Entre el 9 y el 31 de marzo próximos siete espacios diferentes de la ciudad acogerán las actividades de la XXIX edición de una de las muestras anuales más prestigiosas y seguidas de la cultura hispalense.
Metamorfosis. Esa palabra encabeza de modo ambiguo la XXIX edición del Festival de Música Antigua de Sevilla que arranca el próximo viernes. Sus responsables han querido referirse con ella a la vocación de cambio con la que desean impulsar la muestra hacia un futuro que, por lo que hace a todo el ámbito cultural, resulta hoy incierto. Metamorfosis tiene así que ver con la propia estructura interna del Festival más que con su oferta al espectador. Como si las veintiocho ediciones anteriores no hubieran sido suficientes para dotarlo de una base sólida y el certamen fuera todavía una joven crisálida que necesitase un estímulo para eclosionar en mariposa.
Ese delicado y peligroso paso se está jugando en efecto en un tiempo de crisis y recortes, lo que no resulta tranquilizador. Poco ha importado que el Festival (que nació como Muestra en los años 80 y recientemente se convirtió en Femàs) sea por antigüedad el segundo de España en su género ni que haya favorecido el desarrollo de la actividad musical en la ciudad como seguramente ningún otro acontecimiento de sus características. La realidad es que se planta en su tercera década aspirando todavía a una oficina permanente y a una estructura organizativa medianamente eficaz y puesta al día. Buscando aún su sitio en el espacio europeo, el que sin duda le corresponde por edad y posibilidades. No el modelo, que parece haberse definido en la última década gracias a la dirección artística de Manuel Ferrand y Fahmi Alqhai…
Fuente: DiarioDeSevilla.es