Poco a poco va aflorando el conocimiento del maravilloso patrimonio de la música antigua española hacia el gran público. Cada vez hay más recitales, más festivales por todo el mapa y más lanzamientos discográficos que contemplan repertorios renacentistas o barrocos, atendiendo a una demanda que crece progresivamente. Escuchar los sonidos del pasado más lejano nos ayuda a comprender otras épocas al poder alinear nuestra sensibilidad estética con la de aquellas personas que sintieron y soñaron entonces. Es por ello que cualquier esfuerzo por devolvernos las melodías que forman parte de nuestro acervo cultural como pueblo es más que justo y necesario: es una premisa para poder mantener nuestra identidad colectiva. El conjunto vocal Vandalia ha llevado a cabo una de estas tareas de recuperación del legado barroco español dedicando su nuevo trabajo discográfico al Cancionero de Sablonara, un libro que contiene la mejor música que se escuchaba en las cortes de Felipe III y Felipe IV.
Vandalia está formado por las voces de Rocío de Frutos, Verónica Plata, Gabriel Díaz, Víctor Sordo y Javier Cuevas. El ensemble nació oficialmente en 2013, con la grabación del disco Espacios sonoros en la Catedral de Jaén, y desde entonces ha producido un CD dedicado al compositor renacentista Juan Vázquez, Soledad tengo de ti (2016), así como Hirviendo el mar en 2018, basado en las piezas contenidas en el Libro de Tonos Humanos, una de los ejemplos más representativos de música vocal profana del Siglo de Oro español, perteneciente al mismo género que el cancionero que ocupa la obra aquí reseñada.
Los cancioneros son una de las principales fuentes para conocer la música que se escuchaba en aquella España barroca, pues al igual que sus predecesores del Renacimiento -como el Cancionero de Palacio o el del Duque de Calabria-, reúnen las piezas preferidas por el público en las cortes y en los entornos de la nobleza. Son numerosos los ejemplos, pero Judith Etzion (The spanish polyphonic cancioneros, c. 1580 – c. 1650: A survey of literary content and textual concordances, 1988) identifica hasta nueve grandes cancioneros polifónicos, entre el Cancionero de Turín (1580-1600) y el Cancionero de Onteniente (1645). A pesar de que hay quien cae en la tentación de situar los cancioneros polifónicos antes de la mitad del siglo y los que contienen composiciones a una sola voz en la segunda, la disposición real no resulta tan simétrica: los primeros se extienden desde el de Turín, a finales del siglo XVI, hasta el denominado Escorial de 1670; los otros irían desde Contarini y Guerra, hacia 1670, hasta los de Sutro y Mallorca, que datan de más o menos 1700.
El Cancionero de Sablonara es una compilación de música profana polifónica realizada en torno a 1625. Comprende hasta 75 piezas –tonos humanos, como se denominaba en la época a las canciones laicas para diferenciarlas de las religiosas o tonos divinos– de las cuales 22 han sido interpretadas por los miembros de Vandalia e incluídas en el disco. Su origen está en la visita que realizó a Madrid Wolfgang Wilhelm, conde de Neuburg y duque de Baviera a finales de 1624 y principios de 1625. El noble alemán quedó fascinado con la música con la que fue agasajado en la corte, y en consecuencia, pidió una copia de tan bellos tonos para llevarse de vuelta a su país. De esta manera, Claudio de Sablonara, copista de la Capilla Real en tiempos de Felipe III y de su hijo, acometió la tarea de recopilar lo más granado del cancionero que sonaba en palacio para solaz y deleite del teutón.
El Cancionero de Sablonara también es conocido como Cancionero de Munich, pues las posibles copias que existiesen en nuestro país se perdieron en el incendio del Alcázar de 1734, y la única que ha llegado a nuestros días está localizada en dicha ciudad bávara, sin la cual nunca hubiéramos conocido el contenido de la obra.
El propio Sablonara reconoce en la dedicatoria del cancionero haber seleccionado lo mejor: “he buscado y recogido los mejores tonos que se cantan en esta Corte, a dos, a tres, y a quatro, para presentarlos a Vuestra Alteza, escritos del mismo punto y letra que los suelo escrivir para su Magestad y Infantes sus hermanos, y los más dellos son del maestro Capitán, y los otros de otros diferentes maestros”. En efecto, las composiciones de Mateo Romero, apodado Maestro Capitán ascienden a más de 20, dentro de las 75 que contiene la recopilación.
Una de las principales conclusiones que surgen del trabajo realizado por Claudio de la Sablonara es la íntima relación que existía entre la música y la poesía en la época, si bien la posteridad ha sido más generosa en el recuerdo con la segunda que con la primera. ¿A cuántos de los que hoy conocen a Lope o Quevedo les suenan nombres como los de Juan Blas de Castro o Mateo Romero?
En cualquier caso, poetas y músicos trabajaban juntos en la creación de los tonos humanos, y el manuscrito de Sablonara reúne a la flor y nata de ambos gremios. Por la parte musical, encontramos a Juan Blas de Castro, Mateo Romero, Gabriel Díaz, Álvaro de los Ríos, Diego Gomes, Manuel Machado, Joan Pujol, Miguel de Arizo, Juan Bon, Juan de Torres y Juan de Palomares. Por el lado de las letras, aparecen versos de Góngora, Lope de Vega, Antonio Hurtado de Mendoza y Quevedo, entre otros, aunque, según costumbre en boga, muchos textos no aparecen firmados.
Existen muchos testimonios de la época sobre las buenas relaciones entre escritores y compositores, y la admiración mutua que se profesaban entres sí. Lope de Vega pone en boca de uno de los personajes de su obra La malmaridada (1596) un homenaje a Juan de Palomares:
¿Cantan? Bien es que repares.
Si es música, quiero oilla,
que de Lope la letrilla
y el tono de Palomares.
Antonio Hurtado de Mendoza, poeta oficial de la corte de Felipe IV, le dedica también unos versos al arte de los músicos Juan Blas de Castro, Gabriel Díez Besón y Maestro Capitán:
¡Que de músicas y tonos
de Gabriel y el Capitán,
más, para toda garganta,
es mi devoción Juan Blas!
El Cancionero de Sablonara es fiel testigo de los cambios que tienen lugar en las letras españolas en un momento inquieto y brillante de la historia de nuestra cultura. Desde 1580, la generación liderada por Lope y Góngora inicia una revolución que se desmarca del escribir al itálico modo de Boscán y Garcilaso, y recuperan formas tradicionales, renovándolas.
Y figuras como la de Palomares, Blas de Castro o Mateo Romero ponen la banda sonora a los versos de esa nueva poesía del Siglo de Oro, que une lo moderno con la tradición. Romance nuevo con estribillo, letrilla, seguidilla, soneto son algunas de las formas que sirven de mimbres para los tonos humanos. Precisamente, el romance es la estructura más presente entre las piezas que integran el Cancionero de Sablonara.
La grandeza derivada de la fusión entre poesía y la música en este cancionero queda patente gracias a la cuidada grabación que han realizado los miembros de Vandalia, cuyas voces recuperan la frescura con la que sin duda sonaban estas canciones cuando fueron escritas.
A pesar de que en las páginas del Cancionero de Sablonara no hay mención al acompañamiento instrumental de la voz, es bien sabido que los tonos humanos sonaban en la corte con numerosos instrumentos, entre los que se podían encontrar violas de gamba, tiorbas, guitarras, arpas e instrumentos de tecla. El disco de Vandalia ha contado con Ars Atlántica: la guitarra barroca de Aníbal Soriano, el clave de Alejandro Casal y el arpa de dos órdenes de Manuel Vilas.