La música sufí de al-Andalus, además de las grandes sesiones comunitarias de la Samá, contiene un diálogo entre los solos instrumentales taqsim y los cantos solistas libres inshad y muwwal.
La música sufí andalusí es un entretenimiento insustituible en el ambiente de la fiesta mística y en el ámbito de la expresión de los sentimientos religiosos.
A través de la música y de sus cualidades se busca la excitación hasta el grado de éxtasis.
La música de al-Andalus se relaciona con todo lo que embriaga: los instrumentos interpretados con virtuosismo, las copas de vino y licores en lenguaje figurado o real, el embeleso de jardines perfumados, el enamoramiento arrebatado y la amistad efusiva.
Los sufíes cantan la música religiosa con verdadera devoción, a menudo con textos eróticos de mística interpretación.
Se acompañan en ocasiones con instrumentos cuyos sonidos favorecen su intención, aumentan la alegría interna, y llevan a la reflexión y a la contemplación.
El muwwal transmite un poema, pero el fluir de su melodía también nos impregna de un contenido emotivo, una expresión del afecto, un sentido ético.
Estos maravillosos efectos llegan a modelar el carácter de los que cantan y escuchan en el momento propicio, según el estado anímico particular.
En la música árabe es fundamental la relación de los sonidos y las escalas con las fuerzas cósmicas.
Estas escalas denotan su afinidad con las cualidades del cuerpo y del alma.
Sobre la influencia directa de la música en el carácter humano y la psique del receptor, dice Ibn Báya (1070-1138) en su Risalat al alhan (Epístola sobre las melodías):
“La música es capaz de influir en el temperamento humano gracias a la sincronía o concordancia que supuestamente existe entre los distintos caracteres temperamentales: colérico, sanguíneo, flemático y melancólico, y los sonidos de cada una de las cuerdas del laúd”
Los maestros conocen el carácter terapéutico de la música a través de las melodías modales de la tradición andalusí.
“Cuando el hombre escucha las notas de una melodía, coge un instrumento, las interpreta acompañándose de la poesía, y hace el esfuerzo de entenderlas, la música llega a lo más profundo del ser y lo purifica”
Sigue diciendo Ibn Báya sobre la concordancia entre sonidos y temperamentos humanos: “Si se produce una afinidad y concordancia de caracteres, el alma siente un anhelo y actúa y expande su incorporeidad espiritual cuando se regocija, de ahí que fluya la afabilidad de su materia incorpórea”
Los instrumentos conservan siempre el sentido primitivo del acompañamiento al canto y ellos solos también evocan el eco de la expresión humana del canto.
En el nay los sonidos surgen de la respiración y la inteligencia sobre una caña con agujeros matemáticamente dispuestos.
En el salterio (qanun) todo depende de la afinación de su multitud de cuerdas y del pulso de los dedos.
En la sonoridad del laúd es esencial su cuerpo resonante y la intensidad del rasgar del plectro, ya sea acariciando o hiriendo sus cuerdas.
Al frotar con el arco las dos cuerdas del rabab, simultáneamente vibran nuestros órganos internos.
Los tambores inmediatamente hipnotizan acompasando el ritmo del corazón.
La intención de la canción reposa en la dinámica del aliento canto-flauta.
Las cuerdas del laúd y el salterio envuelven la expresividad de estos.
Y juntos consiguen el equilibrio, la tranquilidad y la introspección del alma que el intérprete y el oyente requieren para realizar la experiencia de un “viaje interior”.
EDUARDO PANIAGUA
“Viaje interior” es una muestra musical que prolonga la intención del CD editado en Pneuma “Pasión Sufí”.
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