Bufones y juglares son dos de las figuras más conocidas en la historia del mundo de la escena Medieval.
Eso sí, cada uno por motivos diferentes.
El bufón o gracioso se hizo famoso con sus palabras y acciones que convidaban a la risa segura.
Sobre todo, ejercían su oficio ante los poderosos, ante las grandes cortes.
Su obligación principal era hacerlos reír y asegurar las carcajadas.
Su nombre, según algunos historiadores, proviene del bufido que emitían tras soltar alguna de sus gracias.
Respecto a su época de actuación, los mismos indican que ejercieron su labor exclusivamente durante la Edad Media.
Hay quien apunta a su presencia todavía en la Edad Moderna.
Aunque este último dato son sólo especulaciones.
La figura del bufón se introdujo entre los señores y reyes propios de la Edad Media.
Estuvieron presentes desde el principio hasta el final de este margen de tiempo.
Sirva como ejemplo que Atila llevaba uno en sus andanzas.
Los bufones fueron haciéndose con más presencia en las cortes.
Cada castillo tenía el suyo.
Llegaron a adquirir verdadera importancia.
Incluso, los historiadores señalan que en Alemania tomaron parte en conspiraciones, en guerras, o fiestas.
Algunos de ellos llegaron a ser nombrados caballeros. Kurtz van den Rosen es un ejemplo de esto último. Hay más. Algunos bufones adquirieron títulos de nobleza y bastantes cualidades de hidalgos.
Historia viva
Similares y distintos a la vez.
El juglar era un artista.
Una persona con multitud de habilidades, pero con un fin claro: entretener a la Europa del medievo.
Entre sus funciones estaba la de contar historias.
Eso sí, con una clara diferencia con los trovadores, pues los juglares tenían orígenes más humildes.
Otra de las diferencias era que los trovadores eran los artífices de sus propios versos, mientras que los juglares se dedicaban a parafrasearlos en el mejor de los casos.
Con todo, hay que agradecerles que se convirtieran en transmisores de la época de medieval.
Así las cosas, fueron también uno de los colectivos más representativos de la época.
Llegó a haber tal cantidad en durante el reinado de Alfonso X que fueron motivo de disposiciones particulares y de cuantiosas leyes.
En algunas de ellas se les llegó a declarar infames.