los sueños, de la vida y de la muerte.
Bach nos habla con su música de la eternidad, de Dios, de la grandeza de la vida.
Él solo quiso vivir de su música sin mayores aspiraciones que ella.
En su época fue poco conocido como compositor pero sí estaba considerado como un gran organista.
No quiso ni buscó la fama, el ideal del ser humano por entonces era la conexión con Dios.
Su música se ha interpretado por cientos de miles de músicos, en las escuelas, en las catedrales, en salas de concierto y por las mejores orquestas del mundo.
Se toca su música con clave, con piano, con órgano, coros, orquesta, sintetizadores, ordenadores, etc.
Siempre intemporal e inmortal.
Bach, el genio de los genios.
Música perfecta, música del Universo, las matemáticas se convierten en pura poesía musical en sus obras:
Suites para Cello, El clave bien temperado, Los conciertos de Brandenburgo, las dos Pasiones, conciertos para instrumentos solistas (flauta, oboe, violín, clave…), las maravillosas Variaciones Goldberg, el Arte de la Fuga, las hermosas Arias y un sinfín de fantásticas obras de una belleza incalculable.
Johann Sebastian Bach…el genio, el músico, el poeta…el hombre.