La relación de William Shakespeare con las tabernas le acompañará hasta su muerte.
De hecho, prácticamente el único testimonio que ha llegado hasta nosotros sobre la circunstancia de su muerte le sitúa en uno de estos establecimientos.
Se trata de una anotación en el diario de John Ward, a la sazón vicario en su localidad de nacimiento, Stratford-upon-Avon, entre 1662 y 1681.
En una de las cinco referencias que hizo sobre Shakespeare y su familia escribe como el vate contrajo fiebres después de pasar la tarde bebiendo en la taberna con sus amigos, los también escritores y dramaturgos, Michael Drayton y Ben Johnson:
“Shakespear Drayton and Ben Jhonson had a merry meeting and it seems drank too hard for Shakespear died of a feavour there contracted.”
El visitar la taberna era una forma de ocio común en la Inglaterra isabelina y de los primeros Estuardo, como lo sigue siendo ahora, pero lo que nos atañe aquí es que esas reuniones solían llevar asociado el interpretar canciones entre todos los parroquianos presentes, convirtiendo el encuentro etílico y social en un acontecimiento musical.
Para Louis C. Elson (Shakespeare in Music, 1901) el dramaturgo tenía que ser un cliente habitual de este tipo de establecimientos.
En el tiempo que escribió su libro, el pub de Stratford exhibía a los turistas una silla que afirmaban que era la utilizada por Shakespeare cuando se unía a la vida social de la localidad.
Por otro lado, nos recuerda Elson que en el Londres de finales del siglo XVI y principios del siguiente, las tabernas eran un lugar de reunión con prestigio social, como más adelante en el tiempo lo serían los clubes, por lo que es más que probable que el autor de Hamlet recalase por allí con harta frecuencia.
En concreto en Mermaid Tavern, situada en Bread Street, se reunían en la época los poetas y escritores, así que no es de extrañar que nuestro hombre fuese un asiduo durante sus estancias en la capital.
En las tabernas la música era interpretada por los grupos de amigos como una forma de solaz y esparcimiento, pero también existía la figura del músico ambulante que era contratado de forma ocasional para amenizar una velada.
Generalmente, tenían mala fama y su música era denominada ruido (noise).
Parece ser que no era un nombre gratuito pues efectivamente estos ministriles debían tocar excesivamente alto en las veladas etílicas.
Y era costumbre en la época entre la más alta alcurnia el disfrutar de la comida escuchando música ruidosa.
Cuenta un cortesano de la época citado por Elson que la misma reina Isabel almorzaba al sonido de doce trompetas y dos timbales, que ocasionalmente eran acompañados por cornetas y más tambores.
El escritor satírico Stephen Gosson en su escrito Short Apologie of the Schoole of Abuse comentaba con sorna en 1587 como Londres estaba tan lleno de músicos ambulantes que un hombre no podía entrar a una taberna sin que se le pegasen a los talones y le “hiciesen bailar antes de irse”:
“London is so full of unprofitable pipers and fiddlers, that a man can no sooner enter a tavern, than two or three cast of them hang at his heels, to give him a dance before he departs.”
Parece ser que este gremio era considerado casi como una suerte de mendigos que se acercaban a la gente ofreciendo su música.
En 1597 la reina Isabel promulga una ley que clasificaba a los ministriles de taberna como “pícaros, vagabundos y tenaces pedigüeños” y establecía castigos severos para todo el que llevase a cabo dicha actividad.
El Lord Protector Cromwell endureció este edicto durante el periodo republicano.
Cuando estos músicos eran contratados, generalmente la música se interpretaba en la mejor sala de la taberna, que solía tener un nombre propio.
Elson nos remite a dos ejemplos de esto procedentes de obras de Shakespeare.
En Medida por medida (Acto II, escena 1) el payaso alude a Bunch of grapes (Racimo de uvas), que es el nombre de una sala en una taberna, y en la primera parte de Enrique IV (Acto II, escena 4) Poins hace alusión a Halfmoon (Media luna) que era el nombre de una estancia en la taberna Boar´s Head (Cabeza de Jabalí).
El género musical clásico de las tabernas inglesas era el catch, un tipo de canción animada que jugaba con los dobles sentidos y que solía centrarse en la bebida y en el sexo como ejes temáticos.
El formato más común era a tres voces, aunque los había de más, como es el caso de la antología Pammelia, publicada en 1609, que incluye catches para tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve y hasta diez.
Ese mismo año sale a la luz en Inglaterra otro volumen de catches bajo el título Deutoromelia, presumiblemente lanzado por el mismo editor.
Otra forma de denominar los catches era Three Men´s Songs, es decir, canciones para tres hombres, aludiendo a la forma más común que era cantar a tres voces.
En varias obras de Shakespeare podemos encontrar alusiones a Three Men´s Songs.
Se trata de una forma de ocio, el cantar en la taberna, que se convierte en sello de identidad de la antigua Inglaterra y que será recuperada en la Restauración tras la era puritana de la República, incluyendo a figuras de la talla de Henry Purcell.