La primera mitad del siglo XVI conoció en Francia el florecimiento del género musical conocido como chanson que se erige como un verdadero estilo secular nacional. Se trata de un giro hacia la sencillez y la libertad de las formas que ya había conocido la poesía de la época, cuyos pasos sigue la música.
Todo este movimiento arranca durante el reinado de Francisco I, entre 1515 y 1547, un periodo de intenso intercambio cultural con la vecina Italia, impulsado no poco por la inclinación del monarca hacia las artes. La importación de publicaciones musicales de la península itálica y la presencia de sus músicos en la corte francesa es una constante.
Un primer elemento que determina el nacimiento de la chanson es la ruptura con las formas poéticas anteriores que efectúa Clément Marot, huyendo del formalismo en pos de una versificación más libre. Básicamente, Marot utiliza un lenguaje más coloquial en sus composiciones y acorta las estrofas, sin que esta simplificación implique caer en formas métricas estereotipadas. Otra de sus innovaciones consistió en la alternancia de rimas masculinas y femeninas, algo que quedó como un rasgo distintivo de la poesía francesa.
Los músicos de la época abrazan la nueva poesía con ansia de renovar la música y alejarla de los viejos cánones empleados por Josquin des Prez. Se trataba de acercar las canciones a la naturalidad del habla humana huyendo de clasicismo formal que encorsetaba las piezas.
Pero hay otros factores apoyan el alumbramiento del género, como la influencia de la frottola italiana y su estilo de acordes y tratamiento silábico. El hecho de que los compositores flamencos comenzasen a escribir chansons y que éstas se divulgasen a través de publicaciones italianas contribuyeron sobremanera al desarrollo y la difusión de esta forma musical.
La popularidad que progresivamente fueron adquiriendo estas canciones llevó a su edición por parte de los impresores franceses, siendo el más renombrado Pierre Attaignant, quien entre 1528 y 1552 lanzó hasta cincuenta colecciones de piezas, en torno a 1.500 canciones en total. Las transcripciones para laúd solo y para voz acompañada de laúd proliferaron por Francia e Italia.
Dos nombres emergen en la composición de chansons: Claudin de Sermisy y Clément Janequin.
Sermisy entró a servir en la corte a la edad de dieciocho años y llegó a ejercer de director auxiliar de la capilla real de Francisco I, con el que viajó a Italia en 1520. Dejó una importante obra religiosa compuesta por tres libros de motetes, once misas y una Pasión, aunque es principalmente conocido por sus entre cerca de doscientas chansons. De hecho, protagoniza la primera colección editada por Attaignant con diecisiete de las treinta y un piezas que contiene.
Las canciones de Claudin de Sermisy suelen tener bellas melodías que declaman las palabras del texto de una forma silábica. Frecuentemente utilizaba la estructura de rima ab-ab-cc-d.
Más famoso aún que Sermisy fue Clément Janequin, el otro gran compositor de chansons de la época. Tras servir a distintos nobles y miembros del clero, Janequin obtiene del monarca Francisco el título de compositor en ejercicio, siendo el primer músico que ostentó tal honor. Pierre Attaignant publicó sus doscientas ochenta y seis chansons, cuyas formas son variadas: desde las que son similares a las de Sermisy hasta las que recurren a la imitación y al canon.
Uno de los tipos más característicos de Janequin es la chanson descriptiva, entre las que destaca La Guerra que presenta un fresco sonoro de la batalla de Marignan y que incluye todo tipo de efectos onomatopéyicos, como la imitación de las fanfarrias, el galope de los caballos, las trompetas…
Como anécdota para acabar, Rabelais menciona tanto a Sermisy como a Janequin en el catálogo de compositores famosos del Libro IV de Gargantúa y Pantagruel.
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