Sir Neville Marriner (Lincoln, 1924 – Londres, 2016) era historia viva de la música británica.
Un violinista inglés que formó una orquesta de cámara hace casi sesenta años, la Academy of St.-Martin-in-the-Fields (ASMF), y se convirtió en uno de los músicos más prolíficos de toda la fonografía.
Más de 600 discos con unas 2.000 composiciones diferentes; una marca quizá solo superada por Karajan.
Pasó del atril de concertino al podio de director tardíamente, pero todavía seguía en activo batuta en mano.
Su vitalidad, frescura y humor contradecían su edad.
Pero el milagro lo obraba la música a la que sirvió hasta el final.
Falleció en la madrugada de ayer, a los 92 años, dos semanas antes de su próxima actuación en Ibermúsica.
El músico, de 92 años, tenía previsto ofrecer en Madrid este mismo mes de octubre dos conciertos del ciclo de Ibermúsica.
En 2014, ya con 90 años cumplidos, Marriner pasó por la capital de España para presentar una gira de conciertos con la Orquesta de Cadaqués, con la que iba a actuar también en esta ocasión.
Decía desconocer entonces el secreto de su boyante salud, que uno intuía relacionada con una simpatía desbordante, y comentaba jocosamente que escogió «muy cuidadosamente» a sus padres.
«Me encantaría decir que se debe al alcohol o a las mujeres, pero desgraciadamente no es así», dijo en una entrevista.
Creía también que le vivificaba el entusiasmo de las orquestas jóvenes y menos funcionariales como la de Cadaqués, con la que este 2016 cumplía 25 años de colaboración ininterrumpida en calidad de principal director invitado.
El maestro de Lincoln (Reino Unido) seguía siendo fiel a «la manera inglesa» de interpretar y, sin embargo, consideraba que la de Cadaqués es una orquesta con «más fuego, con más peligro».
«El peligro controlado me encanta, por mucho que pueda representar un riesgo para el director», reflexionaba.
Marriner, nacido el 15 de abril de 1924, estudió en el Royal College Music de Londres y luego en el Conservatorio de París.
Antes que director de orquesta fue violinista de cámara en la London Symphony Orchestra, y actuó a las órdenes de ilustres directores como Pierre Monteux, Leopold Stokowski, Arturo Toscanini y Wilhelm Furtwängler.
El primer concierto de la Academy of St. Martin-in-the-Fields se celebró en 1959.Con esa formación grabó numerosos registros, la mayoría para el sello Philips y especialmente de repertorio barroco.
Marriner fundó también la Orquesta de Cámara de Los Ángeles.
En 1979 fue nombrado director principal de la Minneapolis Symphony Orchestra y de la Südwest Deutsche Radio Orchestra de Stuttgart.
El maestro recordaba en la entrevista a este diario las décadas de los 50, 60 y 70 como una época muy afortunada de su carrera en la que podía grabar «un disco al mes» y por tanto debía ampliar constantemente su repertorio; muy distintos aquellos tiempos de los actuales de penuria -aseguraba- en los que casi no se graba nada «y todo el mundo habla sólo de ‘proyectos'».
Neville Marriner valoraba los beneficios de formar parte de la «gerontocracia musical».
Casi un siglo de vida a sus espaldas no le habían convencido de que cualquier tiempo pasado hubiera sido mejor, aunque recordaba los nervios que le producía enfrentarse siendo más joven a grandes intérpretes como Claudio Arrau o Glenn Gould.
Alababa a la nueva generación de «magníficos violinistas, masculinos y femeninos -aquí dibujaba con las manos unas curvas voluptuosas-, que me hacen mantenerme activo y no estar recluido en un geriátrico», comentaba con su perpetuo buen humor.
Con el paso de los años sus gustos musicales no se ampliaron sino que se «estrecharon»: «Mozart ya me gustaba mucho cuando era un joven violinista.
Ahora se ha convertido en una referencia básica para mí», señalaba.
No extrañaban estas palabras en un maestro que ha grabado gran parte de la obra del salzburgués, desde la integral de sus sinfonías, conciertos para instrumentos de viento y conciertos para piano -mano a mano en este último caso con Alfred Brendel- hasta un ‘Réquiem’ tristísimo y hondo que desmiente su fama de director ‘ligero’.
Casi tan eterna como su sonrisa era la camisa multicolor que utilizaba en los ensayos y con la que se fotografió en la portada de algún disco.
La que llevaba ese día en la mano tenía ya 20 años; antes había usado otra parecida durante otra larga temporada, y todas se las hacía su mujer con las telas que a ella le agradaban más.
Siempre jovial y cercano, Sir Neville posó antes de enfundarse su camisa de colores para un ‘selfie’, que entonces comenzaba a ponerse de moda.
fuente Elmundo