EMILIO VILLALBA |

Nos hacemos eco de este interesante artículo escrito por Emilio Villalba en su web.

-¿Lo tienes, maese Ayras?

¿Has anotado todo? -preguntó el rey al clérigo que transcribía lo más rápido que podía, aquella melodía sobre el pergamino.

-Me temo que no del todo, mi señor, -respondió-.

¿Podéis pedir a vuestro músico que repita y con menos adornos y florituras?

La escritura y los símbolos de la música no permite plasmar todo lo que sus dedos tañen sobre el instrumento.

El rey pidió a aquel músico que volviera a tocar esa melodía, mientras que, él mismo, canturreaba un poema, tratando de encajar cada palabra y cada verso entre aquellas notas:

Tanto quér Santa María

os que ama defender,

que non sofr’ en nulla guisa

leix-los escarnecer…

-¡Más despacio Yusuf! -inquirió el monarca al músico sevillano- ¿No os dáis cuenta de que no consigo cantar la melodía? ¿Acaso no os interesa saber lo que aconteció a unos infieles que se burlaban de un hombre que rezaba?

Yusuf era un músico de la corte de Alfonso.

Lo había conocido en Sevilla.

Decían de él que conocía un sinfín de zéjeles y melodías antiguas y que era un maestro tañendo la vihuela de péñola.

Al monarca le gustaba su compañía, pues conversaban muchas veces acerca de los reyes antiguos de Al Andalus.

Yusuf le hablaba al Rey Sabio historias sobre Alhakem, califa de Córdoba y amante de los libros.

De cómo leía con mimo y atención todos los de su biblioteca, haciendo anotaciones sobre lo que aprendía.

De cómo sabía también arreglar instrumentos, pues una vez consiguió mejorar el sonido de la flauta de uno de sus músicos de palacio.

Historias también sobre Almutamid, rey poeta de Sevilla.

Muchas noches, el rey sabio había paseado por los antiguos restos que seguían en pie del viejo Alcázar de Almutamid, destruido por los Almohades, tratando de empaparse de inspiración poética. Sí, Alfonso deseaba parecerse a aquellos viejos reyes sabios y poetas.

Ayras Nunes sacó al rey de su ensoñación meditabunda:

-¡Ya está! Aquí tenéis toda la música escrita mi señor. Ahora resta poner el texto…

Segunda mitad del s.XIII.

Alfonso X, hijo de Fernando III, se encuentra con un reino sumergido en constantes problemas: mudéjares que abandonan las tierras conquistadas por castellanos, hijos disconformes con las herencias otorgadas, guerras y descrédito por parte de la nobleza.

El rey sabio sólo se siente feliz rodeado de traductores, músicos y poetas.

Desde su juventud ya había iniciado el camino del conocimiento y la producción literaria, traduciendo al castellano un cuento procedente de oriente, Calila y Dimna.

Otros volúmenes serían las Tablas Alfonsíes, El Libro de Astronomía, o La General Estoria (entre otros), pero sin duda, su obra más universal sería El Libro de las Cantigas de Santa María.

Alrededor de 420 cantigas componen esta magna producción, que trata sobre milagros de la Virgen Sta. María, musicalizados al estilo del zéjel andalusí y transcritos en notación mensural.

En algunas de sus páginas se añadieron miniaturas que ilustran con viñetas representaciones figurativas de los relatos.

Incluso también, una amplia variedad de instrumentos, con los que posiblemente interpretaron estas canciones.

El rey se ayudó de toda una corte de intelectuales, asesores, músicos, escribas, pintores y poetas, que recopilaban las leyendas y las músicas tradicionales que se conocían en el reino, si bien, es muy posible que se compusieran una gran cantidad de cantigas nuevas.

El propio rey gozó de inspiración propia para escribir alguna que otra música, tal y como rezan estas anotaciones en su obra:

Quero seer oy mais seu trobador, (…) ca per el quer eu mostrar

dos miragres que ela fez

“Estaba loco y leproso”, dijo su hijo, Sancho IV, cuando accedió a los aposentos privados de su padre Alfonso, que había fallecido hacía unos días en Sevilla.

Cogió entre sus manos una viola que descansaba sobre el frío lecho del difunto.

No consiguió arrancarle ni una sola nota.

No comprendía cómo a un monarca podían haberle interesado tanto esos pasatiempos de juglares y poetas.

Quizá la música fuera ya el único consuelo que le quedara al rey sabio, aquejado de fuertes dolores de mandíbula, pues el cáncer le había ganado su última batalla.

No quería saber nada de reinos, ni de nobles, ni de tierras.

El 4 de abril de 1284 moría en Sevilla.

Había muerto un rey que era músico, o un músico que le había tocado ser rey…

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