Segunda crónica de lo que de sí viene dando el XXIX Festival de Música Antigua de Sevilla.
Quizás el emblema de esta edición, Metamorfosis, invite a mirar al pasado para encarar en la próxima nuevos rumbos, y ello justifique la multitud de rostros y conjuntos que se repiten este año, esperando que en próximas ediciones tengamos oportunidad de ampliar horizontes.
La sensibilidad interpretativa de Juan Carlos Rivera y Armoniosi Concerti volvió a manifestarse en el programa del pasado viernes No por reencontrarnos con sonidos y formas con las que ya estamos muy familiarizados podemos dejar de destacar la seriedad y rigor del grupo, si bien hubo demasiada sobriedad en un programa que demandaba mayor dinamismo y un carácter más festivo. La nueva edición de Eduardo López Banzo de El martirio de Santa Teodosia de Scarlatti gozó de honores de estreno en una Sala Joaquín Turina abarrotada.
María Espada cantó con su habitual brillo y proyección, gusto ornamental, sonido envolvente y extraordinaria delicadeza, descubriéndonos arias como Se il Cielo m’invita. El tenor Fernando Guimaraes prestó un timbre aterciopelado y un elegante fraseo; el contratenor Carlos Mena desarrolló su rol con un toque preciso de ironía; y el bajo Luigi de Donato lució una voz potente y contundente. Banzo dirigió con solvencia el conjunto.
Por la mañana, Temperamento ofreció un interesante recital alrededor de las Cantatas bachianas que nos sonó poco imaginativo y monocorde en la ejecución. No ayudó la voz de la soprano Cristina Bayón, 
con vibrato, tendente al forte, sin apenas inflexiones, fuera de estilo. Los hermanos Zapico presentaron su penúltimo disco, un delicioso recital de músicas pretéritas guiadas por la guitarra barroca de enorme musicalidad, medidos arrebatos y una enorme brillantez interpretativa, un programa bien pensado y mejor tocado.
Escrito por I. G. Cabral / J. J. Roldán para el elcorreoweb.es
Fuente: elcorreoweb.es