Cabeza rapada, vestida de sacerdote con alzacuellos, crucifijo en mano y mirada desafiante.

Así se presenta la mezzosoprano Cecilia Bartoli para evocar la figura de Agostino Steffani (1654-1728) en la portada de su nuevo disco, «Mission», un viaje a los albores del Barroco con el que descubrir y mostrar la música de un compositor tan fascinante como desconocido.

Su obra supuso la transición entre el Renacimiento y los grandes del siglo XVII, un eslabón perdido entre Monteverdi, Carissimi y Cavalli y Vivaldi o Haendel.

Donna Leon, escritora americana con residencia permanente en Venecia, admiradora y amiga de Bartoli, decidió escribir de común acuerdo una de sus novelas llenas de suspense, «Las joyas del Paraíso», con la que desentraña la vida de este misterioso personaje.

Sacerdote, compositor, misionero y diplomático, que vivió una existencia llena de misterio en la que, incluso, se vio envuelto en un asesinato.

No es la primera vez que la diva italiana indaga en el rico patrimonio musical de su país para sacar a la luz joyas desconocidas para el gran público, como ya hizo en su anterior disco –«Sacrificium» (2009)–, que recordaba el drama de los «castrati».

Con este disco sobre la música de Steffani presenta unas arias deslumbrantes de varios, dúos y solistas con coro que cantan en italiano e interludios instrumentales. Entre los artistas invitados se encuentra el contratenor francés Philippe Jaroussky, que cantapor primera vez con Bartoli, junto con el Coro de la Radiotelevisión Suiza, la orquesta de instrumentos antiguos I Barocchisti de Lugano, y el director Diego Fasolis.

En su edición de lujo suma la novela y el CD. Dos amantes de la música, apasionadas de la ópera y del Barroco que, mano a mano, explican el origen de esta «maravillosa aventura».

El proyecto «se fraguó hace mucho tiempo –comienza Cecilia Bartoli con fuerza y expresividad–. Yo buscaba una ópera prohibida sobre mujeres a las que no se les permitía cantar en Roma, y ahí apareció Steffani.

Me llamó la atención porque sólo era conocido por sus dúos de piano. Seguí investigando y eso me llevó a Viena, Londres, Mónaco… Así que compré copias en microfilme de sus manuscritos en Londres. Tras la primera lectura vi lo fabuloso que era este compositor de ópera.

Parecían las notas de un joven Handel. La situación era chocante y anterior a éste y a Bach, pero con su misma valía. Encontré una música profundamente espiritual sin necesidad de ser sacra. Fue una gran alegría por lo inesperado. Destacaba su espiritualidad y su gran virtuosismo.

Un misterio, una música maravillosa y llamé rápidamente a Donna, gran apasionada de Haendel y del Barroco, para explicárselo. Ese fue el inicio de este viaje juntas para descubrir el misterio que envuelve a este personaje».

Curiosidad y apetito

Donna Leon le responde con ironía: «Si tienen perro habrán comprobado que si le ponen comida en la mano, él va a la mano. Eso me pasó con la propuesta de Cecilia cuando me habló de Steffani. No sabíamos si era un “castrati” o espía en el Vaticano. Me entró curiosidad y apetito. Pensé que era una buena idea hacer algo en conjunto. Aquello que estábamos descubriendo merecía la pena».

Para Bartoli fue una sorpresa descubrir su obra: «Dieciséis óperas, variedad de arias y los duetos de piano. Cada vez que hallaba algo nuevo llamaba a Donna». Ella, por su parte, se preguntaba qué le podía interesar: «No sabía nada. ¿Era un “castrati”? Parece que tenía el respeto de una sociedad machista.

Algunos de ellos triunfaban, como Farinelli, que era el Mick Jagger del momento». Y Bartoli prosigue: «No hay prueba de sus relaciones, ni masculinas ni femeninas. Vivía en soledad, aunque trabajó en palacio como maestro de música y manejaba muchos secretos. La pregunta es, ¿cómo se puede entender que después de 300 años no se conozca una música tan maravillosa?».

Para Donna Leon, el reto era la manera en que debía afrontar su novela: «Tengo que admitir que no sé escribir una novela histórica.

No podía hablar directamente de su vida. Un día Cecilia me dijo que sus documentos habían sido mandados al Vaticano y allí los encontraron en dos cajas en las que estaba su nombre con la caligrafía de la época. Pensé que la novela podría ir sobre un personaje que investiga esos documentos».

Sobre la portada del disco, dice Bartoli que ha querido evocar la vida de un personaje del que sólo se conservan tres imágenes «de forma divertida y usando la fantasía.

¿Por qué una cantante no puede tener sentido del humor?

Las fotos del disco son un viaje iconográfico del personaje. La pena es incluir sólo 80 minutos de una música tan rica y variada.

Habrá que hacer un segundo disco».

Músico, espía y diplomático

Agostino Steffani nació en una familia noble italiana.

Creció y se educó en Padua y comenzó su carrera musical en el coro de la Basílica de San Marco de Venecia, y desde allí fue contratado por el Conde Tattenbach para viajar a Múnich, donde completó su educación.

Publicó su primera obra, «Psalmodia vespertina», en 1674.

Fue nombrado organista de la corte y en 1680 ordenado sacerdote.

Un año después escribió su primera ópera «Marco Aurelio».

En 1692 fue enviado a varios principados alemanes en condición de diplomático, tarea gracias a la cual Inocencio XI lo consagró obispo de Spiga.

Más información en donnaleon.es

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