LAS mejores previsiones que teníamos sobre el conjunto sevillano se han confirmado. Sin duda, la Orquesta Barroca de Sevilla es el mejor conjunto, especialista en ese período musical, que ha pasado por la semana estellesa en mucho tiempo.

Su peculiar y afinadísimo sonido; brillante donde los haya; su forma fogosa y contrastada de abordar el barroco; su total compenetración en respiración e impulso; la expansión hacia el espectador de la entrega y entusiasmo que desbordan sus intérpretes, hacen, en fin, que todos nos elevemos a disfrutar un barroco fundamentalmente expresivo, donde ni un compás está dado sin intención, donde no hay transición entre las partes para que aparezca el aburrimiento.

Un sonido de volumen amplio y atrevido en los fuertes, que, sin embargo es, a la vez, purísimo, aquilatado, que admite todo el adorno que se quiera; junto a un brillo que refulge cegador, o se apacigua en unos matices panísimo dejados al aire de la bóveda y al silencio más absoluto de los espectadores, cómplices de los músicos desde el primer compás al último.

En el programa, ciento cincuenta años del barroco italiano. Con un sorprendente Castello, contrastado hasta el extremo de los matices (ff-pp), que abría la sesión; hasta el cierre del programa: la magnífica y conocida La Follía de Geminiani, que lleva el tema hasta una gama de variaciones asombrosas, desde las más solemnes y tranquilas, hasta las más virtuosas.

Sin duda, el atractivo mayor de este grupo es el sonido de conjunto; pero, cuando el solista de oboe y el director y violinista Onofri abordan los solos de los conciertos, la excelencia se mantiene.

Alfredo Bernardini -que sustituía al anunciado Molly Marsh- defendió el concierto para oboe de Albinoni acogiendo un tempo sentado, muy preciso, para que todo sonara con claridad, incluido el abundante adorno, en los movimientos rápidos.

En el adagio -lento, lleno de misterio-, hizo alarde de inagotable fiato, al comenzar el movimiento con una muy expresiva messa di voce.

Enrico Onofri -responsable, sin duda, de la original sonoridad de esta orquesta- abordó todo Vivaldi -desde la dirección y como solista- sin renunciar a la belleza de los colores agrestes de la cuerda, de los ataques de arco rotundos, de la poderosa presencia de los graves, de la delicada pasamanería del clavecín.

Todo en un tempo ágil, pero nunca precipitado, y dentro de una concepción de especial luminosidad -el claroscuro del barroco sevillano-.

La complicidad con su grupo es tal, que cuando el resto de intérpretes debe secundarle en algún dúo, o en la concertante sonata de Legrenzi para cuatro violines, la calidad, el tactus, la intención en el estilo, el equilibrio, en fin, son absolutos.

Habría que citar a todos y cada uno de los intérpretes -españoles prácticamente todos, por cierto, con lo que se consolida una excelente escuela-; pero como muestra me detengo en la violonchelista Mercedes Ruiz, que pechó con unas variaciones sobre La Follía francamente arrebatadoras: por virtuosismo y garra interpretativa.

Concierto de referencia. El público, sin querer irse y con aplausos cerrados y bravos, se vio recompensado con una propina -Siciliana de Vivaldi- y el bis del último movimiento del concierto de oboe.

Si aquí hubiera la tradición de otros festivales europeos, haríamos a esta agrupación sevillana la orquesta Residente de la Semana.

Barroco italiano y sevillano 43 Semana de Música antigua de Estella.

Intérpretes: Alfredo Bernardini, oboe solista; Enrico Onofri, violín solista y dirección. Programa: Obras de Castello, Legrenzi, Albinoni, Vivaldi y Geminiani. Lugar y fecha: Iglesia de San Miguel de Estella. 3 de septiembre de 2012. Llenos los bancos centrales.

Escrito por Teobaldos para www.noticiasdenavarra.com

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