Resulta apasionante investigar las formas líricas que florecieron en el siglo XIII al norte de la península, una época en la que los trovadores todavía utilizaban las formas galaicoportuguesas, y el uso del castellano estaba reservado para el pueblo llano, sin llegar a impregnar, todavía, la cultura más elevada.

Se trata de un tiempo tan alejado de nosotros que deberíamos percibir como extraño y ajeno, y, sin embargo, cuando su música llega hasta nosotros, resuena en los oídos como algo fresco y conocido, como una serie de melodías que cuentan historias de amor o de devoción religiosa, y que pertenecen a nuestro inconsciente colectivo. Precisamente, el disco Sedia la fremosa, del conjunto gallego Manseliña, sigue ese mismo patrón espiritual.

Se trata de una obra que recoge cantigas medievales y tradicionales del noroeste de la Península Ibérica y que se centra, con especial interés, en la obra del trovador Martin Codax y en las cantigas que nos ha legado el rey Alfonso, conocido por el sobrenombre de el Sabio.

Hablamos de cantigas para hacer referencia a piezas poéticas que fueron compuestas en la Edad Media para ser cantadas y que exponen diversos subgéneros, como explica María Rosa Álvarez Sellers de la Universidad de Valencia (Cantigas de Martin Codax y su significación en la lírica galaico-portuguesa, 1992): cantigas de amor, cantigas de amigo, cantigas de escarnio y cantigas de maldecir. Habría que añadir a la clasificación anterior las cantigas de loor, de carácter religioso, basadas, sobre todo, en alabanzas a la Virgen, como son las Cantigas de Santa María, escritas en la corte de Alfonso X.

Las denominadas cantigas de maldecir expresan abiertamente el mal que se desea a otros, mientras que las cantigas de escarnio hablan mal de alguien, pero con palabras encubiertas. Por otro lado, desde la perspectiva sentimental encontramos las cantigas de amor y las cantigas de amigo. En las primeras, el propio trovador habla en su nombre para dirigirse a una dama, sobre la que realiza una reflexión amorosa o, en el peor de los casos, realiza un reproche sobre su hostilidad o indiferencia. En las cantigas de amigo, por el contrario, la voz de una joven enamorada nos habla de su amado, el amigo al que se alude desde los primeros versos de la pieza. Se trata de un formato en el que destacan las composiciones del trovador gallego Martin Codax, cuya obra está muy presente entre los temas del disco de Manseliña.

Este conjunto de música antigua ha tratado de establecer las conexiones que se intuyen entre la lírica galaicoportuguesa medieval y la tradición musical de la cornisa cantábrica, cuyo origen suponen común. De esta forma, en los distintos cortes del disco podemos escuchar piezas de Codax, alternándose con las procedentes del acervo musical del rey sabio, junto con otras asociadas al folklore ancestral de Galicia.

Pedro Calahorra Martínez (Las cantigas de loor de Santa María del rey Alfonso X ‘el sabio’), remite las cantigas que han llegado a nosotros a varios códices:  el cancionero portugués de Ajuda, que incluye 310 composiciones; el algo más extenso de la Vaticana, con 1.205 poemas; y el de Lisboa que cuenta con 1.567 cantigas. Por supuesto, a estos hay que sumar los códices de las cantigas de loor de Nuestra Señora del rey Alfonso X el Sabio.

La obra de Martin Codax protagoniza más de la mitad del conjunto de las piezas incluidas el disco de Manseliña. Se trata de un trovador de cuya vida se sabe poco -debía ser vigués por las referencias a dicha ciudad en sus canciones-, que constituye una de las grandes figuras de la lírica gallega medieval, y cuya obra aparece en cancioneros de la época. Es decir, que era un poeta conocido, si bien debemos su resurrección en nuestra época a Teodosio Vesteiro Torres, periodista, historiador y autor de la obra Galería de gallegos ilustres (1875), que lleva a cabo una primera mención contemporánea de Codax dentro de un artículo publicado en El Heraldo Gallego de Orense en junio de 1876.

Sin embargo, el inmenso papel que llegará a jugar dentro de la historia de la música española se produce de forma fortuita e inesperada en 1915, cuando el librero Pedro Vindel descubre unos rollos que contienen siete cantigas del juglar gallego dentro de la encuadernación de la obra de Cicerón De officiis.

El descubrimiento fue un bombazo para la musicología, puesto que, por vez primera, aparte de disponer de los textos de la música trovadoresca pudimos conocer cómo sonaban las melodías que los acompañaban, dado que los rollos incluían indicaciones para su interpretación.

La opera prima de Manseliña, cuyas pistas son interpretadas por la interesante voz de María Giménez, contiene las piezas que encontró Vindel en su pergamino, a saber, la archifamosa Ondas do mar do Vigo, Mandad’ei comigo ca ven meu amigo, Mia irmana fremosa, Ay Deus se sab’ora meu amado, Quantas sabedes amar amigo, Ay ondas que eu vin veer y, finalmente, En o sagrad’ e Vigo,  cuyo rollo fue el único de los siete que no traía consigo el acompañamiento musical, pero al que le ha sido incorporado una muñeira como melodía.

Se completa el disco con cantigas del rey Alfonso X, en cuya corte recalaban, tanto los juglares gallegos, como los trovadores occitanos. La cantiga de amigo, que protagoniza gran parte de la obra, no sobrevivió a la desaparición de la escuela gallego portuguesa, en la que destacaron, junto a Martin Codax, los nombres de Joan Zorro, Pero Meogo, Meendinho y Gomes Charinho. Como cuenta la arriba citada María Rosa Álvarez Sellers, la primera lírica castellana, que surge entre los siglos XIV y XV, apuesta por unas formas más aristocráticas y artificiosas, despreciando los elementos más folklóricos que caracterizan a las cantigas de amigo. Se rompe de esta manera la relación que unía estrechamente las formas literarias y musicales de la cornisa cantábrica con las castellanas, y gradualmente cada una tomará su camino.

Manseliña interpreta su música en instrumentos tradicionales. María Giménez se encarga, aparte de la voz, de tocar la fídula y elementos de percusión. Belén Bermejo del órgano portativo, Pablo Carpintero de los aerófonos tradicionales y la percusión, y finalmente, Tin Novio, de los instrumentos de cuerda, como el laúd y la cítola.

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