«Difícil es destacar algún momento cuando todo transcurrió en altos niveles de intensidad y calidad»
Como no podía ser menos, dada la importancia del género, la música instrumental barroca tiene siempre un lugar asegurado en la Semana de Música de Cámara.
Suele ser este uno de los conciertos más cuidados por elaboración de programa y la calidad de sus intérpretes, casi siempre especialistas de auténtico renombre, lo que le convierte habitualmente en uno de los platos fuertes en cada edición del ciclo, aunque la afluencia de público no suele ser tan importante como en otras veladas.
Es cierto que la música barroca no es sencilla para el oyente, no tiene la transparente alegría propia de los compositores clásicos o esa impronta pasional característica del Romanticismo; pero nada de lo que conocemos sería igual sin los compositores del fascinante periodo barroco.
La creación de las formas musicales, la variedad instrumental, el desarrollo de la armonía, la evolución de un contrapunto dinámico alejado de la austeridad renacentista, el gusto por la improvisación y un inefable gusto por lo extravagante, que es germen del virtuosismo propio del siglo XIX, son sólo algunas de las virtudes de un momento histórico fundamental en el arte sonoro.
Pero si todo esto –más obras de los cuatro compositores más representativos del periodo– es mezclado en un concierto por las manos de unos intérpretes de consumada técnica, magistral compenetración y cuya máxima principal es existir para emocionar, el resultado no puede ser otro que el obtenido por Da Kamera en su exhibición en San Juan de los Caballeros: Éxito.
Difícil es destacar algún momento cuando todo transcurrió en altos niveles de intensidad y calidad. Pero entre la preciosa y serena Allemande de la Partita 4 de Bach, las brillantes variaciones sobre la ‘Folía de la Sonata XII’ de Corelli y las cuatro italianizantes sonatas da chiesa de Haendel, Vivaldi y Bach, me decantaría por la emotiva interpretación del Largo inicial de la ‘Sonata para violonchelo y continuo de Vivaldi’, la sincronía de la vigorosa y contrastada lectura de la ‘Folía’, la limpidez en el fraseo y ornamentación de la ‘Sonata BWV 1021’ de Bach y la elegante –a la vez que enérgica– recreación de la aristocrática ‘Sonata HWV 371’ de Haendel, sin olvidar el precioso sonido del clave en la ‘Allemande bachiana’.
Múltiples delicias destiladas en un concierto hermoso.
Escrito por LUIS HIDALGO MARTÍN para elnortedecastilla.es
Totalmente de acuerdo