Resulta difícil encontrar ejemplos de niños compositores antes de 1700, aunque después, por supuesto, siempre tenemos en mente el ejemplo genial de Mozart.
Barry Cooper realizó el ejercicio de identificarlos en su libro Child Composers and Their Works. A Historical Survey (2009) y el resultado es francamente pobre.
En el siglo XVI, señala los casos de Barthélemy Beaulaigue y de Claudio Monteverdi, y, del Barroco, nos remite a la Inglaterra de la Restauración, en donde el capitán Henry Cooke formaba a los niños de coro de la Capilla Real, quienes fueron los autores de hasta quince himnos, aunque no disponemos de información sobre si esta tradición de niños creadores perduró.
Giovanni Bononcini, nacido en 1670, había creado a la tierna edad de quince años tres colecciones instrumentales que abarcaban unas treinta y seis piezas, pero no se tiene noticia de la obra de adolescencia de genios de la época como Bach o Händel, o, por lo menos, no ha llegado hasta nosotros.
Si viajamos más atrás, hacia la Edad Media, la situación es todavía más desoladora, y Cooper solamente menciona el producto musical perteneciente a la juventud del rey Enrique VIII, que juzga de escasa calidad, y las canciones que el francés Philippe Basiron (nacido en torno a 1449) supuestamente compuso antes de los veinte años, y que por su valía fueron integradas en los cancioneros de la época.
Merece la pena detenerse en la figura de Basiron y sus chansons a tres voces, si bien, y sin ánimo de destruir su leyenda de niño genio, hay que advertir que hay quienes cuestionan que esas composiciones tengan su origen en esa parte de la vida del autor.
Aunque no se sabe a ciencia cierta si nació allí, la infancia de Philippe Basiron está unida a la ciudad de Bourges, en el valle del Loira, puesto que ingresó como niño del coro de la Santa Capilla del palacio real en 1458.
La capilla había sido construida entre 1392 y 1405 para el duque Jean de Berry, e, inicialmente, comprendía un personal compuesto por trece canónigos, trece capellanes, trece vicarios y seis chicos del coro.
El reconocimiento de las habilidades musicales de Basiron por parte de sus maestros queda reflejado en el hecho que en 1463 la institución adquirió un instrumento de tecla, un manichordum, para que el joven continuase sus estudios de órgano y de contrapunto.
Su carrera comienza una proyección interesante a partir de 1464, cuando a la edad de quince años se convierte en el instructor de sus compañeros, los niños coristas.
Dos años más tarde alcanza el grado de vicario coral de la institución, y, en 1469, consigue ocupar el puesto de magister puerorum, y viaja a París para ser investido en el cargo.
Este músico cuenta entre su obra con varias misas, de las que han llegado hasta nosotros cuatro, tres motetes, y hasta seis canciones recogidas en los cancioneros de la época.
Precisamente, son estas últimas piezas las que suscitan más controversia en el mundo de la musicología medieval.
De acuerdo con la tesis comúnmente aceptada, Philippe Basiron compuso estas chansons a tres voces cuando tenía cerca de veinte años -algunos autores subrayan que mucho antes-, razón por la cual tradicionalmente ha gozado de una fama de niño prodigio.
En concreto, sus creaciones están incluidas en los denominados cancioneros del Valle del Loira, una serie de recopilaciones de canción profana francesa, que conservan hasta 424 piezas que fueron recogidas en dicha región entre 1460 y 1470.
Los cancioneros del Valle de Loira que conservamos suelen llevar el nombre del lugar donde fueron localizados.
De esta forma, podemos citar los siguientes cinco: Copenhague, Dijon, París, Laborde y Wolfenbüttel.
Estos manuscritos ofrecen una panorámica de la evolución del ambiente cultural de las cortes francesa y borgoñona.
Por lo general, se trataba de ediciones de pequeño tamaño, pero lujosamente iluminadas.
Las canciones de Barison que están incluidas en estos chansonniers son las siguientes: Nul ne l’a telle, sa maistresse, Je le scay bien ce qui m’avint, De m’esjouir plus n’ay puissance, y Tant fort me tarde ta venue.
Ahora bien, algunos expertos opinan que la calidad y el estilo innovador que aportan estas cuatro composiciones exceden con mucho las habilidades musicales que podía ostentar un chico del coro.
Todo ello apunta a que podían haber sido compuestas bastante después de la juventud del músico.
No obstante, Peter Woetmann Christoffersen (The chansons of Basiron’s youth, 2013) defiende que las seis piezas de Philippe Basiron ya circulaban y eran conocidas por la Francia central antes incluso de haber sido incorporadas a los cancioneros.
Es más, afirma que sus canciones en las recopilaciones del Valle del Loira no las escribió de niño, sino ya casi con veinte años, en torno al final de la década de 1460.
A su juicio, nuestro hombre tuvo que haber creado un nutrido repertorio de composiciones de amplia difusión a lo ancho y largo del país, para poder alcanzar la fama necesaria para que su obra pudiese ingresar en los cancioneros.
Si los escribas que crearon los cancioneros de Wolfenbüttel y Laborde, hacia 1470-71 seleccionaron obras de Basiron fue porque su nombre era lo suficientemente popular y conocido en el mundo de la música; nunca les hubiera llamado la atención la creación de un chico del coro desconocida por todos.
De alguna forma, esto tira abajo la teoría comúnmente aceptada de que las canciones del niño Philippe Basiron llegaron a entrar en las recopilaciones de canciones populares francesas de finales del siglo XV.