Después del leer un artículo en este mismo portal: MusicaAntigua.com, sobre el Cancionero de Uppsala (también conocido como del Duque de Calabria o de Venecia) en torno a la canción “Riu, Riu Chiu” y la polémica sobre las ediciones modernas de textos (musicales o literarios), proponemos otra curiosidad en la canción del mismo recopilatorio renacentista “No melas amuestras mas” (sic, según el facsímil de la edición de Scotto de 1556).
Se trata de un villancico en forma de canon al unísono incluido en el apartado de “Villancicos a dos bozes” del Cancionero.
Ante las tres ediciones modernas que hemos consultado de la canción en forma de villancico “No melas amuestras mas”: la primera de Rafael Mitjana, la segunda de Jesús Bal y Gay y la más reciente de Maricarmen Gómez Muntané, nos quedamos ante la duda de, no cómo cantar esta canción, si no qué decir cuando se canta. La ediciones de Mitjana y Muntané nos presentan este texto:
No me los amuestres más,
Que me matarás.
Son tan lindos y tan bellos
Que a todos matas con ellos,
Y aunque muero yo por vellos
No me los amuestres más,
Que me matarás.
Seguro que se disfrutaría del placer de cantar estas canciones en los ambientes cortesanos del Renacimiento en donde, con juegos de palabras se pretendía el entretenimiento y la diversión, muchas de las veces desde la desmitificación del amor cancioneril que dio paso a una relación más humana, en donde ya se desvanece el medieval, trovadoresco e idílico amor cortés.
Pensemos que para el caballero la mujer es ahora una dama, no una santa.
Los textos cancioneriles, muchas veces llenos de ambigüedad y un constante juego, oscilan entre lo que se dice y lo que no se dice, o sea entre lo que realmente se desea: porqu’ el concluir desfaze lo qu’ el dessear abiva (Cancionero de Palacio, número 94), entre lo elevado y lo ínfimo.
Podríamos concluir aquí esta disertación a no ser que el musicólogo lucense Bal y Gay nos presentase otra versión del texto:
No me las amuestres más,
Que me matarás.
Son tan lindas y tan bellas
Que a todos matas con ellas,
Y aunque muero yo por vellas
No me las amuestres más,
Que me matarás.
La versión de Bal y Gay se aproximaría más a las intenciones de Diego Sánchez de Badajoz (+1550) en un texto que incluye en su “Farsa del juego de cañas” en donde un pastor y una serrana cantan y bailan, mano con mano, este villancico:
No me las enseñes más,
Que me matarás.
Estábase la monja en el monasterio
Sus teticas blancas de so el velo negro.
No me las enseñes más,
Que me matarás.
Coincidiría también el título de este villancico con una canción extraviada del Cancionero de Palacio. En el folio 174, número 512 leemos en el índice: “No me las enseñes más”.
Cambiemos entonces el pronombre masculino por el femenino y con ello dejemos rienda suelta a la imaginación.
¿Qué hacemos entonces cuando cantamos esta canción?
¿Qué nos inspira el texto?
¿Qué carácter debemos imprimir para reflejar en música lo que las palabras proponen?
Sólo nos queda recurrir a la edición de Scotto y ver si encontramos allí la respuesta a las interpretaciones que de este texto se han hecho en las ediciones modernas.
En el folio IIv encontramos la primera voz de este duo.
En el folio IIIr la segunda voz. Ambos con unas pequeñas variantes. Dejemos entonces al lector para que saque sus propias conclusiones.
El villancico en la interpretación de Capella de Ministrers:
PUBLICADO POR Béatrice Traver
Hola Béatrice:
Te felicito por este espléndido e interesantísimo artículo, que me da pie para hacer algunas observaciones.
Muchas son las virtudes de la poesía tradicional. No son las menores su jugosa ambigüedad, la libertad y gozo vital con que abordan algunos asuntos.
«No me las enseñes más» era un villancico muy popular y conocido en la época. Aparecía recogido en el índice del «Cancionero Musical de Palacio» (aunque falta en el manuscrito); también aparece, como indicas tú, en la «Farsa del juego de cañas» incluída en la obra póstuma de Diego Sánchez de Badajoz: «Recopilación en metro» (Sevilla, 1554), donde se recogían alegorías, farsas y moralidades, combinando la sátira social, la comedia y la moralidad.
En «Farsa del juego de cañas», se lee:
(Aquí cantan el Pastor y la Serrana juntamente este villancico, bailando mano por mano)
(Villancico)
PASTOR-SERRANA
No me las enseñes más,
que me matarás.
No me las enseñes más,
que me matarás.
(Copla)
SERRANA
Estávase la monja
en el monasterio,
sus teticas blancas
de so el velo negro.
[No me las enseñes] más,
que me matarás.
Margit Frenk recoge otras correspondencias en su obra «Nuevo Corpus de la Antigua Lírica Popular Hispánica: Siglos XV a XVII». Entre ellas cita, de Íñiguez de Medrano («La Silva curiosa», París, 1583), la anécdota de la monja enamorada de un mancebo virtuoso, con diálogo en italiano:
«- Giovanne: A me non piace questa vesta nera, perch’io fuggio il nero y seguo il bianco.
– Monaca: Soto la vesta nera ho carne bianche; se fuggi il ner segui le bianche membra».
Escribe Iñiguez de Medrano en su obra: «Pues que hemos principiado á tratar de la naturaleza de las mujeres, y que las monjas son del mismo sexo, y aunque ellas nos den a entender que han renunciado al mundo, no por eso dejan de estar sujetas á mayores pasiones, pecados y deseos que las otras mujeres …»; y a continuación cita el proverbio:
De la monja enamorada,
y del hombre cuculato, (se refiere al ‘fraile’)
Domine, nos liberato.
Se ve que la vida disoluta de algunos personajes eclesiásticos (en este caso una monja), era objeto de la ironía y el sarcasmo del pueblo llano.
En el Renacimiento era una práctica muy habitual el glosar textos, es decir, el poeta tomaba una canción suelta de tipo popular, y la acompañaba de estrofas compuestas por él mismo, cambiando a veces el texto «a lo divino», o bien en lo que podríamos llamar «políticamente correcto».
Esto es lo que parece suceder en el «Cancionero de Uppsala o del Duque de Calabria» respecto a este villancico, donde el texto se ha tranformado , si no «a lo divino», sí en algo menos carnal y humano, es decir, las hermosas ‘teticas blancas de la monja’ se transforman en los ‘bellos ojos de una dama’ [aunque algunos pensarán que perdemos con el cambio ;)]. Digo ‘ojos’, pese a que en el texto no los menciona explícitamente, porque no hay parte más cantada del cuerpo femenino que los ojos. Tanto que la palabra «ojos», ya sola, o ya precedida del posesivo «mis», servía, desde antiguo, para designar al amado o la amada. La frecuencia de este uso debió de ser tan grande que forzó a Sebastián de Covarrubias a hacer la aclaración pertinente en su «Tesoro de la lengua castellana» (Madrid, 1611): «Para encarecer lo mucho que se quiere una persona, la igualamos con nuestros ojos y les damos esse nombre».
LETRA:
No me los amuestres más,
Que me matarás.
Son tan lindos y tan bellos
Que á todos matas con ellos;
Y aunque yo muero por vellos,
No me los amuestres más,
Que me matarás.
Escribe Rafael Mitjana respecto a este villancico: «Según puede verse en la lista de Obras que se indican en el índice general, pero que faltan en el Manuscrito de Palacio, que publica Barbieri como ilustración á su célebre Cancionero de los siglos XV y XVI, al folio: clxxiiij del referido códice, debia hallarse un Villancico que comenzaba por las palabras: No me las enseñes más…
¿Tendría algo que ver con el nuestro?».
Respecto a que en el «Cancionero del Duque de Calabria» aparezca unas veces como ‘amuestras’ y otras como ‘amuestres’, unas veces como ‘son tan lindos y tan bellos’ y otras como ‘son tan lindos y tan bellas’, etc…; hay que tener presente que en los textos impresos antiguos se solían producir errores con mucha frecuencia: bien por falta de pericia del operario, por descuido, por desconocimiento del idioma (recordemos que esta obra en castellano fue impresa en Italia), etc …
Un saludo y ¡Enhorabuena! 😉
Pedro De Arce Trujillo