Considerado como uno de los grandes intérpretes desde hace varias décadas, Jordi Savall ha generado una absoluta expectación entre los aficionados a la música antigua en su presentación en la sala de cámara del ADDA, actuación incluida en la selecta programación del ciclo La Guitarra que ofrece el auditorio alicantino en la presente temporada.
Con el título Folias & Romanescas, conjunto de obras del violagambista toledano del siglo XVI, Diego Ortiz, con las que se abría el concierto, Savall ha estado acompañado por un tañedor de su plena confianza como es Xavier Díaz-Latorre, poseedor de una depurada técnica y un exquisito gusto.
Ambos han actuado conjuntamente y en solo, lo que ha dado variedad a la velada, permitiendo que el espectador pudiera apreciar todos los secretos de los tres instrumentos que tocaron estos formidables músicos.
Savall utilizó una viola da gamba baja de siete cuerdas construida por el lutier británico Barak Norman en 1697.
La belleza de su sonido realza la magistral técnica del maestro catalán que, con breves comentarios, anticipaba los modos de usar el instrumento, facilitando una mejor comprensión de las obras.
La variedad de maneras de utilizar el arco, que propuso el gran violista escocés nacido el en el último tercio del siglo XVI, Tobias Hume, en su tratado Musical Humors, produjo asombro en la interpretación de Savall, especialmente en las obras de motivo militar, al destacar el carácter descriptivo de estas piezas con natural espontaneidad.
La guitarra barroca tuvo su momento con obras del aragonés Gaspar Sanz, referente absoluto para entender la importancia de este instrumento, del que fue un gran tratadista en siglo XVII.
Xavier Díaz-Latorre tradujo dos piezas, Jácaras y Canarios, con esa rara expresividad en la que se puede percibir cómo, desde una especie de invisible diálogo con la guitarra, el músico se conmueve a sí mismo en su interpretación, comunicando y dando sentido a su recreación, y así justificar su importante función de imprescindible elemento de la fenomenología de la música.
Después se produjo la primera aparición del arte violagambístico de Marin Marais, que cerraba la primera parte del concierto con cuatro piezas de su Cuarta Suite en La menor para viola y bajo continuo, destacando la preciosa La Sautillante, octava de dicha colección, primorosamente acompañada por la tiorba de Díaz-Latorre.
Jordi Savall inició la segunda parte con una exhibición técnica de la música contenida en las Lessons to the Lyra-Viol de Alfonso Ferrabosco Jr., violagambista británico de origen italiano de finales del siglo XVI y principios del XVII, generando gran curiosidad por su imaginativa descripción del sonido de campana en La Cloche.
Seguidamente fue la tiorba la que tomó el protagonismo con una preciosa chacona de Robert de Visée, virtuoso compositor y tañedor en la corte de Luis XIV.
Díaz-Latorre dio toda una lección tanto de estilo como de forma, permitiendo que el oyente admirara todas las posibilidades armónicas de este instrumento tan destacado en el periodo barroco.
Después de un Preludio en Re menor perteneciente al conjunto de Pièces de viola del compositor francés del XVII, Sieur de Machy, en la que Savall quiso demostrar cómo este autor se aproximó con la viola da gamba a la voz humana, el programa volvía a Marin Marais con su magistral Les Voix Humaines, perteneciente al libro segundo de sus Pièces de Viola, y unos atractivos Couplets des Folies d’Espagne.
Una atmósfera de alegría implementó la excelente acústica de la sala de cámara del ADDA a través de la gracia que destilaban los sonidos de estas obras, destacando el contrapunteado ritmo folclórico de la tiorba, y la airosa orientación danzante que Savall quiso dar a los zapateados imitados desde su arco, que manifestaban su magistral forma de explorar las posibilidades tímbricas del instrumento, demostrando siempre esa exclusiva categoría que sólo poseen los grandes maestros de la interpretación y traducción del pensamiento musical.
Una improvisación sobre el canto de los canarios, en respuesta al entusiasmo del público, permitió que se disfrutara de tan repentizado arte musical, pudiéndose percibir cómo estos dos intérpretes se entiende a la perfección a modo de un imaginable dúo de jazz barroco dotado de ágil y espontánea originalidad.
Se cerraba así un concierto que supuso una verdadera gozada para los admiradores de este privilegiado mago de la viola da gamba acompañado por un tañedor de equiparable calado artístico.
Escrito por JOSÉ ANTONIO CANTÓN | Elmundo
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