Daniel Quirós | Lejos de los grandes focos, en un segundo plano –que no escalón-, se pueden encontrar pequeñas joyas ocultas al público generalizado e, incluso, especializado.

No es de extrañar que discos como el presente, Villancicos a San Lorenzo del padre Soler, resulten una suerte de oasis entre los derroteros a los que nos están abocando los intereses de grandes discográficas.

Su presentación física, sencilla, sin grandes adornos –con un grabado del Monasterio de El Escorial dibujado por José Gómez de Navia en 1800-, nos deja claro desde el primer instante que no desea distraer al oyente de lo verdaderamente importante: la música.

De esta grabación se pueden destacar tres elementos.

El primero, enfocado directamente a la calidad sonora, más limpia y profesionalizada que las precedentes, gracias a la colaboración con el alemán Bertram Kornacher.

El segundo elemento nos lleva a la puesta en música, con un riguroso cuidado de la interpretación historicista, ejecutada con instrumentos de época, donde el director alicantino Gustavo Sánchez ha manejado “solerianamente” a un elenco formado por una treintena de músicos –Coro Padre Antonio Soler y Camerata Antonio Soler junto a las sopranos Manon Chauvin y Patricia Paz, la contralto Miren Astui, el tenor Fran Braojos y el barítono Enrique Sánchez-Ramos— en un espacio que parecía estar destinado únicamente para esta grabación, como es la Capilla de la Residencia Sagrados Corazones de San Lorenzo de El Escorial (Madrid), a la que viajamos indefectiblemente en cada compás.

El tercer elemento, y quizás el más importante, es el que ha hecho posible esta grabación: la recuperación histórica de la obra del jerónimo fray Antonio Soler.

Gustavo Sánchez insiste en no olvidar el legado de uno de los compositores más importantes de la esfera madrileña durante la segunda mitad del siglo XVIII, de quien fuera alumno de Scarlatti y Nebra, como evocan ciertos rasgos que plasmaría en su música de tecla y sus obras religiosas.

Estos villancicos a San Lorenzo, compuestos para su festividad el 10 de agosto e interpretadas en las vísperas, son un claro ejemplo de por qué Soler fue su gran impulsor.

Formaban un estilo propio a partir de otros más populares (véanse el fandango, las seguidillas o los recitativo-aria) que atraía a reyes y notables de la Corte que se desplazarían al Real Sitio escurialense para su festejo y disfrute.

La selección de seis villancicos por Gustavo Sánchez se debe a una cuestión temporal, dado que una grabación de los ocho conservados en perfecto estado sobrepasaría la hora y media de duración (algo más habitual en formato de concierto que de grabación discográfica), lo que no evita que, sin duda, podamos disfrutarlos al completo en el futuro gracias a la culminación de su trabajo de recuperación.

Pero hasta entonces, en el presente disco podemos conocer la importancia que tenía difundir la música compuesta para toda suerte de elementos y situaciones imaginables: la naturaleza (El sufrimiento más noble y Flores, vientos, aves, fuentes), el pecado y lo divino (Al que de Dios templo vivo), el campo de batalla (En consonancias), la corte pontificia (En la plaza de Roma), el sacrificio por amor (El laurel lleno de amor) y, por supuesto, el propio santo al que hacen referencia todos los villancicos.

De todo ello trata este sexteto laurentino que abarca 18 años de la trayectoria compositiva del padre Soler y que, durante apenas una hora, nos hace degustar la música de la que se deleitaban una vez al año una reducida comunidad humana en la que se incluirían los propios reyes de España.

Ahora, en una primera grabación mundial, y a pesar de su carácter fuera de lo comercial, es posible adquirir en su página web esta joya o, como les recomendamos, acudiendo al Monasterio de El Escorial o a los comercios de la Real Villa.

De esta forma parecen tendernos la mano para disfrutar plenamente de la grabación dando un paseo por los jardines y salas de la considerada Octava Maravilla del Mundo.

2 comentarios en «SEIS PEQUEÑAS JOYAS ESCURIALENSES»

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