Según un estudio de la Unión Europea, está bajando el número de personas que se involucran en conciertos: tanto público, como organizadores e intérpretes.

Que el público en general está bajando la frecuencia con la que acude a conciertos o que su media de edad crece, lo venimos observando desde hace tiempo.

A ello no ayuda desde luego la “crisis”, ni la subida del IVA a actividades culturales, ni los problemas que afectan a la educación musical.

Sin embargo, ¿a qué tipo de conciertos se refiere? En España en concreto el flamenco y el jazz hace 30 años disfrutaban de mucha menor actividad.

¿Somos un continente menos “cultural” porque vamos menos a conciertos de música antigua, clásica, al ballet o a la ópera?

Ya de entrada habría que definir lo que entienden por “cultura” quienes han realizado este estudio.

Quizás se refieran más a “alta cultura” o lo que en alemán llaman “Hochkultur” para referirse a música antigua, clásica, teatro, ballet, ópera o museos.

Allí, a pesar de la imagen que tenemos de Alemania como tierra de cultura, solamente un 9% de la población está interesada en la “Hochkultur”.

En cuanto al concierto de música antigua y clásica, la “crisis” puede ser una pequeña parte de la explicación, pero desde luego no toda. Salzburgo, la ciudad donde vivo, se tiene como paraíso de la música y la cultura.

Sin embargo, en un seminario reciente de la Fundación Mozarteum nos hablaban de cómo el público ha ido disminuyendo en los últimos 20 años, sobre todo en lo que se refiere a música de cámara o recital de piano.

Yo he tenido la oportunidad de ver el tipo de público que va a estos últimos conciertos y se divide en dos grupos muy marcados: gente de edad avanzada de media (60 años en adelante sobre todo) y estudiantes de música. La brecha generacional es más que evidente.

En Estados Unidos, según este artículo, en 1982 un 13% asistió al menos una vez a un concierto clásico, un 11,6% en 2002 y un 8,8% en 2012.

También explica que en 1937 la media de edad en un concierto de la Orquesta de Los Ángeles era de 27 años.

¿Cuál es la media hoy en día? Se me antoja lejos de esos 27 años.

El concierto clásico

El concierto clásico, tal y como lo concebimos hoy en día, ha permanecido prácticamente invariable desde hace muchas décadas: repertorio canónico de unos cuantos compositores en salas donde sucede una especie de ritual al que nos hemos acostumbrado: aplausos en lugares muy definidos, escucha inmóvil, en silencio y toses entre movimientos.

Muchas salas donde se toca hoy en día música clásica se empezaron a construir a partir de 1870: el Carnegie Hall en Nueva York, el Royal Albert Hall en Londres o la Musikverein en Viena.

En España el Palau de la Música Catalana se inauguró en 1908.

A pesar todos los cambios en las últimas décadas a todos los niveles, los espacios de conciertos siguen siendo los mismos.

El repertorio a su vez ha permanecido muy inmóvil y sobre todo el formato sigue siendo igual que hace más de un siglo.

Al final resulta en una pescadilla que se muerde la cola: si programo un concierto muy innovador no viene mi público de siempre, pero si no cambio y experimento ese público va lentamente disminuyendo.

Habrá que ver si salas para 2000 personas son adecuadas para el concierto del futuro o volveremos a espacios más reducidos.

Cuestión social

Estos espacios por tanto han quedado algo anacrónicos y ajenos para gran parte de la sociedad.

Para nosotros los músicos es algo obvio ir a un auditorio, pero no lo es para una gran parte de la población.

Hace poco invité a un amigo al concierto de año nuevo de la Orquesta Ciudad de Tres Cantos.

Me preguntó cómo tenía que ir vestido, con algo de preocupación de no dar la nota y encontrarse fuera de lugar en este grupo social.

Esta anécdota es mucho más común de lo que podemos pensar.

Yo mismo en un concierto en una peña flamenca me puedo sentir algo desubicado, aunque me encante la música que escucho.

Al fin y al cabo un concierto es un acto social y entran muchas variables además de la música en sí misma.

El ritual de un concierto no es el mismo para clásica, jazz o flamenco.

Ni siquiera dentro de la música clásica, donde en concreto la ópera ocupa un lugar propio, muchas veces también con un público propio y sus propias reglas.

¿Somos menos culturales?

No lo creo. Pienso más bien que accedemos a la cultura de otra forma. Por poner un ejemplo, ¿quién es más cultural de estas dos opciones?

– Año 1980, Javier estuvo en 30 conciertos: 28 de música clásica y 2 de jazz. Compró 12 CDs durante ese año que escuchó repetidas veces junto con otros de su colección.

– Año 2013, Laura ha ido este año a 20 conciertos: 8 de música clásica, 7 de jazz y 5 de flamenco. Todos los días escucha música a través de Spotify y visualiza vídeos en Youtube.

¿Es Laura menos cultural que Javier?

¿Es menos cultural visualizar una tarde de sábado un vídeo de YouTube de un concierto completo y a continuación salir a cenar, que ir al auditorio de tu ciudad a escuchar la programación de ese día?

Por otro lado, en la escena española, el jazz y el flamenco han tomado mucho protagonismo en los últimos 20 años, surgiendo numerosos espacios para ellos.

Como explicábamos en el post de bienvenida, las instituciones poco a poco van otorgándoles un reconocimiento, incorporándolos a los centros oficiales de enseñanza musical. Todo ello con un público en general más joven que además ha demandado y apoyado estos géneros

Nuevas tecnologías

Si hay algo que ha revolucionado el acceso a la música, esto ha sido internet. Ahora disponemos de Spotify, YouTube, Soundcloud y muchas más opciones con las que escuchar infinita música cuando queremos y donde queremos.

Esto ha hecho que la cultura se consuma de otra manera.

Hace 30 años ir a un concierto clásico era una experiencia más atractiva, pues musicalmente representaba un acontecimiento especial.

Para muchos antes de internet, el simple hecho de escuchar determinada obra era algo con un gran atractivo: había que esperar y tener suerte si la ponían en la radio o la programaban en un concierto.

Hoy mediante el acceso inmediato a todo estamos sobreestimulados y es más difícil despertar la curiosidad y el interés, teniendo además los conciertos que competir con multitud de otros eventos y ofertas de ocio.

Curiosamente esto es un problema que no afecta tanto al jazz o al flamenco: por su carácter improvisatorio e irrepetible, no han hecho sino ganar protagonismo. También la música antigua ha sabido buscar y encontrar sus propios espacios.

Esto puede verse como un gran drama para el concierto o quizás como una oportunidad para reinventarlo…

El futuro

Volviendo al ejemplo anterior ¿qué puede hacer a la persona que se queda en casa viendo un concierto en YouTube del ejemplo, salir e ir a la sala de conciertos? Personalmente no creo que esto sea una solución.

La respuesta sin duda es: ofrecerle algo que no pueda encontrar en YouTube.

Propuestas

Conciertos comentados, cercanía e interacción con el público.

Conciertos didácticos y pedagógicos.

Conciertos con una temática y una idea muy definida como en la Fundación March.

Conciertos mezclando otras disciplinas: con danza, con pintura, con literatura, fotografía…

Conciertos mezclando estilos: Lootro hace poco ofreció un programa en el mismo evento combinando música medieval y jazz, eso sí, desde la máxima calidad.

También Francisco Tristano es un buen ejemplo de ello.

Si el público se queda en casa: conciertos en vivo en Streaming. Para esto hacen falta muchos medios, pero Viena o Múnich ya lo ofrecen: óperas en vivo en casa.

Te muestro un vídeo de un festival en Alemania que sirvió de experimento para otras propuestas.

En Esslingen consiguieron bajar la media de edad del público considerablemente y el público sentía que no había presenciado un concierto de música clásica, sino otra cosa distinta…

Por último y resumiendo, no creo que la música antigua y clásica esté en crisis: en China 50 millones de niños estudian piano clásico y muchos vídeos en YouTube tienen millones de visitas.

Sí creo que en occidente, el formato tradicional de concierto lo está.

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