Los Gabrieli Consort, en su versión a capella, presentarán en Ávila un programa que recoge buena parte de su último disco, ‘A rose magnificat‘.

Música dedicada a la Virgen desde Tomás Luis de Victoria a Matthew Martin, compositor contemporáneo inglés.

Paul McCreesh, hiperactivo director, investigar, gestor, negociador y educador, se considera con cierto humor «un emprendedor».

Lleva 35 años al frente de este coro y orquesta especializados en música antigua.

Heredero de una tradición con predecesores como John Eliot Gardiner, William Christie o Philippe Herreweghe, McCreesh matiza la cuestión de la interpretación históricamente informada.

«Sí, me interesa buscar el sonido original, pero no solo.

La voz humana no parece haber cambiado en 400 años, en cambio sí es distinto su sonido en función del idioma, de la estética, del lugar donde se canta.

Creo que tenemos una visión muy romántica de la polifonía antigua, la consideramos espiritual, angelical.

Sospecho que históricamente era más fuerte, más masculina, más potente de lo que hoy escuchamos porque así lo requerían los grandes templos donde se cantaba.

Por supuesto que tiene su belleza, pero ahora la hacemos demasiado dulce».

De vez en cuando, McCreesh coge su furgoneta y abandona su bonita casa del XVII, en plena campiña inglesa, para buscar nuevas partituras.

En 2001 esa búsqueda le trajo a Lerma.

«Pensamos en Madrid como única capital de España, pero hubo otros centros de poder en otros momentos.

Fue allí por un proyecto musical en torno a la música española en tiempos del Duque de Lerma.

Trabajamos muy bien en su rico archivo e hicimos un disco que 17 años después creo que está vigente, no muchos se han acercado a esa música».

Sin subvención pública alguna para el Gabrieli Consort, el trabajo de este director es mitad musical, mitad comercial.

«Un grupo como el nuestro, que se dedica a proyectos muy especiales, requiere de habilidades financieras para sacarlos adelante.

Estamos siempre buscando alianzas con otros socios, con fundaciones, con equipos, con mecenas, trabajo colaborativo», dice quien como otros maestros de esta música fundó su propio sello discográfico en 2010, el Winged Lion.

«Esto hace que mi vida no sea aburrida, si solo me dedicara a una cosa, podría caer en ello».

McCreesh alterna las partituras medievales con el sinfonismo moderno.

«Honestamente, creo que emocionalmente mi corazón es romántico aunque encontré mi reto profesional en la música antigua.

Pero si no entiendo el lenguaje antiguo, no llego a dominar el de Elgar o el de Brahms, por poner dos ejemplos.

Disfruto con todos.

Por ejemplo dirigiendo el ‘Réquiem’ de Brahms, es distinto afrontar la parte vocal conociendo la tradición que ha hecho posible eso.

Es diferente subir al podio con ese bagaje que centrarse solo en el siglo de la música que tocas, como ocurre en los concursos».

Si de algo está orgullos McCreesh es del proyecto educativo que en el último concierto ha sumado a 300 voces infantiles, el Grabieli Roar.

«Los chavales necesitan retos y todos tiene voz.

Este es un intento por ponerles en contacto con la cultura en mayúsculas, para que se den cuenta de lo que son capaces de hacer.

Cuanto más alto pones el listón, más alto saltan.

Acaban exhaustos cantando un fin de semana, pero crecen un metro.

Quizá sea lo más importante que esté haciendo como director en estos momentos».

Escrito por VICTORIA M. NIÑO | elnortedecastilla

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