El patio del Palacio de Velarde del Museo de Bellas Artes volvió a prestarse para propiciar un nuevo encuentro entre música antigua y edificaciones históricas o significativas de Oviedo.
El pasado jueves el dúo formado por el ilerdense Marc Sunyer, viola de gamba, y el asturiano Iván Fernández Prieto, tiorba, corroboró, con un exquisito programa para el segundo concierto del ciclo de la Joven Asociación de Musicología de Asturias, que la respuesta dada por el público -lleno absoluto nuevamente- no es casual.
El concierto comenzó no exento de ironía, pues el repertorio de Diego Ortiz, «el Toledano», como explicaba Sunyer, se había fraguado mayormente en Roma, «así que -como señaló el intérprete- eso de emigrar en busca de trabajo ya nos suena a los españoles desde hace siglos».
Ejemplo claro de «recercadas» plenas de sencillez y calidez que entregaron la combinación eficaz de viola de gamba y tiorba con pasaje para viola a solo.
Cada fragmento del programa llevaba un breve apunte agradecidamente didáctico.
Destacó el inglés Christopher Simpson, con la «libertad» que ofrecen los «ground» refrendada posteriormente con las toccatas («Arpeggiata» y «Toccata XIII») de Kapsberger y de Alessandro Piccinini.
Sunyer y Fernández Prieto también hicieron notar lo complejo de la afinación en unos instrumentos igualmente delicados y con cuerda de tripa, que «hace preferible venir a pasar la noche anterior con ellos para que se aclimaten al lugar del concierto», como resaltaba con humor Marc Sunyer.
Música instrumental española del siglo XVI, inglesa del XVII, de autores alemanes afincados en Italia y de italianos como el citado Piccinini, igualmente del XVII, habían abierto un programa salteado con ritmos, ostinatos, tempos, contrastes o contrapuntos para el virtuosismo «escondido» en las obras regaladas por los músicos.
La «Sonata en sol mayor» para viola de gamba de Carl Friedrich Abel dio continuidad a este viaje por «Los sonidos de la Historia» hasta recalar en la Francia cortesana del temprano XVIII, con Marin Marais y la doble entrega de una embriagadora «Reveuse» completada con la danza «Ciacona».
El demandado bis para completar una hora -que se antojó bien corta, aunque intensa- mostró una «Masquerade» del no menos enigmático Robert de Visée largamente aplaudida.
fuente Aurelio ARGEL | Ine.es