Tras subir por la tosca escalinata contigua y atravesar el vano entre las columnas dóricas de la antecámara, nos hallamos en el patio central del palacio del Infantado de Guadalajara.
Un juego de claro oscuros, de luces y penumbra, se produce en las estancias que lo preceden.
La oscuridad se ha trocado en clara luz solar y una espléndida floresta de piedra, sustituye al severo páramo arquitectónico de los espacios de tránsito circundantes.
Grifos de Persépolis y leones babilónicos de la puerta de Ishtar, nos observan desafiantes desde los frisos de las arquerías.
El gótico florido y el mudéjar, se entrelazan como ramas de hiedra y enredaderas serpenteantes, confiriendo al conjunto un estilo decorativo propio, preludiando tal vez, en cuanto a ornamentación y arquitectura, un Renacimiento español con rasgos diferenciadores del resto de Europa.
En su aspecto musical, las peculiaridades estéticas son también perceptibles en la España renacentista, sobre todo en lo que se refiere a la utilización de instrumentos.
Un buen ejemplo de ello, es la preferencia por el registro más agudo de la vihuela que por el más grave del laúd, a la hora de acompañar veladas palaciegas y recepciones reales.
Aunque sin dejar de utilizarse, el laúd será comúnmente llamado en nuestro país “vihuela de Flandes”, manifestándose de esta forma, el carácter autóctono de la vihuela como legítimo precedente de la guitarra española.
Será precisamente Alonso Mudarra (1505-1570), el gran vihuelista del Renacimiento hispánico, quién desarrollará gran parte de su carrera musical al servicio de Don Íñigo López de Mendoza, el cuarto duque del Infantado.
Del gran interés por la música entre los señores de Mendoza, tenemos constancia a través de crónicas de la época, como la del monje jerónimo Fray Hernando Pecha.
En ella se señala, que el cuarto duque “fue gran músico y tocaba todos los instrumentos, en especial en puntear el laúd era consumado”.
También el propio Mudarra, en el preámbulo a su obra “Tres libros de música en cifra para vihuela”, nos asegura, al respecto del ambiente musical del Infantado, que “en esa casa de toda música había excelentes hombres”.
El arte, la literatura y la música, siempre estuvieron muy presentes en este palacio de Guadalajara.
Desde su creación por el marqués de Santillana, a mediados del siglo XV, el fondo de su biblioteca no dejó de acrecentarse.
A la antigua lírica castellana y a la poesía trovadoresca, se fueron uniendo las nuevas aportaciones del humanismo que llegaban de Europa.
De esta atmósfera humanista, mezcla de influencias artísticas y corrientes de pensamiento, debió capturar mucha de su inspiración Alonso Mudarra.
Las ensoñaciones mitológicas de Ovidio, la exaltación bucólica de Horacio, los “claros y frescos ríos” de Boscán o los sonetos de Petrarca, sirvieron de letra para algunas de sus más luminosas piezas.
En casi todas ellas, parece perseguir un ideal clásico de armonía, de equilibrio, alejado del blandir de espadas de las epopeyas medievales y los cantares de gesta.
La sutileza y frágil belleza de sus romanescas, pavanas, fantasías y gallardas, nos acercan a las apacibles orillas de un río de la Arcadia o a la quietud de un bosque reinado por Titania y Oberón.
Nos trasladan, en suma, tras los muros de un patio florido de músicas, a salvo de tribulaciones y brusquedades, apartados por unos instantes, del mar tempestuoso de la realidad.
Escrito por Ramón Fernández | HeraldoDelHenares.es (Fotografía: Patio central del palacio del Infantado de Guadalajara. Fotografía de Ramón Fernández)
Sobre Alonso Mudarra
Alonso Mudarra (c.1510 – 1 de abril de 1580), compositor y vihuelista español del Renacimiento.
Hizo innovaciones tanto en música instrumental como vocal y forma parte junto con Luys de Milán, Enríquez de Valderrábano, Esteban Daza, Diego Pisador, Miguel de Fuenllana y Luis de Narváez del grupo de los siete vihuelistas españoles del siglo XVI cuya obra ha llegado hasta nosotros.
No se conoce con seguridad el lugar de su nacimiento, pero se sabe que pasó su juventud en Guadalajara, en casa de los Duques del Infantado, Diego Hurtado de Mendoza e Iñigo López, a cuyo servicio estuvo durante muchos años.
Fue en ésta ciudad donde seguramente recibió educación musical.
Probablemente fue a Italia en 1529 con Carlos I de España, junto con el cuarto duque del Infantado Iñigo López.
A su regreso a España, se ordenó sacerdote en 1546 en la catedral de Sevilla, donde permaneció el resto de su vida.
Mientras estuvo en la catedral, dirigió todas las actividades musicales que allí se realizaban, actividades de las cuales nos han quedado bastantes documentos, como la compra y ensamblaje de un nuevo órgano y su trabajo junto al compositor Francisco Guerrero en varios eventos.
Murió en Sevilla, y de acuerdo con su voluntad, su considerable fortuna fue repartida entre los pobres de la ciudad.
Magnífico artículo.
Alguien podría explicarme de dónde ha salido la preposición «de» en el nombre de Luys Milán? en qué lugar aparece este «Luys de Milán»? gracias.