El estudio de la música que en la época colonial se interpretaba en el Nuevo Mundo sigue siendo un tema apasionante de investigación. La música española tuvo una gran aceptación entre los nativos americanos. Los primeros franciscanos que llegaron al continente -en concreto a México-Tenochtitlan-, como Toribio de Benavente, Pedro de Gante y Juan de Zumárraga, informaron a la metrópoli de la buena aceptación que tenía la música polifónica entre la población indígena. Al escribir sobre las actividades llevadas a cabo por los indios, ponían en evidencia que “todo se hacía con la debida solemnidad y que a los niños se les enseñaba a leer, escribir, cantar y tocar instrumentos musicales” (Alfred Lemmon y Fernando Horcasitas. Manuscrito teórico musical de santa Eulalia: un estudio de un tesoro musical y lingüístico de Guatemala colonial, 1980).
A pesar de la importancia de México como capital, la actividad de enseñanza y ejecución musical se extendía por todo el continente, incluyendo Guatemala, que es el tema que nos ocupa. En concreto, la catedral de Guatemala, que tenía la misma constitución que la catedral de Sevilla, gozó siempre de maestros de capilla de renombre, y mantuvo, por lo menos mientras estuvo Rafael Antonio Castellanos como maestro, una intensa actividad de intercambio musical con la catedral de México.
En 1964, el musicólogo norteamericano Robert Stevenson anunció el hallazgo de un legajo de manuscritos en la aldea de Santa Eulalia, en el departamento guatemalteco de Huehuetenango, que arrojó un potente rayo de luz sobre nuestro conocimiento de la música colonial renacentista. En concreto, de los nueve manuscritos que concentran la polifonía, los siete primeros fueron hallados en Santa Eulalia, y los otros dos en las poblaciones de San Juan Ixcoi y San Mateo Ixtatán, respectivamente.
El contenido de este códice es un espejo de la cultura musical española de la época y de su proyección americana. Entre las piezas que lo integran se encuentran algunas firmadas por grandes figuras españolas como Francisco de Peñalosa o Cristóbal de Morales, aunque también aparecen grandes nombres de la música europea, como Claudin de Sermisy, Jean Mouton o Heinrich Isaac.
Pero el manuscrito es mucho más que un repositorio de música del viejo continente, también refleja cómo estos sones traídos del otro lado del Atlántico eran asimilados por la población nativa. Entre sus páginas aparecen temas en dialecto náhuatl y también otros firmados por indios de la región maya, como Francisco de León y Tomás de Pascual. Este último fue maestro de capilla de San Juan Ixcoy, Huehuetenango, en la década de 1590 a 1635, y está considerado como el primer músico indígena de quien existen composiciones originales.
Como afirman Lemmon y Horcasitas, “este documento confirma las numerosas crónicas religiosas que describen con tan vivos colores la habilidad musical de los indígenas, y nos demuestra además, con gran exactitud, la importancia del `imperio musical´ fundado por Pedro de Gante”.
El conjunto de sacabuches Oniria ha llevado una intensa labor de investigación en torno al códice de Santa Eulalia, que ha desembocado en la grabación que hoy nos ocupa, Huehuetenango. Ministriles from Guatemala. Se trata de una obra que recupera toda la riqueza musical del renacimiento colonial y que nos muestra cómo florecieron las formas llegadas de Europa.
Oniria es una de las formaciones más relevantes del panorama de la música antigua española actual. Especializados en la música para sacabuche -el padre del trombón actual- de los siglos XVI, XVII y XVIII, en 2011 grabaron un disco dedicado a la música de Georg Daniel Speer (1636-1707), Trébol Musical de Cuatro Hojas. Aparte de haber recibido el Premio de la Akademia Music Award de EEUU en el apartado de “Mejor vídeo de música clásica”, el grupo ha tenido varias candidaturas a los Premios GEMA, que concede la Asociación Española de Grupos de Música Antigua, recibiendo el galardón en 2017 en la categoría “Mejor Productor-Gerente”, otorgado a Caroline Astwood.
El origen de este proyecto tiene su origen en una serie viajes a América Latina que realizó Daniel Anarte, el director del ensemble y principal impulsor de la iniciativa, para colaborar con el Syntagma Musicum, grupo residente de la Universidad de Santiago de Chile –USACH. Durante una de sus estancias, Anarte recibió como regalo del fundador de Syntagma, el musicólogo chileno Víctor Rondón, un conjunto de fotografías del manuscrito de Huehuetenango.
Aparte de su valor cultural y artístico, el presente despertó una inquietud profesional en el músico malagueño, dado que se percató de que, en el total de los 15 manuscritos que integran la colección, están incluidas más de 193 piezas sin letra, -o con solo el título o un brevísimo íncipit-, lo que puede llevar a considerarlas como música instrumental, del mismo modo que los libros de música “para ministriles” que han llegado hasta nosotros. En concreto, estos últimos son el manuscrito 975 de la biblioteca de Manuel de Falla (E-GRmf 975), el libro de ministriles de la Colegiata de Lerma, el archivo C19 de música para ministriles de la catedral de Puebla, en México, y el libro 6 para ministriles de la catedral de Segovia.
Daniel Anarte considera que existe un punto diferenciador entre el legajo de Santa Eulalia y el resto de música sin letra considerada “para ministriles”, y es que, presumiblemente, el guatemalteco fue copiado a mano por los propios indígenas nativos de la región”.
Y es que el propio fray Bartolomé de las Casas destacaba la magnífica predisposición y habilidad que mostraban los indios hacia la música. Por una parte, cuenta cómo reproducían con propias manos los instrumentos llegados de España, como los sacabuches o las chirimías:
“…Ninguna cosa ven, de cualquiera oficio que sea, que luego no la hagan y contrahagan.
Luego como vieron las flautas, las cherimias, los sacabuches, sin que maestro ninguno se los enseñase, perfectamente los hicieron, y otros instrumentos musicales.
Un sacabuche hacen de un candelero; órganos no se que hayan hecho, pero no dudo que no con dificultad bien y muy bien los hagan…”.
Pero también subraya la increíble capacidad para la interpretación, e incluso la composición, de la que hacían gala:
“La música, cuanto en ella y en el arte excedan, cantando así por arte canto llano y de órgano y en componer obras en la música y en hacer libros della por sus manos, como en ser muy diestros en tañer flautas y cheremias y sacabuches y otros instrumentos semejantes, a todos los destas partes es muy notorio.”
A través del estudio detallado del contenido del códice, ha llegado Daniel Anarte a realizar un descubrimiento de gran valor musicológico. Ha consistido en identificar una versión instrumental del Romance del Moro de Antequera contenida en el legajo, que figura como una pieza anónima bajo el título Romance, con el tema De Antequera sale el Moro, atribuido a Cristóbal de Morales por el vihuelista Miguel de Fuenllana en su libro de cifra Orphenica Lyra. El experto en el códice Omar Morales confirmó que relación entre ambas piezas no había sido detectada con anterioridad.
El disco Huehuetenango. Ministriles from Guatemala contiene la versión del romance incluida en el segundo manuscrito del códice y la compara con la intabulación que realizó Miguel de Fuenllana de la pieza de Morales, de forma que se pueda apreciar la concordancia entre ambas. Algo semejante sucede con la canción francesa Tant que vivray de Claudin de Sermisy, presente en los legajos de Santa Eulalia bajo el título Tranqui mi pres. En este caso, la versión americana es comparada con la sutil y colorista interpretación que realiza la vihuelista Paula Brieba de la intabulación correspondiente del tema que incluye Fuenllana en quinto libro de Orphenica Lyra.
No acaban aquí las coincidencias entre los manuscritos de santa Eulalia y la obra de Fuenllana. Al Romance del Moro de Antequera y Tant que vivrey, se le suman Teresica Hermana de Mateo Flecha, renombrado Delesica Hermana en el códice, y el villancico Con qué lavaré de Juan Vásquez. Curiosamente, todas estas piezas pertenecen al libro V de la obra de Miguel de Fuenllana.
Y, aunque no se puede establecer una relación directa entre ambos documentos, no deja de ser curioso que el editor de Orphenica Lyra, Martín de Montesdoca, emigró a Guatemala en 1561, y existen testimonios de que ocupó cargos en la antigua catedral de Santiago. Quién sabe si fue el responsable de llevar el libro de cifra de Fuenllana al Nuevo Mundo.
A pesar de que el proyecto resalta el carácter instrumental del códice, el disco incluye también varios temas cantados, varios en dialecto náhuatl, que han sido interpretados por el contratenor Gabriel Díaz. La formación que ha participado en la grabación del disco incluye los sacabuches de Daniel Anarte, Carmelo Sosa, Manuel Quesada y Ramón P. Peñaranda, así como las flautas de Jacobo Díaz y el cornetto de José Antonio Martínez.
Por el lado de la cuerda, Paula Brieba pone la vihuela y la guitarra barroca, Luis Gómez la guitarra flamenca y Juan Ramón Hernández el arpa barroca. Finalmente, la percusión corre a cargo de Eugenio García y Rafa Garrido.
Huehuetenango. Ministriles from Guatemala es un trabajo francamente interesante, tanto por lo que aporta a la musicología, como por la exquisita sonoridad de las piezas en él incluidas.