Resurgiendo de milagro de las cenizas a las que aparentemente lo condena la más que lamentable ceguera municipal, surge la duodécima edición del Festival Pórtico de Zamora, con el apoyo del Centro Nacional de Difusión Musical.

Su concierto inaugural se celebró anoche con un espléndido éxito de público, no solo porque las entradas se agotaron con bastante antelación, sino sobre todo por la extraordinaria calidez con la que, a la tenue luz de las velas, se aplaudió el trabajo de los músicos del Tenebrae Consort, dirigido por Nigel Short.

El conjunto inglés visitaba el Pórtico por segunda vez, en una agrupación algo más reducida que la que desplegó en su inolvidable debut zamorano, pero innegablemente selecta y, sin ninguna duda, dotada de una personalidad que brilla con luz propia dentro de la homogeneidad en la formación y el estilo de los numerosos (y muchos también extraordinarios) conjuntos polifónicos ingleses.

La calidad individual de las voces y la solidez del conjunto quedaba patente desde la entrada procesional del grupo con «In Manus tuas» de Sheppard y el «Pange Lingua».

Es esta una convención muy consagrada, cuyos preciosos efectos sobre la escucha vocal ya nos la habían hecho disfrutar en San Ildefonso grupos como Schola Antiqua o el Ensemble Organum -En el relato de los instantes de la Pasión- que tuvo lugar durante largo tiempo en la intimidad de la resonancia del ábside de la nave central- se optó por marcar la cesura entre los versos, una decisión que afectaba a la fluidez del discurso musical y quizá pudo ser el origen de que la articulación de las consonantes no fuese perfecta en su conjunto, especialmente en las voces graves.

Quizá el momento más emocionante en la interpretación polifónica lo supusieran los dos fragmentos de las célebres «Lamentaciones» del británico Thomas Tallis, servidas con gran plasticidad y relieve, con un claroscuro emocional que daba pleno sentido al nombre -tan tenebrista- con el que Nigel Short bautizó a su mimada agrupación a comienzos de este siglo.

Tanto en la intepretación polifónica como en el gregoriano estacaron los timbres individuales del rotundo bajo William Gaunt, el siempre expresivo y atinado tenor Guy Cutting y el carismático barítono Richard Bannan.

Cierta afectación en la dicción de Daniel Collins y algunos pequeños encontronazos en la afinación de las líneas que comenzaba o culminaba junto a Nicholas Madden no impidieron disfrutar de un resultado final enormemente sólido y cuidado. Por lo que respecta al gregoriano, es posible que el máximo de calidad y unión del grupo se alcanzase en los dos responsorios («in monte Olivetti y Tristis est anima mea», en los que la sincronización de la palabra hablada fue extraordinaria) y la letanía de laudes.

En esta última, la distribución de los versos asignados a las voces en función de la tesitura fue especialmente disfrutable.

La elección de piezas correspondientes a las diferentes liturgias de los días de la Pasión ubicaban este concierto inaugural más bien dentro de la melancolía que de la locura -si tenemos en cuenta el inspirador título bajo el que se han recogido estas propuestas que, durante estos días, convierten a Zamora en una capital llena de la mejor música imaginable- y suponen un principio inmejorable para esta duodécima edición.

Escrito por ELISA RAPADO | MUSICÓLOGA Y PIANISTA | LaOpinionDeZamora.es

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