“He who hath a human soul, and music hates
Hates his own soul that´s made harmoniously”
(“Quien tiene un alma humana, y la música odia,
odia su propia alma, que está hecha con armonía”)

El texto precedente más que una cita, es una declaración de principios.

Pertenece a la pieza Who hath a human soul del compositor inglés Walter Porter y está incluida en su libro de madrigales y ayres de 1632, que recientemente ha editado el sello Cantus Records sobre una grabación realizada por el conjunto británico The Consort of Musicke.

Se trata de una agrupación mítica en el campo de la música antigua que, bajo la dirección del laudista Anthony Rooley, ha centrado en gran parte sus grabaciones en los compositores británicos del Renacimiento y el Barroco temprano.

El disco que presentamos en esta ocasión es una de las obras pertenecientes a las grabaciones históricas de The Consort of Musicke Heritage Collection, que ahora edita en España Cantus Records.

No se puede negar, al escuchar sus composiciones, que el alma de Walter Porter estaba hecha de armonía y ahora gracias a esta publicación podemos disfrutar, en palabras de Rooley, del “ingenio, el encanto, la variedad y el elemento artesanal de su música”.

El título completo de la obra es Madrigales and Ayres of two, three, foure, and five voyces, with the continued bass, with Toccatos, Sinfonias, and Ritornelles to them.

After the manner of Consort Musique. To be performed with the Harpsechord, Lutes, Theorbos, Bass viol, two Violins, or two Viols.

Consta de veintiocho piezas de las cuales The Consort of Musicke llegó a interpretar diecinueve.

¿Por qué deberíamos escuchar a Walter Porter? ¿Qué es lo que hace tan atractiva su obra? Varias son las razones.

En primer lugar, se trata del único compositor británico que llegó a estudiar con Claudio Monteverdi.

En consecuencia, sus creaciones adquirieron una influencia italiana que las distinguía abiertamente de la tradición musical inglesa de la época.

Por último, su figura sirve de puente, sobre la era turbulenta de la Guerra Civil y la Commonwealth, entre la era dorada de las artes que conocen las Islas Británicas entre los siglos XVI y XVII y el resurgimiento de las formas musicales de la era de la Restauración de los Estuardo.

Charles W. Hughes (Porter, pupil of Monteverdi, 1934) expuso esto último de forma muy gráfica cuando destaca que el interés de Porter está en su “indecisión”, que le lleva a, por una parte, anticiparse al futuro, y por otra, a aferrarse al pasado de los músicos cuyo tiempo ya había concluido en la época en la que le tocó vivir:

“The age of Wilbye, Morley, and Byrd was past.

That of Locke and Purcell was yet to come.

It is Porter´s indecision -now anticipating the future, now clinging to the past- that makes him a figure of special interest”

El año exacto de nacimiento de Walter Porter no parece estar claro.

Mientras que Hughes lo sitúa en 1595, fecha que comparte Manfred Bukofzer (Music in the Baroque Era, 1947), otros la adelantan hasta 1588 o 1587.

Su padre, Henry Porter, también era músico y formaba parte de los sacabuches de Su Majestad Jaime I.

Su formación en Italia con Monteverdi tuvo que tener lugar antes de 1616, pues ese mismo año entra a formar parte de la Chapel Royal, la capilla real británica.

La evidencia de que estudió con el genio de Cremona es una inscripción que el mismo Porter realiza a tinta en la introducción de su libro Mottets of Two Voyces, en la versión que se conserva en Oxford, y en la que se puede leer: “My good friend and Maestro” seguido de “Monteverde”.

En 1618 se convirtió en tenor de la Chapel Royal y en 1639 fue nombrado maestro de coro de la abadía de Westminster, hasta que pierde el puesto en 1644 y entra al  servicio de sir Edmund Spenser hasta 1656.

Parece ser que murió pobre en el año 1659.

Solamente han llegado hasta nosotros dos obras suyas, la que protagoniza el disco que nos ocupa y el arriba citado libro de motetes.

La Revolución Inglesa y la ejecución de Carlos I Estuardo en 1649 dejaron a los músicos profesionales sin posibilidad de tocar en la corte.

El puritanismo del gobierno republicano prohibió en gran medida las formas musicales no religiosas por considerarlas pecaminosas e indecentes.

De acuerdo con Gordon J. Callon, (Songs with Theorbo (ca. 1650–1663), 2000) entre 1622 y 1651 solamente se publicaron en Inglaterra dos libros de música seglar, French Court-Aires de Edward Filmer, en 1629,  y la obra de Porter de 1632.

Después de esa última fecha se produce una avalancha de publicaciones destinadas a la interpretación en el entorno doméstico por músicos amateurs, lo que a juicio de este autor llevó a simplificar y empobrecer el estilo.

Esta es la época de aridez musical en la que tuvo que vivir Walter Porter.

La decisiva influencia italiana en la música de Porter la diferencia completamente de los madrigalistas ingleses anteriores.

El madrigal es importado de Italia en 1588, con la publicación de la recopilación Musica transalpina, y tiene una breve existencia en Inglaterra, de alrededor de treinta o cuarenta años.

Sin embargo, los rasgos del Barroco italiano que introduce Walter Porter en esta forma heredada del Renacimiento rompen con la tradición británica anterior de nombres como Morley, Weelkes o Wilbye.

Ian Spink (Walter Porter and the Last Book of English Madrigals) considera que Walter Porter no es ya ni un eco de la creación de los madrigalistas isabelinos, pues su obra “presenta poca similitud tonalmente, rítmicamente y estructuralmente o evidencia de descender de ella”.

Llevando el razonamiento al extremo llega a afirmar que prácticamente lo único inglés que hay en esos madrigales es el idioma en el que está escrito el texto.

Una de sus principales aportaciones es la introducción del bajo continuo, conteniendo la obra que nos ocupa una de las primeras referencias a esta técnica en la música impresa inglesa.

El autor de Madrigals and Ayres explica de forma didáctica el método, pero, como refiere Manfred Bukofzer, al confiar poco en la habilidad para improvisar del potencial intérprete, le recomienda que escriba con antelación el continuo.

El disco presentado por Cantus Records cuenta con las voces de las sopranos Emma Kirby y Evelyn Tubb, así como con las de Mary Nichols, Andrew King, Joseph Cornwell y Richard Wistreich.

En la parte instrumental figuran los violines barrocos de Catherine Mackintosh y Susan Carpenter-Jacobs, la viola da gamba de Alison Crum, el laúd de Jakob Lindberg y el clave de Alan Wilson.

En las notas de  interiores del CD, el editor Clive Wakley se pregunta sobre el valor de la obra de Porter: “¿es un imitador, un prestatario de las ideas de otros, o un compositor con su propia personalidad?”.

No se pronuncia, pero reconoce que nuestro hombre  orientó una dirección musical para la música inglesa, en una época de incertidumbre, y que “consiguió injertar los nuevos estilos y técnicas de la música italiana en el viejo tallo de la tradición madrigalista inglesa”.

Quedémonos con eso y con la emoción y pasión que transmite esta grabación.

Como reza otro verso del tema con el que abríamos este texto: “que se vaya al Infierno a aullar quien odie esta dicha”.

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