La religiosa Gracia Baptista es la autora de la primera pieza musical escrita por una mujer en España de la que se tiene constancia.
En concreto, su nombre aparece como referencia de la composición Conditor alme incluida en la recopilación de 1557 titulada Libro de cifra nueva para tecla, harpa, y vihuela en el qual se enseña brevemente cantar, canto llano y canto de órgano y algunos avisos de contrapunto, editada por Luis Venegas de Henestrosa en Alcalá de Henares.
Se trata de un hito dentro del protagonismo femenino en la historia de la música de nuestro país, que el estudioso Josemi Lorenzo Arribas (Gracia Baptista y otras organistas del siglo XVI ibérico, 2011) considera mucho más relevante que una simple anécdota.
No les resultó tarea fácil a las mujeres del siglo XVI dedicarse a la actividad musical, más bien les fue prácticamente imposible, en un campo dominado por el varón como ha sido este tradicionalmente.
Y, sin embargo, existieron numerosas teclistas que ejercían de organistas en la reclusión de los conventos apoyando los servicios religiosos de la congregación.
Por desgracia, tomar los hábitos era la única vía que tenía la mujer para poder desarrollar una carrera musical, y, aun así, esta función fue duramente criticada por teóricos de los siglos XVII y XVIII como Pietro Cerone, Francisco Correa de Araujo o Pablo Nasarre.
Dado que por lo general los conventos tenían sus propias teclistas y no dependían de intérpretes externos para los oficios del día a día, parece lógico suponer que muchas de estas monjas adquirieran una gran destreza con el instrumento, como parece que fue el caso de Gracia Baptista, cuya única obra conocida comparte páginas con las de las figuras masculinas más destacadas de la época.
Señala Lorenzo Arribas el dato de que en la era moderna una mujer que quisiese profesar como monja podía hacerlo sin aportar una dote, si demostraba tener conocimientos musicales que fuesen de utilidad en el cenobio.
Luis Venegas de Henestrosa estuvo al servicio de don Juan de Tavera, quien fuera arzobispo de Santiago y más tarde de Toledo.
Se trata de uno de los pocos datos que conocemos de su vida, gracias a la dedicatoria del libro de cifra que está dirigida a don Diego de Tavera, sobrino del anterior.
Venegas refiere que no pudo dedicárselo a “su señor” por haber fallecido este en 1545, es decir, doce años antes de la publicación de la obra.
El volumen constituye un método de música que contiene hasta ciento treinta y ocho piezas para tecla, harpa y vihuela -como reza el título-, que comprenden creaciones de grandes vihuelistas como Alonso Mudarra, Enríquez de Valderrábano y Luis de Narváez, así como de organistas tan conocidos como Antonio de Cabezón o Francisco Hernández Palero.
Y entre todos los nombres masculinos aparece una mujer, de la que solo se dice Gracia Baptista, monja.
Que Baptista aparezca en una antología de estas características con su propio nombre ya supone un reconocimiento a su talento, y, a pesar de que poco o nada se sabe de su vida aparte de su condición de religiosa, Rafael Mitjana (La música en España, 1920) no duda en clasificarla entre los organistas destacados del momento, cuando define el libro como:
“…una antología de fragmentos para órgano, también transcritos para arpa o vihuela, de los más famosos organistas de la época como los dos Vila (Pedro Alberto y Luis), Antonio de Cabezón, Giulio de Modena, Palero (Francisco Pérez), la religiosa Gracia Baptista, Soto (Pedro) y otros de menor importancia…”
La pieza atribuida a Gracia Baptista que aparece en la obra lleva por título Conditor alme y está escrita para tres voces. Se trata de una glosa sobre el cantus firmus del himno de Adviento Conditor alme siderum/aeterna lux credentium. Sobre este tema expone Josemi Lorenzo Arribas:
“La versión del himno Conditor alme siderum de Gracia Baptista está construida según los principios compositivos renacentistas, con un juego contrapuntístico correcto entre las tres voces, que se alternan en el desarrollo glosado del tema a partir de pasajes por grados conjuntos, jalonados por acordes donde dicha tensión se resuelve.”
Gracias Baptista no fue una excepción en su época.
Hubo muchas otras mujeres organistas y compositoras, si bien la historia la escribieron plumas masculinas que han relegado al olvido cualquier atisbo de creatividad femenina.
Sin duda, tuvo que haber más músicas religiosas, aunque también seglares.
La portuguesa Paola Vicente (1519-1576) fue tañedora de tecla para doña Catalina, esposa de João III, mientras que la castellana Antonia Pabón, esposa del organista Cipriano de Soto, también cobraba de sus servicios como teclista en la casa de la princesa Juana de Austria, la hija menor de Isabel de Portugal y Carlos I.
La clarisa andaluza Blasina de Mendoza tenía fama de ser gran música de tecla, pues había recibido clases del organista Francisco Peraza I siendo doncella, y, de hecho, tuvo con él un hijo ilegítimo, el también organista Francisco Peraza II.
Otra monja teclista fue Bernardina Clavijo del Castillo, hija del organista Bernardo Clavijo, de quien se dijo en el siglo XVII que “ es monstruo de naturaleza en la tecla y arpa”.
Una última referencia es sor Luisa de la Ascensión, nieta del grandísimo Antonio de Cabezón, que a principios del siglo XVII tocaba el órgano del monasterio de Santa Clara de Carrión de los Condes, en Palencia.
El nacimiento y la muerte de Gracia Bautista, monja y compositora, son un misterio.
De la vida de esta mujer poco se sabe más allá de que era española y que vivió en Ávila.
¡Hola!
Muy interesante lo que escribes; me gustaría saber donde es posible acceder los manuscritos y/o ediciones de las obras de las autoras mencionadas, a la excepción de Gracia Baptista.
Saludos
Marcelo Bruno Rodrigues (organista y compositor brasileño)