STEFANO RUSSOMANNO | Tiene un sabor muy especial para Sara Ruiz (Madrid, 1977) actuar en el Festival de Música Antigua de Aranjuez.
Fue aquí, en un concierto de Anner Bylsma y Bob van Asperen, donde recibió por primera vez la revelación del repertorio barroco interpretado con instrumentos de la época.
Y de nuevo aquí descubrió el que es su instrumento: la viola da gamba. Fue gracias a Itziar Atutxa, quien se convirtió más tarde en su profesora.
Ruiz vuelve ahora al lugar donde empezó todo para interpretar en primicia las «Suites para viola da gamba» de Telemann, descubiertas en 2015 y toda una novedad para el público español.
¿En qué circunstancias se descubren estas piezas?
Se conocía su existencia, pero se consideraban perdidas.
Por suerte, una poetisa alemana del siglo XVIII, Eleonore von Münster, guardó una copia en su biblioteca.
Esta colección privada se transfirió en el año 2000 al Archivo Estatal de la Baja Sajonia y ahí fue donde la encontró el violagambista Thomas Fritsch.
¿En qué se diferencian de otras fantasías para instrumento solo de Telemann?
En lo formal y en lo estilístico son parecidas, pero están claramente compuestas como ciclo.
Tienen una distribución de tonalidades bien definida (cada una está en una tonalidad diferente) y están dedicadas a una persona, Pierre Chaunel, un hombre de negocios alemán de ascendencia francesa.
No se sabe si era aficionado a la viola da gamba; en todo caso era un buen comprador de las obras de Telemann y pudo ayudarle económicamente.
¿Cómo es el tratamiento del instrumento?
Totalmente idiomático.
En la Alemania de esta época, la mayoría de compositores ya no escribía con acordes, sino que recurría a una escritura de tipo melódico. Telemann también lo hace, pero aquí utiliza acordes y digitaciones muy pensadas para el instrumento.
No hay constancia de que Telemann tocase la viola da gamba, pero es indudable que debía conocerla bien para escribir una partitura como esta.
Para su concierto en Aranjuez, ha seleccionado siete de las doce fantasías.
Sí. Las doce rebasan los ochenta minutos y me parecía una duración excesiva para una sola sesión.
Su forma de presentarlas es muy original.
Cada fantasía está escrita en un tono diferente, tiene un color propio y está ligada a un efecto.
Enseguida las vi como las doce horas del día o los siete días de la semana.
De acuerdo a esta idea, aprovecharé el espacio circular de la Capilla del Palacio Real para sentarme en el centro y girar en cada fantasía modificando mi orientación con respecto al público, como si fuese un reloj de sol.
Lo habitual para un intérprete es tener a los oyentes de frente. ¿Ha tocado alguna vez rodeada por el público?
Es la primera vez, pero siempre he tenido ganas de hacerlo.
La viola da gamba es un instrumento que no proyecta el sonido hacia delante, sino en redondo.
La tapa trasera es la que más sonido saca.
Por eso, decimos en broma que los gambistas somos los que más disfrutamos del instrumento porque la mayor parte del sonido nos llega a nosotros, aunque sobre todo sale en redondo.
Es un planteamiento atrevido, pero considero que con la viola da gamba se puede hacer: aunque no estés viendo la cara del intérprete, puedes sentir el sonido del instrumento correr en redondo. Será una experiencia nueva para una música nueva.
Estudiar piezas recién descubiertas que todavía no ha escuchado a otros intérpretes tiene un plus de novedad.
En realidad, ya existe una grabación de Thomas Fritsch.
Tengo el disco, pero no me lo he puesto. Me hacía ilusión trabajar la música en terreno virgen.
¿Lo escuchará después del concierto?
A lo mejor.
2017 es el año Telemann. ¿Qué le dice su música?
Es una música que tiene algo amable, agradecido, fresco, espontáneo. Una música con una idea de felicidad, de bondad.
Aun cuando explora afectos tristes, fluye con facilidad.
Entrevista realizada por STEFANO RUSSOMANNO para ABC.es