Resulta sobradamente conocido el perfeccionismo con que Stanley Kubrick abordaba las bandas sonoras de sus películas. La música que acompaña al metraje es a menudo tan importante como la misma imagen filmada. Bástenos recordar como la música de Johann Strauss que suena en “2001: odisea del espacio”; la archiconocida escena del “vals espacial”, ha pasado ha formar parte de la cultura popular, habiendo sido repetidamente imitada y parodiada en series de televisión y anuncios publicitarios.
La banda sonora original de su película “Barry Lyndon” es otro ejemplo de cómo las partituras adecuadamente seleccionadas pueden impulsar y engrandecer una obra cinematográfica. El film recibió cuatro premios Óscar en 1975, uno de ellos a la mejor música adaptada, y basado en una novela de William Thackeray, narra el despiadado ascenso social de Redmond Barry en la sociedad irlandesa del siglo XVIII. Se podría contar de esta obra que fue rodada íntegramente con luz natural, usando objetivos Zeiss de los que utilizaba la NASA para realizar las fotografías desde los satélites, o que cada plano presenta una simetría y perspectiva propias de una obra pictórica, pero este no es un blog de cine.
La banda sonora de “Barry Lyndon” incluye una importante selección de piezas musicales de compositores del siglo XVIII, además de evocadoras melodías de corte céltico del conjunto irlandés The Chieftains. En una entrevista a Stanley Kubrick firmada por Michel Ciment y publicada en 1980, el director justificaba su utilización de música no especialmente compuesta para sus películas:
«A pesar de todo lo buenos que puedan ser nuestros mejores compositores de música para cine, no son unos Beethoven, unos Mozart o unos Brahms. ¿Por qué utilizar música peor cuando existe una gran cantidad disponible de música orquestal genial del pasado y de nuestro propio tiempo?»
En la misma entrevista relata, en relación con lo anterior, el problema que tuvo con “2001”. Parece ser que había montado temporalmente la película con partituras “clásicas” que se ajustaban a las escenas (Strauss, Legeti, Khatchaturian) y que luego había contratado a un músico para que compusiese una banda sonora específica para el film. Cuando éste le presentó su trabajo, se dio cuenta de que no podía haber compuesto una música más ajena al espíritu de la película, pero el estreno era inminente y ya no le daba tiempo a encargar otra banda sonora original. Así que dejó en la cinta las melodías que figuraban al principio y que solamente debían haber servido de guía para el compositor de la banda sonora, y gracias a ello, “2001: odisea del espacio” es la maravilla que ha llegado hasta nosotros.
Ente los compositores incluidos en la banda sonora de «Barry Lyndon» destacan nombres como Vivaldi, Mozart, Handel o Bach, aparte de una curiosa marcha de Federico el Grande.
Resulta gracioso que en la entrevista se le acusa de falsear, aumentando su dramatismo, la famosa pieza “Zarabanda” de Handel, verdadera identidad sonora de la película, a lo que el realizador responde:
“Esto surgió de otro problema sobre la música del siglo XVIII – no es demasiado dramática. La primera vez que me encontré con este tema de Handel fue a través de una interpretación de guitarra y, por extraño que parezca, me hizo pensar en Ennio Morricone. Creo que funcionó bien en el film, y la sencilla orquestación evitó que sonará fuera de lugar.”
Recordemos que no era la primera vez que Kubrick adaptaba a su antojo piezas clásicas. La “Música para el funeral de la Reina María” de Purcell que abre “La naranja mecánica” fue transformada de marcha fúnebre en una melodía inquietante de pesadilla por el compositor/a Wendy Carlos.
Otro “truco” utilizado por Stanley Kubrick es la inclusión de Schubert en la BSO, un músico posterior a la época que refleja la película, en concreto, en la escena de la seducción de Lady Lyndon por parte del protagonista. De nuevo el director se justifica:
“Pensé que lo correcto era utilizar solamente música del siglo XVIII. Pero a veces te fijas normas a ti mismo que demuestran ser innecesarias y contraproducentes. Creo que debo haber escuchado cada LP que puedes comprar sobre música del siglo XVIII. Uno de los problemas que en seguida se hizo evidente es que no existen temas trágicos de amor entre la música del siglo XVIII. Así que eventualmente decidí utilizar el “Trío en Mi bemol, Opus 100” de Schubert, escrito en 1828.”
Por último, me gustaría destacar otra de las piezas adaptadas del disco, que personalmente considero de las más bellas. Se trata de la versión del “Saper bramate” de la ópera del compositor Giovanni Paisiello “El barbero de Sevilla”, aquí incluida en versión instrumental. Para mí representa el espíritu del clasicismo en la música. La reproduzco a continuación.
Muy buena pelicula y muy disfrutable la musica… buena recomendación!
asombrosa
Lo que no tenía mucho sentido es contratar a una vaca sagrada como Alex Norh para 2001 y esperar que se alejara de sus conceptos musicales. La banda sonora de North no se apartaba tanto del espíritu de la película, aunque la música clásica usada al final es casi imposible de separarse de ella.
Posiblemente la mejor banda sonora adaptada de la historia. Plásticamente la película es una obra de arte.
En cuanto a «falsear» la conocida zarabanda de Händel, habría que decir que más de uno, al escucharla en el film de Kubrick, ha pensado que es música del Barroco (realmente el original es para clave), tal ha sido la maestría del arreglo. Además, si en el Barroco la reutilización del material estaba a la orden del día (véase en obras de Vivaldi o Bach), tampoco podríamos considerar esta versión de la banda sonora como un terrible anacronismo. 😉
¡Un saludo!
Lo mejor es la banda sonora, el vestuario (prestado de el britisth) y la fotografía c(con objetivos de la NASA para las escenas iluminadas con luces de vela, como en la cena). Kubrick fué el único que lo consiguió. Un verdadero artista con mayúsculas.
La sarabanda de Haendel es realmente una adaptación de las Folias, glosadas por un musico toledano, Diego de Ortiz, en particular las Folias de España consagradas por el barroco francés, Marais… Lully… Se trata de un tema adaptado por muchos de los grandes durante casi 500 años, desde Vivaldi, Corelli, pasando por el propio Bach, Salieri o ya en el S.XX, Rachmaninov.
Jordi Savall, nos las ofrece magistralmente con su viola da gamba… Y eleva nuestra música donde se merece.
Salud.