El tema de buscar la rentabilidad de las industrias culturales, actualmente de rabiosa actualidad, no es nuevo. A principios del siglo XVI los editores musicales europeos buscaban productos susceptibles de generar fuentes de ingresos. La música sacra, las misas y los motetes, tenía sus propios cauces de edición en manuscritos ilustrados y en los libros de coro de las capillas principescas. Y fueron los impresores de música de Venecia los primeros que apostaron por un modelo de negocio basado en la edición de piezas musicales de uso cotidiano: canciones, madrigales, fanfarrias y danzas. Crearon por  tanto productos bibliográficos de carácter laico destinados a la alta burguesía de las ciudades y a la nobleza ociosa, aprovechando la música de moda de la época, y más en concreto, las danzas. En suma, encontraron un nicho de mercado en respuesta a la demanda y necesidad de ocio de los altos estamentos de la sociedad europea. Lo siento, se me ha ido la mano con el tufillo a marketing de este párrafo, no volverá a suceder (o sí).

A pesar de determinados rasgos homogéneos de la cultura europea renacentista, que explica que los estilos y formas se exporten de unos países a otros, cada nación o protonación, según las circunstancias, comenzó a desarrollar  sus propios modelos autóctonos, a menudo derivados de la música popular local.

La España recientemente unificada como nación por los Reyes Católicos conoció también sus danzas de moda, bailadas tanto en las cortes como entre el pueblo, algunas importadas de procedencia europea y otras nacidas en el seno de nuestras tierras. Todos estos bailes de la época dejaban poca iniciativa al ejecutante: todos los pasos y movimientos estaban minuciosamente prefijados y medidos constituyendo figuras artísticas muy rígidas.

Todo aquel que se haya interesado alguna vez por la música antigua española se habrá topado con palabras como “gallarda”, “folía” o “pavana”, que no son otra cosa que géneros de danza en uso en el siglo XVI. Me gustaría realziar a continuación una breve relación de los principales estilos de moda en la península en la época.

 La Pavana

Tiene sus orígenes en la primera década del siglo XVI y a finales de éste ya estaba pasada de moda, como apunta el profesor francés Thoinot Arbeau en su tratado de danza “Orchesographie”, publicado en 1588 y reeditado en 1596 . De más que probable origen italiano, parece ser que se caracterizaba por la exagerada solemnidad en su ejecución y se basaba en un tiempo lento binario. Arbeau explica en su tratado particularidades de “La Pavane d´Espagne”: “cuando se ha danzado avanzando hacia delante durante el primer pasaje (dos compases) es necesario retroceder hacia atrás con el mismo aire”. Cada dos partes se hacían dos floreos, o sea levantar un pie y realizar un molinete en el aire, para luego hacerlo con el otro pie. Alonso de Mudarra fue al parecer el primer compositor español en incluir pavanas en sus libros de cifra.

La Gallarda
Danza de origen lombardo muy breve en tiempo de ejecución que contrasta con la anterior por lo violento de sus movimientos. De hecho era habitual que la sucediese como complemento y contrapunto. El bueno de Thoinot nos vuelve a ilustrar sobre el particular: “la tablatura de los cinco pasos de la Gallarda muestra que los movimientos son como los del tordión (¿?), pero es fuerza que se ejecuten más altos y más virilmente”.  Parece ser que los compases impares se empezaban con el pie derecho y los pares con el izquierdo. La variación en la melodía de la Gallarda hace que este estilo adquiera formas diferentes.

http://www.youtube.com/watch?v=he7Dbk4f2RY&feature=colike

La Calata Española
Aunque procedente de Italia como las anteriores, la Calata fue muy trabajada por los músicos españoles de la época lo que da pie para hablar de una Calata Española, es decir, un estilo autóctono con elementos diferenciados. Se cree que en principio fue una danza campesina que posteriormente ascendió a baile cortesano.
El Canario
Por fin un estilo de origen español, en concreto, de las Islas Canarias, pues lo bailaban los nativos antes de convertirse en danza de salón. El Canario lo baila una sola pareja; entre múltiples reverencias, el caballero se levanta y recoge a la dama para después marchar hacia atrás mientras ella se acerca a él de frente. Finalmente, el hombre avanza haciendo retroceder a la mujer hasta que la devuelve a su sitio. En el vídeo, un canario de Gaspar Sanz, gran compositor para guitarra del siglo XVII que merece un post aparte.

La Danza de las Hachas
También conocida como la “morisa” o “morisca”, este baile fue muy popular en la corte de Felipe II, hasta el punto que el rey contaba entre sus oficiales cercanos con Sebastián Sánchez conocido “maestro de avezar a dancar”. Uno de los bailes más pomposos y espectaculares de la época, la Danza de las Hachas requería la presencia de un grupo de pajes moros que sostenían antorchas formando guardia para que los caballeros y las damas ejecutasen los difíciles pasos y figuras del baile.

La Folía
Junto con la Pavana y la Gallarda fue una de las danzas más populares en la corte española desde el siglo XV. Aunque tuvo su origen como baile movido y ruidoso en su versión portuguesa, su adaptación a España la trasforma en una danza grave y reposada, perfectamente adecuada incluso para acompañar textos religiosos.

2 comentarios en «La danza en el Renacimiento español»

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