La función principal del arte es emocionar.

Y, como arte, la música ha de tocar, a través del intérprete, la sensibilidad de quien la escucha para que a través de la experiencia de la magia de ese momento quede fijada en su memoria.

Esta dimensión espiritual y estética capaz de emocionar es lo que siempre me ha fascinado de la música’.

Con más de 40 años como músico profesional, al violagambista y director de orquesta catalán Jordi Savall (Igualada, Barcelona, 1941) le sigue sobrecogiendo cuando uno de estos momentos mágicos se produce en sus interpretaciones.

‘Cuando pasa es algo irrepetible’, confiesa en el estudio repleto de libros e instrumentos musicales de su casa de Bellaterra, privilegiada urbanización de la población de Cerdanyola del Vallès, a 20 kilómetros de Barcelona.

Emocionar es el objetivo que tiene Savall.

Pionero en España de la interpretación de la música antigua con instrumentos y criterios históricos, Savall lleva 20 años siendo punto de referencia ineludible en la interpretación de la música antigua y la recuperación del patrimonio musical español.

Solicitado en las principales salas de conciertos y prestigiosos festivales de todo el mundo como violagambista y director de orquesta con sus tres grupos: Hesperion XXI, la Capella Reial de Catalunya y Le Concert des Nations, su apretada agenda de conciertos y clases magistrales -más de 140 actividades anuales- no le han apartado de su pasión: investigar en el enorme pozo olvidado que es el patrimonio musical español y llevarlo a la luz en conciertos y grabaciones con su propio sello discográfico, AliaVox.

‘El problema que tiene una cultura antigua como la nuestra es que han pasado muchos siglos desde que España brilló en el mundo por su creatividad.

El filtro de los años ha hecho que el Siglo de Oro nos parezca actualmente lejano y exótico.

En centroeuropa, sin embargo, con un periodo de creatividad álgido entre los siglos XVIII y XIX, les cuesta menos, por la proximidad, recordar su pasado musical.

A ello hay que añadir que nuestras principales estructuras musicales, las orquestas sinfónicas, son herederas del siglo XIX y no poseemos grandes estructuras semejantes que nos permitan recuperar a todos nuestros grandes clásicos de la música, compositores universales como Tomás Luis de Victoria, Francisco Guerrero, Cristóbal de Morales, Juan del Encina. Antonio de Cabezón, Mateo Flecha, Joan Cabanilles, por sólo citar algunos.


Éstos son nuestros grandes clásicos de la música, en cierta manera nuestros Bachs, los compositores que creaban cuando la península Ibérica era una potencia musical con un inmenso legado que nos sitúa entre los cuatro o cinco primeros países del mundo en patrimonio musical y que de forma incomprensible no valoramos.

La riqueza cultural de un pueblo no se mide por la importancia de su patrimonio, sino por la forma que tiene de valorarlo y esta forma supone tener un proyecto y una voluntad’.

Por su intangibilidad, la música es el pariente pobre de las artes y la interpretación, y la difusión del patrimonio histórico una asignatura pendiente en gran medida por la falta de mecenazgo en España.

‘Son cada vez más los músicos españoles que se interesan por nuestro patrimonio, pero no existe tradición especialmente en la interacción de la investigación, la enseñanza y la interpretación, por ello a menudo son los investigadores e intérpetes extranjeros los que muestran más interés que nosotros por nuestro patrimonio musical.

Si un cantante quiere hacer carrera en España, se dedica a cantar Verdi o Puccini, y no se le ocurre cantar las obras de Victoria.

En el extranjero sí hay cantantes que lo hacen, porque aprecian esta música.

Lo notamos en nuestros conciertos en todo el mundo. Hay interés y sensibilidad por esta música extraordinaria de nuestro patrimonio, mientras aquí seguimos fascinados por los repertorios clásico y romántico’.

Como pocos, Savall es capaz de llenar grandes auditorios tocando música antigua, partituras de autores anónimos y compositores que sólo una minoría conoce y con los que él, con la fama y el prestigio cimentado durante años, ha conseguido difuminar esa barrera de música elitista que tiene este repertorio.

Ejemplo de ello es su grabación de la banda de la película de Alain Corneau Tous les matins du monde, best-seller de la música antigua con obras de compositores tan desconocidos para el gran público como Marin Marais y Sainte Colombe, y que, pese a haberse publicado en 1991, es un disco que se reedita y sigue vendiéndose.

¿Acaso el secreto es la autenticidad de sus interpretaciones?

‘La autenticidad consiste en estar informado, en utilizar los conocimientos históricos de una manera creativa.

Para un intérprete, la música no debe ser un medio para expresarse uno mismo, sino el camino para que, a través de todas las cualidades que implican el trabajo y la disciplina, la interpretación más inspirada y elocuente de la música surja libremente’.

Escrito por LOURDES MORGADES | ElPais

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