La importancia de Sigüenza, y más en concreto de su catedral, dentro del panorama musical del siglo XVI en España queda patente por las grandes figuras que, de una forma u otra, tuvieron relación con el templo.
Nombres de relevancia histórica como Cristóbal de Morales, Mateo Flecha “el viejo” o Hernando Cabezón avalan esta tesis.
Sin duda el esplendor de que gozó la diócesis seguntina está fuertemente relacionado con el enclave de la ciudad, en un punto de paso entre Castilla, Aragón y la región levantina, y en su relativa proximidad a importantes centros culturales del Renacimiento como Toledo o Valladolid.
La música ocupó el interés de las autoridades eclesiásticas de la época, pero destaca especialmente como mecenas musical el obispo D. Fadrique de Portugal, que ocupó el cargo entre 1512 y 1532, por su extremada sensibilidad artística e intelectual, y por su impulso de las artes en la catedral de Sigüenza.
Las fuentes documentales nos hablan nada menos que de tres órganos funcionando en el templo, clasificados como grandes, medianos y pequeños.
Además, cuenta con una de las capillas de ministriles (músicos contratados de forma permanente por el cabildo) más antiguas del noroeste peninsular, pues fue creada hacia 1554, antes que las de Ávila (1557), Valladolid (1564), Palencia (1567) y Zaragoza (1574).
No es por tanto casual que una catedral tan volcada sobre las artes musicales atrajese a grandes figuras del Renacimiento español como Cristóbal de Morales.
Fue en su época una “estrella” de talla internacional, hablando en términos modernos, cuya música se dio a conocer por parte de impresores de Lyon, Wittemberg, Nuremberg, Ausburgo, Amberes, Milán, Roma y Venecia. En su tiempo se le conoció como “la luz de España en la música”.
Pues si bien nunca ocupó, que se sepa, Morales un cargo en la capilla de la catedral de Sigüenza, parece ser que en 1530 visitó el templo para revisar los órganos, trabajo por el que cobró 13.707 maravedíes.
Otro gran músico de la época, Mateo Flecha “el viejo” estuvo trabajando como maestro de capilla en Sigüenza en 1539, y dado que no se sabe nada de su vida hasta 1544 (año en que se convierte en el maestro de música de las infantas de Castilla), algunos expertos concluyen que pasó todos esos años en la Ciudad del Doncel.
Flecha mantuvo una estrecha relación con Guadalajara, residencia oficial del III duque del Infantado don Diego Hurtado de Mendoza, en cuya órbita se mantuvo las dos últimas décadas de su vida.
Finalmente, también Hernando de Cabezón, hijo del gran Antonio de Cabezón, tuvo relación con la catedral de Sigüenza, dado que fue su organista entre 1563 y 1566, año en que sucede a su padre como organista de la capilla real de Felipe II