»Fue una época de transición, como todas»

Sería difícil rebatir esta afirmación del musicólogo Reinhard Strohm: según el paso de las generaciones, la música evoluciona, con mayor o menor rapidez, y para cada época el criterio del historiador puede constatar esa coexistencia de lo conservador y de lo novedoso que parece propia de una transición.

Pero hay períodos en los que el cambio es percibido por sus protagonistas como problema y pasa a ocupar un lugar central en la reflexión.

Así sucedió en la época que protagonizó Antonio Literes, es decir grosso modo los años entre 1690 y 1730, desde las primeras manifestaciones claras de influencias italianas y francesas en las obras de Sebastián Durón, a la definitiva consagración de una música española “moderna” por la asimilación del estilo concertado o del recitativo, y de formas como el aria da capo.

Y no merecería la pena extenderse más sobre este aspecto de no ser porque es precisamente en el debate originado por estos cambios donde encontramos juicios críticos muy precisos sobre la música de Literes que lo convierten en una figura emblemática del cambio, quizá más allá de lo que él mismo hubiese deseado.

Con esta introducción de Andrea Bombi nos ponemos en contexto para analizar en pocas líneas los escasos datos que de su biografía conservamos.

Desde su natal Artá, al este de Mallorca, alrededor de 1686 se trasladó a Madrid –donde residiría permanentemente– para ingresar en el Real Colegio de Niños Cantorcicos. A su paso a la Real Capilla en 1693 conservó el cargo de violón principal alcanzado en el Colegio.

Sirvió en Real Capilla hasta el final de sus días.

A partir de 1700 empieza a componer música teatral, especialmente para la corte. Entre ellas destacan las composiciones para celebrar el natalicio de Luis I de Borbón, poniéndose en escena zarzuelas como Con música y por amor (1709) o Acis y Galatea (1708).

Será en este terreno de la música teatral donde Literes cosechará mayores éxitos. Además de estas producciones teatrales se conservan cerca de una docena de cantatas de cámara y una »ópera armónica al estilo ytaliano» -más que una ópera en sentido estricto, se trata de una especie de cantata escénica- intitulada Los Elementos.

Dedicada a la duquesa de Medina las Torres, Los Elementos testimonia los servicios prestados por Literes a la nobleza madrileña, y en la misma línea se inserta también su participación en la orquesta de la duquesa de Osuna, prominente mecenas musical del momento.

Conservada en la Biblioteca Nacional de Madrid (M-1351), el manuscrito contiene cincuenta y siete páginas, en la primera de ellas leemos el enunciado de la obra con la dedicatoria a su posible protectora, María Ana Sinforosa, esposa del Duque de Medinasidonia, en alguno de sus aniversarios (»A los años de la Exma. Sra Dvquesa de Media de las Torres mi Señora»).

Capella de Ministrers interpreta esta ópera armónica, inédita hasta la fecha, planteando un estudio formal, armónico y estilístico de la misma, antes de iniciar su reconstrucción sonora.

En el desarrollo de la ópera ase observan dos partes bien definidas: una con la presentación de los elementos y el descargo de sus iras, deseosos de la llegada de la luz y del día; otra que comienza vaticinando el tiempo anhelado.

Según las últimas investigaciones (PIZÀ, A. Antoni Literes: introducció a la seva obra, 2002), Los Elementos estaría compuesta entorno a 1704, pero basta sólo conocer las influencias italianas que impregnaron la España de estas décadas para percibirlas en esta obra (recitativos, arias da capo con instrumentos melódicos concertados…), anunciadas por su autor en la portada, y magistralmente combinadas con el más austero estilo hispánico de finales del siglo XVII. Influido por lo italiano, Literes no deja de impregnar la ópera con esa estética ibérica ya manifiesta por él en otra zarzuela o comedia escrita en la última década del XVII (Júpiter y Danae) y que es la propia del estilo español de la época.

 Resulta difícil señalas todos los aspectos interesantes de esta música. Literes cuidó en extremo la realización musical de los distintos personajes. Así, por ejemplo, destacan, por su belleza y sensibilidad, las dos piezas encomendadas a la Aurora: primero, un precioso lamento a medio camino entre lo hispánico y lo italiano (»¡Ay amor!») y, después, el villancico (»Dormida fatiga»), acompañado con dos instrumentos obligados -cello y viola da gamba-, los instrumentos favoritos del propio compositor, jugando con los ecos y los contrastes dinámicos para pintar la dulzura de la Aurora.

Muestra de la habilidad de Literes es la disposición formal, presente sólo como estructura latente, alterada en sus detalles para alejarla del esquematismo de la serenata o de la cantata de tradición napolitana.

Hay que relacionar este hecho con la experiencia teatral del compositor.

Hay casi siempre, a lo largo de la partitura, una amalgama en extremo atractiva de elementos de la tradición teatral y musical hispana con las novedades italianas y especialmente con el género de la cantata y que muestra muy ilustrativamente esta época de transición de la Casa Austria a la Casa Borbón.

 Capella de Ministrers editó por vez primera Los Elementos en 1995, inédita hasta la fecha. De ese momento se conserva una imagen de archivo recuperada recientemente para la publicación de este blog. No perdáis la ocasión de descubrirla y adquirir el álbum completo, ahora en oferta especial, en nuestra página web! http://capelladeministrers.com/index.php/discografia/29-los-elementos-antonio-literes.html

2 comentarios en «Los Elementos. Una alegoría del claroscuro entre Austrias y Borbones»

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