Las presentaciones de Eduardo Paniagua en el ciclo musical Noches en los Jardines del Real Alcázar (Madrid, 1952) constituyen siempre uno de los momentos más esperados del certamen.
El pasado 14 de septiembre actuaba en formato de trío presentando el programa La Gran Sultana, en torno a Cervantes.
Pero la labor de este veterano en la músicas históricas es incansable e inagotable.
«Mi hermano Gregorio sí que fue un pionero cuando en los años 60 fundó Atrium Musicae y empezó a difundir la música antigua cuando esta ni se estudiaba en los conservatorios», cuenta.
«Empecé muy joven a acompañarle y poco a poco pasé de ser un experimentador a un músico práctico y profundamente especializado en el repertorio medieval», cuenta.
Pero abordar la música que va de los siglos V al XV no es tarea sencilla.
«Hay que acercarse con el máximo rigor histórico pero también de una forma creativa, no con un exclusivo interés arqueológico.
Es una música más cercana a países que han mantenido menos contaminadas sus músicas de tradición oral, países del Mediterráneo y de Oriente, principalmente», explica.
Paniagua advierte de «sucedáneos como el neofolk, en donde cabe cualquier cosa y nadie sabe qué se está tocando.
Es el estilo mercadillo medieval, donde lo medieval son los harapos», lamenta.
Quizás por eso dentro de la Asociación de Grupos Españoles de Música Antigua (Gema) los que se dedican al barroco son mayoría.
«El medievo ha sido muy devaluado por buenos y malos músicos que lo han abordado con malos hábitos.
Cada uno es libre de hacer lo que quiera y de fusionar una gaita con música electrónica si quiere, y hasta puede obtenerse un resultado bello.
Pero no hay que dar gato por liebre, no se puede llamar música medieval a lo que no lo es», dice.
El carácter «metódico» de Eduardo Paniagua le ha llevado a dejar huella indeleble de todo su quehacer.
Así lo prueban, por ejemplo, los 33 discos que lleva editados en su propio sello –Pneuma– dentro de su ambicioso proyecto de grabar la integral de las Cantigas de Alfonso X el Sabio.
«Cada año me impongo publicar un álbum, el próximo saldrá en enero con las Cantigas de Ultramar.
Se me ha criticado que haga muchos discos pero yo estoy orgulloso de ello, y mi trabajo quedará ahí, para que otros disfruten de él y también para que vengan futuros músicos que lo mejoren», cuenta.
A Paniagua le queda todavía mucho trabajo por delante.
Y solo para completar las Cantigas le harán falta unos 18 discos más.
Serán en total más de 120 horas de música.
«Yo las grabo con todo su texto y algunas son tremendamente largas, auténticas novelas medievales», explica.
Es en ese universo sonoro en el que se siente más cómodo:
«Me llena de felicidad grabar Cantigas que nunca han visto la luz más allá de los manuscritos y de alguna interpretación en concierto aislada», reconoce.
Apasionado de innumerables músicas, Paniagua confiesa que su dedicación a la interpretación le propicia «muchos momentos maravillosos» aunque señala dos de ellos como «muy especiales».
«De un lado es estupendo cuando estás ante el público, actuando, y compruebas cómo en un momento hay tanta inspiración que se crea una efusiva comunión entre músicos y oyentes.
Otro es cuando estás en tu estudio, limpiando una melodía, paladeando un texto, preparando un programa… esa soledad creativa es muy inspiradora».