Al igual que Pau Casals descubrió en 1890 las suites de Johann Sebastian Bach en una tienda de música de Barcelona mientras paseaba por las Ramblas, a Jordi Savall (Igualada, Barcelona, 1941) le sucedió algo muy similar con Marin Marais en 1959, cuando adquirió en la Casa Beethoven un ejemplar de una selección de los libros II y III de las Pièces de viole.
El primer hecho cambió la historia del violonchelo, tal como ha narrado recientemente Eric Siblin.
El segundo posibilitó el despertar moderno de la viola da gamba, un instrumento prácticamente olvidado desde el siglo XVIII, y el surgimiento de uno de sus principales valedores.
Después vendría su formación en Basilea en los sesenta con August Wenzinger, las grabaciones de Astrée (hoy disponibles en Alia Vox) producidas por Michel Bernstein en los setenta y ochenta o la banda sonora de la película Tous les matins du monde de Alain Corneau en 1991, que elevaron la popularidad del instrumento y de Savall hasta cotas insospechadas para un representante de la llamada música antigua.
En el programa se incluía una amplia selección de los libros II, III y IV de Marais, como la evocadora La Rêveuse, esa reminiscencia humana del instrumento que es Les Voix Humaines o las virtuosísticas Couples des Folies d’Espagne.
En todas ellas, antes como ahora, Savall tamiza lo que toca a través de su personalidad expresiva y espiritual que ha creado toda una tradición interpretativa y que tuvo como principal plasmación una suite que titula Les Pleurs (“El llanto”); en ella combina tocando a solo con y sin el arco la famosa composición homónima de Jean de Sainte-Colombe, tema central de la película de Corneau, con una Fantaisie en rondeau de su hijo y la Bourrée II de la Suite número cuatro para violonchelo de Bach.
Al lado de Savall actuaron dos sensacionales acompañantes: el clavecinista Pierre Hantaï (París, 1964), que tocó en solitario tres fragmentos de las Pièces de clavecin de Couperin con una perfecta combinación de virtuosismo e imaginación, y el tiorbista Rolf Lislevand (Oslo, 1961) que aportó frescura e espontaneidad a la velada en las tres piezas de Corbetta que tocó con una guitarra barroca.
Para terminar, Savall dispuso tres propinas que, dejando a un lado sus variaciones e improvisaciones sobre la canción bretona O soñjal, funcionaron como un compendio de la historia del instrumento tras escuchar obras de Sainte-Colombe y Marais: la diabólica La Leclair de Antoine Forqueray y la obstinada La du vaucel de su hijo Jean Baptiste Forqueray, que convirtió en una eficaz despedidea.
Escrito por PABLO L. RODRÍGUEZ | Zaragoza | Elpais.com
Viola Da Gamba… un interesante instrumento para tocar, sobre todo para un cellista.