La música de Johann Sebastian Bach es una pasión constante en la vida personal y artística del violagambista y director de orquesta catalán Jordi Savall.

Lo es en el plano espiritual y también como compositor de cabecera del movimiento historicista con instrumentos de época, del que es uno de sus grandes pioneros. Tras ampliar su legado bachiano con interpretaciones de sus grandes Pasiones, el Magnificat y la Misa en si menor —todas ellas grabadas en su sello Alia-Vox—, Savall ha dirigido, por primera vez en su carrera, el Oratorio de Navidad, BWV 248 en dos conciertos consecutivos en el Palau.

Majestuoso, espiritual, cálido y con detalles de musicalidad exquisita.

Así sonaron en el primer concierto las primeras tres cantatas del ciclo de seis que integran el Oratorio de Navidad, destinadas a conmemorar las diferentes festividades entre Navidad y Reyes en el invierno de 1734, cuando Bach ejercía el cargo de Kantor en la ciudad de Leipzig.

En ellas utilizó con habilidad y brillantez la técnica paródica, reutilizando y adaptando anteriores partituras al nuevo texto litúrgico.

En España, su primera audición íntegra tuvo lugar el 22 de diciembre de 1969 en el Palau, interpretadas por el Orfeó Català y la Orquestra Ciutat de Barcelona (actual OBC) bajo la dirección de Lluís Maria Millet.

La doble sesión del ciclo Palau Bach ha celebrado con júbilo los 50 años de tan singular efeméride en el templo modernista, y lo ha hecho con una lectura de Savall marcada por el rigor estilístico y la búsqueda de una emoción musical sin la mínima distorsión romántica.

La gran baza de las interpretaciones bachianas de Savall es la calidad instrumental y coral de Le Concert des Nations y La Capella Reial de Catalunya, con una saludable combinación de virtuosismo, transparencia sonora, musicalidad y finura camerística a la hora de subrayar la perfección de la escritura bachiana.

El buen pulso, la inspiración y la energía de Savall —ofreció las tres cantatas sin descansos, con breves pausas para la afinación y pidió al público que reservara los aplausos para el final de la velada—, aseguró la fluidez y la luminosidad coral.

En el equipo de solistas vocales destacó la expresividad, calidez y dominio del estilo del contratenor Raffaele Pe, que brindó los momentos de más extraordinaria belleza vocal; la soprano Katja Stuber y el bajo Thomas Stimmel resolvieron con buen estilo sus intervenciones, pero el tenor Martin Platz alternó aciertos expresivos con una emisión irregular.

JAVIER PÉREZ SENZ | elpais

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